Educación: del latín educatio, acción y efecto de educar; crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes; instrucción por medio de la acción docente.
Moral: del latín moralis, doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican.
La Biblia: el libro imprescindible para conocer y entender la historia y cultura occidentales.
Vulva es un espectáculo escrito y dirigido por Irene Herrero Miguel que expresa con magnífica belleza escénica una realidad doliente que se mantiene muy viva en nuestra sociedad: nuestra herencia sociocultural.
El primer gran acierto del espectáculo es el lugar en el que transcurre el suceso teatral: el colegio. Lugar en el cual los más pequeños reciben una serie de conocimientos y destrezas que les permitan desarrollar su vida de forma plena y con libertad. De forma inconsciente, su aprendizaje se ve mediatizado por la instrucción moral innata que presenta el maestro. Así, los compañeros de Lucía son los primeros en escandalizarse, en juzgar y apartar a su compañera. Por supuesto, entra también en juego el otro agente principal en el acto de la educación: los padres. Padres y compañeros docentes no solo participan de la difusión de un video de ámbito absolutamente privado, sino que desacreditan a Lucía como maestra, mujer y persona, mostrándose todos ellos muy ofendidos al considerarse personas dignas y de buen obrar.
La puesta en escena el acto dramático de forma descarnada, pertinaz y con excelente precisión con un elenco de actores que transitan distintos cuerpos, pero la misma mentalidad, desnudando con atinada comicidad una realidad escalofriante. En nuestra centuria actual gobernada por el impacto de las redes sociales la sobreexposición al juicio ajeno es exponencial. Lucía es duramente juzgada porque ella es mujer. Lo que hoy denominamos heteropatriarcado se asienta en realidad en tres pilares básicos inherentes a nuestra historia: la culpa, el pecado y el castigo judeocristianos. La mujer es origen de pecado por el mero hecho de alumbrar vida. Todos le recuerdan a Lucía que ella es la culpable de lo que ha sucedido y alimentan esa culpa con la humillación y la repulsa hacia ella a quien machacan y castigan con el juicio moral de la dignidad. Si Lucía hubiera sido un hombre la historia hubiera sido completamente diferente. Una mujer no debe ocuparse de sus necesidades sexuales, ni siquiera debe atreverse a nombrarlas.
Y es el uso excelente del lenguaje otra maravilla de esta obra. La lengua es una herramienta muy poderosa y su empleo contiene en sí mismo realidad verdadera. En nuestra sociedad, la mujer todavía debe cuidarse mucho de todo pensamiento, palabra, obra u omisión tal y como marcan los preceptos morales cristianos. Aunque vivamos ya en el siglo XXI y la libertad sea o pretenda ser nuestra, seguimos siendo hijos de nuestra historia y esto lleva a que, en un alarde de intentar ser modernos y transgresores, nos convirtamos en presas de una doble moral que ha sido educada para intentar parecer ser algo que en realidad todavía no somos. Vulva es una bofetada a esa doble moral que se disfraza con una máscara que le viene todavía muy grande. Una crítica valiente y descarnada a un problema educacional muy serio que no se puede solucionar con la verbalización sin verdadero entendimiento de unas palabras huecas.
Por otro lado, la elección del carnaval como ese gran momento de desenmascaramiento es otro acierto maravilloso. Convertidos en animales, todos los protagonistas celebran, en la gran fiesta pagana de la carne, la plenitud de su verdadera naturaleza. Todos, y todo lo que persiguen defender, quedan evidenciados. Y tras el doble castigo que sufre Lucía, el ajeno que le arrastra al más cruel de todos que es el suyo propio, solo queda el silencio. El mirar hacia otro lado, el no sentirse entonces culpables y continuar como si nada.
Vulva es una propuesta excepcional en la que todos los elementos dramatúrgicos están a favor del suceso escénico. La dramaturgia es ingeniosa y detallista con un empleo del lenguaje cuidado y dedicado que vertebra una acción dramática compleja muy bien equilibrada entre la comicidad y la tragedia; la dirección es ágil y muy precisa, que se ve estupendamente apoyada por un espacio escénico versátil pero central en esa aula de colegio con un vestuario transformador y una música integradora que en todo momento te mantiene dentro de la historia escénica. La interpretación de todo el reparto es sobresaliente con continuos cambios de registro y personajes con una gran exigencia dramática que es abordada con soltura y total credibilidad.
Vulva es una obra muy necesaria que nos remueve y nos duele, porque nos pone frente al espejo de quienes somos como sociedad y del inherente arraigo de nuestra herencia cultural.