Primer aviso: Antes de entrar al teatro, coge aire, respira y céntrate. El ritmo de esta comedia no te va a dejar un segundo para pensar. Quizá no todos los chistes sean buenos. Quizá no todo te haga reír. Pero te aseguro que el buen ratito te lo llevas.
Segundo aviso: Es una obra en la que participa el público. Si eres “alérgico” a que te llamen al escenario, te hagan hacer palmitas o, tan siquiera, te animen a cantar a coro unas estrofillas, mejor compra tus entradas en las butacas traseras o la planta de arriba. La obra merece la pena. ¡No te asustes por eso! (aunque está bien saberlo).
Tercer aviso. Se habla de Shakespeare (obvio) pero no del modo que esperas. Estoy convencida de que algunas personas en la sala con el “uniforme erudito” les desencajó esta función. La comedia, a ratos, se torna en guasa y cachondeo. Todo muy medido. Todo muy teatral. Todo muy parodia… Pero entiendo que quienes compren entradas esperando un “Romeo y Julieta” se lleven una gran decepción.
Cuarto aviso. Vas a encontrar el patio de butacas del Teatro Marquina repleto de chaquetas de caballero pintarrajeadas. Afortunadamente, no tienen nada que ver con el show, y forman parte del espectáculo musical que se programa en la misma sala. Pero esta función apenas cuenta con algo de atrezzo, les basta y les sobra con el talento actoral y un texto brillante.
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En resumen: Verás tres actores con mucho talento y don para la comedia, con una capacidad pasmosa para hablar muy, pero que muy rápido. También encontrarás mucha peluca de Fiestas Paco y, en fin, un batiburrillo que casi todo el tiempo funciona. Divertida y bastante recomendable.