Fui a ver YAMATO pensando que sería un espectáculo tradicional de percusión japonesa. Tambores, técnica, ritmo. Algo curioso, distinto, sin más pretensión. No esperaba gran cosa, la verdad. Solo pasar un buen rato.
Pero lo que viví fue completamente inesperado.
Lo que presencié fue mucho más. Fue energía pura. Fue una demostración de fuerza, belleza, conexión y humanidad. Una experiencia que retumba, literalmente, en el cuerpo, en el pecho y en el alma.
YAMATO no es solo música. Es movimiento, emoción, humor, precisión y, sobre todo, pasión. Cada golpe de tambor está cargado de intención. Cada uno de los intérpretes, son artistas en toda regla, no se limitan a tocar un instrumento. Se mueven, bailan, respiran con el ritmo. Saltan, gritan, sonríen. Están vivos sobre el escenario. Se entregan por completo, sin reservas, en cada segundo del espectáculo. No hay lugar para la indiferencia: lo que hacen te arrastra, te sacude, te hipnotiza.
El espectáculo, además, tiene una puesta en escena exquisita. Luces, coreografías, silencios medidos. Un equilibrio perfecto entre la tradición ancestral y la teatralidad contemporánea. Y cuando crees que ya no pueden sorprenderte más, lo hacen: con un número más potente, una imagen más hermosa, una emoción inesperada.
YAMATO tiene esa cualidad mágica que solo logran los espectáculos inolvidables: te hace reír, te conmueve, te despierta el cuerpo y la mente. Sales con la sensación de haber vivido algo único, auténtico, diferente.
Muy recomendable.
No vayas solo a verlo, ve a sentirlo.
