
Sarabela Teatro estrena en Madrid ‘El Dragón de Oro’, la premiada obra del dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig.
La compañía más veterana de Galicia, Sarabela Teatro, llega a Madrid con El Dragón de Oro, la obra más exitosa y premiada del dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig. El espectáculo, que cuenta con la adaptación y dirección de Ánxeles Cuña, explora temas candentes en el debate social como la inmigración ilegal y la prostitución forzada.
El montaje se podrá ver del 11 al 28 de septiembre en la Sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía.
Sarabela Teatro: 40 años de compromiso y resistencia
«Graniza o acción de granizar», este es en español el significado de la palabra gallega «sarabela», una palabra esdrújula que suena dulce y con musicalidad. Pero «sarabela» es mucho más, sobre todo, es mucho y puro teatro: «Estaba con un compañero y queríamos buscar un nombre que fuese femenino y que, además, tuviese en su propio significado la fuerza de la acción. Y así surgió la elección del nombre de Sarabela», explica Ánxeles Cuña, dramaturga, directora, pedagoga y fundadora de la compañía.
Sarabela Teatro es una compañía gallega con sede en Ourense con más de 40 años de trayectoria. Sus inicios se pueden explicar a partir de dos momentos: se funda en 1980 como Agrupación Teatral Independiente; vivieron diez años como teatro aficionado o amateur, que fueron como la forja y donde se originó el núcleo fundamental de la compañía. En 1990 arranca ya su andadura profesional. «Yo trabajaba en la Universidad Laboral y ahí empezó todo como una experiencia escolar que ha terminado por convertirse en una trayectoria muy larga y de resistencia, esa es la palabra que la define totalmente. Hay que tener un proyecto común muy sólido y amar mucho el oficio para poder aguantar tanto tiempo con los niveles de precariedad general que hay, y con las dificultades que nos encontramos siempre», afirma Cuña.
En su origen la compañía se consolidó en un grupo humano muy potente, que se mantiene en la actualidad, que tuvo claro que quería crear unas líneas estéticas concretas y al mismo tiempo generar también una conciencia de necesidad. «Deseábamos transitar por universos de nuestra dramaturgia; no tenemos una cultura ágrafa, sino que tenemos una cultura con lengua propia y ese fue un primer nivel. Después también queríamos conectarnos, conocer, nutrirnos y dar a conocer dramaturgia contemporánea y más internacional porque consideramos que era también necesario y enriquecedor. Además, hemos creado textos propios y nos hemos interesado por la traducción y adaptación de textos», explica Cuña.
Desde sus inicios han apostado por un teatro vivo, arriesgado, contemporáneo, coherente, con rigor, autocrítica, responsabilidad y resistencia. En su forma de crear está innato el ejercicio de corregir constantemente. «En nuestra producción intensa, difícil a veces, maravillosa en su conjunto, nos hemos mantenido fieles a descubrir permanentemente, a estar comprometidas siempre con la realidad que nos rodea y con el mundo que nos toca vivir», confiesa Cuña.

Con más de 40 años de trayectoria, Sarabela Teatro es la compañía gallega más veterana de la escena nacional.
Entre la extensa producción que atesora la compañía orensana resulta imprescindible mencionar cuatro obras de dramaturgia gallega contemporánea del autor Manuel Rivas: El lápiz del carpintero, El héroe, Los libros arden mal y La lengua de las mariposas; una adaptación del cuento de Rosalía de Castro El Caballero de las botas azules o A esmorga, de Eduardo Modesto Blanco Amor. También han creado otros títulos nacionales e internacionales de referencia como El viaje a ninguna parte, El incierto señor Don Hamlet, Tango, El triciclo, Macbeth, Así que pasen cinco años, Sexismunda, Las sillas, Tics, La conjura de los locos o Fando y Lis, entre muchos otros.
La docencia ha sido otra línea natural dentro de la compañía que desde sus comienzos ha mantenido una gran vinculación con la comunidad educativa. «A nivel pedagógico, somos tres, dos actrices y yo, quienes tenemos formación en pedagogía y también nos hemos nutrido de mucha gente que procedía del campo de la filología. Después, también nos han dado la oportunidad de crear, dirigir y llevar las aulas universitarias. Fernando da Costa dirige el teatro universitario y la MITEU (Muestra Internacional de Teatro Universitario). A lo largo de los años hemos impartido docencia en muchos niveles con cursos para personas ciegas, de la tercera edad y con problemas de otra índole», expone Cuña.
Roland Schimmelpfenning: un genio del collage
Roland Schimmelpfennig es el autor vivo alemán más representado a nivel internacional y está considerado uno de los dramaturgos contemporáneos más importantes de la escena europea.
Nacido en Göttingen en 1967, actualmente vive entre Berlín y La Habana, tras trabajar durante un tiempo como periodista en Estambul estudió dirección en la Escuela Otto Falckenberg de Munich. Ha escrito más de una treintena de piezas de teatro y radiofónicas para grandes teatros como el Deutsches Theater de Berlín, el Burgtheater de Viena, el Residenztheater de Múnich, el Schauspielhaus de Hamburgo y desde 2018 para el Staatsschauspiel Dresden, pero también para teatros internacionales de Estocolmo, Copenhague, Toronto o Tokio.
A lo largo de su carrera ha sido galardonado en repetidas ocasiones y sobresale especialmente el Premio de Dramaturgia de Mülheim recibido en 2010 por El Dragón de Oro. «Roland construye una arquitectura precisa y rotunda, es un reloj de precisión absoluta, permite un diálogo muy activo también con la audiencia y, sobre todo, de una manera muy lúdica y lúcida», declara Cuña.

Roland Schimmelpfennig es el autor vivo alemán más representado a nivel internacional.
El lenguaje escénico del autor se caracteriza por el empleo de escenas compuestas en forma de collage, saltos temporales recurrentes, fragmentación e hibridación con otros lenguajes y el uso reiterado de cambios de espacio y de perspectiva. «Lo que más me fascina es cómo aborda las grandes tragedias con aparentes personajes muy cotidianos y cómo llegas a desentrañar esos límites que construye de una manera magistral, desde mi punto de vista, entre la ficción y la fantasía que para él es el pegamento que une todo», expone Cuña.
Destaca también dentro de su estilo dramático su percepción del suceso teatral. «Él juega con la distancia, las fábulas, los géneros y la mitología de una manera muy particular. Entonces obliga a crear unas reglas del juego nuevas; él deja toda la libertad del mundo, sus obras son muy abiertas, porque lo que tiene es un conocimiento increíble de la maquinaria teatral y conoce muy bien el alma humana», afirma Cuña.
El Dragón de Oro: La obra más reconocida de Roland Schimmelpfennig
El Dragón de Oro es una tragedia contemporánea que dibuja un retrato interesante sobre los inmigrantes ilegales y su explotación en el mundo occidental escrita por Roland Schimmelpfennig en 2010. «La obra se mantiene vigente porque habla de cuestiones muy candentes que te mueven, que te remueven, que te vapulean; es muy potente. La obra creo que está hecha en 40 países, es una pasada. Pero no se había hecho nunca en Galicia», confirma Cuña.
Escenas cortas y sin vínculo aparente situadas en un restaurante chino muestran una panorámica de las distintas situaciones de vida de algunas personas en una obra que se caracteriza por su coralidad. Este conjunto crea un efecto especial donde el drama social se aleja del rincón realista, pero mantiene su afilado humor.
En la trama, nos adentramos una noche, en un edificio de varios pisos, en algún lugar de Europa: un joven chino sufre un fuerte dolor de muelas en la cocina del restaurante de comida rápida tailandés-chino-vietnamita El Dragón de Oro. No tiene permiso de residencia, ni dinero y no puede ir al dentista. Los compañeros deciden arrancarle la muela. A la historia de este joven se suman otras de los muchos residentes que viven en el edificio.

‘El Dragón de Oro’ es una tragedia contemporánea que sitúa la acción en un restaurante chino en algún lugar de Europa.
Si bien aparentemente la tragedia está en que un joven se desangra porque no tiene papeles, no puede ir al dentista, se queda en manos de sus compañeros que lo arrancan la muela de cuajo y se muere desangrado, para la directora y dramaturga del espectáculo desde el punto de vista teatral lo primordial subyace en otro lugar: «Lo importante está en cómo llegamos a eso en este juego en el que todos los personajes habitan un mismo espacio: unos en el restaurante y otros que habitan en el mismo edificio, pero que viven ajenos, muy deshumanizados, muy metidos en sus vidas personales, insatisfechos, frustrados, queriendo ser otros. El contraste es impresionante y funciona genial», concluye Cuña.
La fantasía y la realidad se unen en una obra que sobresale por el tono grotesco y el humor con los que el autor aborda temas serios y actuales. «El humor es necesario; aquí es imprescindible, te permite sentir, expresar, respirar en el contraste con ese dolor que tanto te interpela y te destroza. Es liberador. Tanto el dolor como el humor y la poesía adquieren una dimensión extraordinaria a nivel vital y escénico. Creo que son los ingredientes más importantes», confiesa Cuña.
El Dragón de Oro: Un reto escénico para una compañía consolidada
«Formamos un equipo muy sólido que trabaja con mucha entrega, compromiso y creyendo absolutamente en el proyecto que, al principio, daba vértigo porque tiene también algo del teatro que salta al abismo», declara Cuña. Ya desde la adaptación y la dramaturgia Ánxeles Cuña tuvo que afrontar el reto principal del que partiría el resto de elementos del hecho escénico. «Lo primero fue hacer sencilla la complejidad de la obra porque está impregnada de recursos muy cinematográficos; hay mucho hibridismo, está muy fragmentada, el ritmo va hacia adelante y hacia atrás. Tenemos seis historias cruzadas en la acción. Entonces, el primer objetivo era cómo hacer accesible y clara la obra, que llegase a los espectadores, que pudiesen llegar a ella sin dogmatismos, y alejándonos al mismo tiempo de los caminos manidos y trillados», expone Cuña.
Después está el nivel interpretativo y aquí la compañía gallega se propuso lograr hacer de la necesidad una virtud: en escena cinco actores interpretan a 17 personajes en 48 escenas que transcurren a un ritmo trepidante. «Tiene que haber un equipo muy veterano y versátil. Ninguno de los intérpretes sale de escena en ningún momento; juegan con cambios de género, de identidad, de edad, sin mimetismo, ni estereotipos ni imitaciones», explica Cuña.
El siguiente paso es la creación de un dispositivo teatral, ya que la obra es una colmena en sí misma. Todo sucede en un edificio que tiene que albergar y permitir pasar de una cocina a una vivienda, un restaurante, un ático, un balcón o un apartamento. Y lo mismo sucede con las escenas más fantásticas de la propuesta: la clave estaba en determinar cómo pasar del argumento central del espectáculo a la fábula de la hormiga y la cigarra que está cruzada en medio de la obra.
El dramaturgo alemán inserta en la obra la fábula popular de La cigarra y la hormiga que trata sobre la importancia de vivir en el presente, pero teniendo un ojo en el porvenir. Atribuida a Esopo, y después recreada por Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego, la historia hace hincapié en cómo la constancia y el trabajo duro siempre dan frutos en el futuro. Mientras que en la versión original la hormiga le niega el préstamo a la cigarra para que esta aprenda la lección, en algunas versiones posteriores, más dirigidas a los lectores infantiles, la hormiga le da algo de comida a la cigarra, pero esta sí se queda con la enseñanza.
Sin embargo, Schimmelpfennig modifica bastante la historia actualizándola a la realidad social contemporánea y ofreciendo, por tanto, un final más amargo y desolador. «Están cinco personajes en una cocina siendo inmigrantes ilegales y, de repente, se transforman en hormigas y cigarras; yo en la dramaturgia las multipliqué. Roland solo pone una hormiga y una cigarra, yo añadí más. Salen de la cocina, se convierten en hormigas y cigarras, y una de las hormigas acaba siendo un proxeneta y la cigarra termina rompiendo así el esquema tradicional», explica Cuña.

‘El Dragón de Oro’ aborda temas muy presentes en el debate social como la inmigración ilegal y la prostitución forzada.
El Dragón de Oro es una propuesta que cuestiona y refleja las peculiaridades del teatro, abriendo los poros de la piel y de la conciencia. Una obra que persigue desafiar, conmover y causar impacto, sumergiendo al público en un universo fascinante, muy peculiar y armónico. Precisamente la armonización de conjunto es el elemento final clave en la concepción dramatúrgica de Sarabela. «Es una obra muy coral, pero es muy polifónica y, además, hay un nivel importantísimo en esta dramaturgia que es el nivel de narratividad que no desaparece a lo largo del espectáculo, pero sí evoluciona. Sin cambio no hay espectáculo, esta es, de hecho, una premisa de la que parte el propio autor», confiesa Cuña.
Las atmósferas y el campo sonoro son esenciales para generar un código que haga posible el juego constante de realidad y ficción que mantiene la obra y que está plagado de cambios y transiciones. A todo ello se suma el vestuario, en apariencia sencillo, que funciona como elemento metonímico generando sinécdoques que son creadas a la vista del público.
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