Mel Brooks tiene una mente prodigiosa para reírse de absolutamente todo con un sentido del humor absurdo e irreverente.
En un guion que va camino de cumplir 60 años, da gusto ver cómo su adaptación sigue siendo fresca y desternillante a más no poder, gracias en gran medida a unos actores que lo dan todo sobre las tablas y que son capaces de mantener la sonrisa del público desde el primer al último minuto.
Un escenario sencillo pero muy dinámico con constantes cambios a la vista del espectador, con un uso magistral de las luces y una orquesta que acompaña a la perfección en cada momento los pegadizos números musicales. Las voces, siempre muy acertadas y con un sonido claro que permite entender (no siempre pasa) el contenido de las letras para que estemos constantemente enganchados al hilo de la historia que nos cuentan. Todo ello aderezado con unos números de baile de lo más correcto y un cuidado vestuario.
Para los que vieron la película, la primera mitad de la obra es muy fiel a lo que se llevó a las pantallas de cine. A partir de ahí son numerosas las licencias, algunas obligadas por el cambio de medio, otras quizá por dar alguna nota original y más acorde a los tiempos actuales. Lo que no cambia es la manera de mofarse de la primavera de Hitler y Eva, ridiculizando sin piedad a uno de los personajes más terribles de la historia.
Un espectáculo sin apenas altibajos y con momentos verdaderamente hilarantes que provocaron más de un sincero ataque de risa en algunas personas del público.
Para mí, el mejor musical de la temporada.
