Hace más de 60 años, en 1963, Luis García Berlanga y Rafael Azcona estrenaron en la Mostra de Venecia la película El verdugo, que se alzó con el Premio Fripesci de la Crítica Internacional. A pesar de sufrir catorce cortes de censura, la cinta se estrenó en España y está considerada una de las mejores películas españolas de todos los tiempos. Una comedia negra de humor amargo que es un claro alegato contra la pena de muerte y sus mecanismos.
La historia muestra la vida de José Luis, un joven apocado, que trabaja en una funeraria, y sueña con marcharse a Alemania para convertirse en un buen mecánico. Su novia Carmen es hija de Amadeo, un verdugo profesional. Cuando este los sorprende en la intimidad, las circunstancias los obligan a casarse. Ante la falta de solvencia económica de los recién casados, Amadeo, que está a punto de jubilarse, trata de convencer a José Luis para que solicite la plaza de verdugo, que él va a dejar vacante, lo que le daría derecho a una vivienda. José Luis acaba aceptando la propuesta de su suegro con el convencimiento de que jamás tendrá que ejercer como verdugo. La posibilidad de un indulto es su única esperanza.
La compañía malagueña El Espejo Negro estrenó el año pasado El verdugo, la primera adaptación de teatro de marionetas de la película, con motivo del 60º aniversario de la cinta de Berlanga. El espectáculo llega a la capital y estará en el Teatro de La Abadía desde el 13 hasta el 24 de marzo.
Desde Teatro Madrid hemos hablado con el creador Ángel Calvente sobre lo que ha supuesto la preparación de este montaje dentro de la extensa trayectoria de la compañía.
¿Por qué elegiste esta obra?
Esta obra hace ya casi seis años que la tenía en la cabeza porque siempre me había parecido una película magnífica, como casi todo lo que hace Berlanga, porque se acerca mucho a mi forma de entender el mundo de las artes y el humor negro. La primera vez que la vi fue en la adolescencia y se me quedó muy marcada. Una película que me atrapó, que me pareció que contaba cosas muy interesantes sobre este país, sobre la forma de vida de los ciudadanos en los años 60. Y luego está el asunto del garrote vil. La película es un alegato feroz contra la pena de muerte y sobre todo de la forma en que se hacía. Esa forma tan primitiva y brutal que se heredó de la Santa Inquisición. Algo muy bestia que no fue abolido del código penal español hasta 1983. Por todos estos motivos decido hacer la adaptación.
«Cuando decidí que iba a hacer la adaptación no volví a ver nada de la película»
.¿Has vuelto a ver la película? ¿Cómo crees que influye la edad del espectador en cómo recibe lo que se está contando?
Evidentemente la forma de percibir las cosas no es la misma cuando tenía 13 años ni cuando tenía 30 ni ahora que tengo 61. La película la he vuelto a ver un par de veces durante mi vida. Y mi percepción ha sido distinta. Lo que sucede es que cuando eres adolescente las cosas se te quedan grabadas a fuego en la piel y en tu mente; de ahí los recuerdos tan fuertes que tenemos de nuestra infancia. Lo que sí tuve claro es que cuando decidí que iba a hacer la adaptación no volví a ver nada de la pelicula.
Has enfrentado dos retos: acortar el texto y reducir el número de actores. ¿Cómo ha sido este proceso?
Primero, me centré en el guion original de Azcona donde también interviene Berlanga. Es un guion muy rico y decidí bucear en él, adaptarlo con mucho respeto. He tenido que cortar, reescribir, enlazar y hacer algunas escenas nuevas, para que se entendiera perfectamente toda la acción desde el punto de vista del teatro de marionetas. Este proceso lo viví con mucho estrés. Era casi imposible, a priori, poder hacer una adaptación con todos aquellos personajes secundarios que salen en la película. Y, luego, sobre el escenario hay solamente cuatro actores que dan vida a una veintena de personajes. Eso fue lo más complicado al mismo tiempo que fue también muy enriquecedor. Lograr una adaptación sin mutilar el guion original de una forma castrante, sino enriquecedora y flexible.
¿Puedes dar algún ejemplo de cómo lo llevaste a cabo?
Sí, por ejemplo, cuando Amadeo va con su yerno a pedir el puesto de verdugo. En esta escena realmente en la película, Amadeo va a un montón de sitios hasta que encuentra a la persona ideal, que le había entrevistado a él para hacer un libro. Salen muchísimas personas. Todo eso ha desaparecido del espectáculo teatral, y lo que se ve es una oficina donde va Amadeo con su yerno y aparece un señor que es burocracia pura ya en su propia cara. Todo eso lo he resumido en una pequeña escena de menos de tres minutos.
Sin duda has hecho una gran labor de síntesis manteniendo en todo momento el hilo de la historia.
Más allá de que le he dado mi forma de hacer, mis marionetas, mis luces, mis números musicales, lo que tenía claro es que no quería que perdiera nunca es ese hilo conductor. Lo importante es que se entendiera la historia desde el inicio hasta que se termina, aunque no hayas visto ni leído nada sobre la película. Siempre tuve en la cabeza que no iba a hacer una adaptación para gente que conocía la película, yo partía de cero. Es un espectáculo que tiene que ver el público y entender lo que está pasando sobre el escenario tenga o no conocimiento previo de esta historia.
Has dedicado tres semanas para la creación de cada una de las marionetas. ¿Cómo se trabaja la construcción de unos personajes que tienen que adaptarse a las necesidades de un guion, pero con una esencia y un lenguaje propios?
La clave para mí era darles a los personajes una esencia propia, puesto que quería huir un poco de los estereotipos que aparecen en la película. De esta forma, José Luis no tiene nada que ver con el actor Nino Manfredi. Mi Jose Luis es un chico rubito con unos ojos muy tristes y grandes, azules. Carmen, que la interpreta Emma Penella, en mi montaje es muy explosiva, con muchas curvas; se acerca mucho más a Gina Lollobrigida y a Carmen Sevilla, en esa mezcla imposible. Todos los demás personajes son muy libres y he intentado acercarme a aquellos rostros de aquella época. En el caso de Amadeo, sí me tengo que rendir ante Pepe Isbert, ahí, sí que es imposible no retratar un poco a este gran personaje y actor. Mi Amadeo es regordete, con una narizota muy grande; es un yayo.
Has comentado que la preparación completa del espectáculo duró dos años. ¿Cómo fueron los primeros ensayos ya en sala con las marionetas y los actores?
La producción se ha tardado dos años en hacer para que coincidiera con el sesenta aniversario de la película. Aparte de hacer la adaptación, que me llevó bastante tiempo, he diseñado la escenografía, me he encargado del atrezzo y de las proyecciones. Solo para hacer las marionetas tardé nueve meses largos. Más tarde, me ocupé de la creación de la banda sonora con músicas propias para el espectáculo. Y ya después fueron casi cuatro meses de ensayos con los actores. Cuando los actores llegan al escenario vienen con el texto muy aprendido. Manejar las marionetas es bastante complicado; es un trabajo arduo y muy disciplinado porque algunas las manejan hasta tres personas al mismo tiempo. En principio, la manipulación es muy mecánica donde los actores están más pendientes del movimiento que del texto hasta que llega un momento donde se fusionan. Ha sido un proceso de ensayos y preparación muy enriquecedor, nos lo hemos pasado muy bien haciendo el espectáculo. El secreto está siempre en convertir el trabajo en un deleite.
«La marioneta es el actor total; es un actor que te lo entrega todo»
La compañía El Espejo Negro ha cumplido 35 años de trayectoria. Por tu experiencia, ¿qué aporta el lenguaje de la marioneta al teatro que no es capaz de lograr de la misma manera cualquier otro tipo de teatro?
La marioneta, hoy en día, tiene un lugar privilegiado en las grandes producciones teatrales. Esto es así porque la marioneta es el actor total; es un actor que te lo entrega todo. Y hasta puede dar la vida por ti. Una marioneta la podemos matar en directo, metafóricamente, porque evidentemente es un ser inanimado, podemos quemarla y destrozarla. Todo esto las dota de una máscara que les da una realidad apabullante al mismo tiempo que genera una magia que el espectador capta como vida. Por eso, las marionetas aportan tantísimo a cualquier tipo de montaje teatral. En la ópera, en los grandes eventos, en los musicales, en el circo, en casi todas las expresiones de artes escénicas aparecen, hoy por hoy, las marionetas. Ha costado mucho, pero se han ido introduciendo como un actor más dentro de los espectáculos.
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