Consuelo Trujillo: «No voy a obedecerte a ti, traicionando mi naturaleza»

José Antonio Alba

Maestra de actores, directora, buscadora empedernida y una de las actrices más premiadas de los últimos años –Cuando deje de llover, Medea, Criatura-, Consuelo Trujillo es además fundadora, junto a Susi Sánchez y Roberto Trujillo, de Criatura del Arte, una factoría de creación e investigación donde han nacido sus más recientes criaturas. La última, Y el cuerpo se hace nombre, es un espectáculo interdisciplinar que podrá verse a partir del 20 de junio en el Teatro Pavón Kamikaze.

Teatro Madrid.- Y el cuerpo se hace nombre es una obra que reflexiona sobre la temática trans y la ruptura del binarismo de género.

Consuelo Trujillo.- En realidad a mí me interesa mucho la ruptura de todos los binarismos y de todo lo que, de alguna manera, impide la libertad. Y aunque no soy especialista en asuntos de tránsito de género, tenía muchas ganas de abordar este tema. Ya solo la palabra tránsito me decía miles de cosas, y en este momento de mi vida, muchísimas más. Así que empecé a investigar sobre el tema y me subyugó. Después tuve la suerte de contar con la ayuda de la Comunidad de Madrid, que apoyó el proyecto como laboratorio para el Surge de 2018. Y esto fue genial porque es un espectáculo interdisciplinar, con siete intérpretes que han hecho una labor maravillosa de investigación, Celeste González y Elizabet Duval, nuestras dos mujeres trans, David Darife, artista plástico, Iñaki Rubio, que se encarga también del espacio sonoro, los actores Borja Maestre y Ángela Villar. Además de la dirección escénica, por parte de Andrés Waksman, que aporta todos su conocimiento sobre el cuerpo y la coreografía, ayudantes, dramaturgia, y toda la gente de las ONG que han colaborado con nosotros. Yo comulgo mucho con esa idea de Jan Fabre del performer mixto, de enseñar a los actores a moverse y a los bailarines a hablar. Siempre me ha gustado trabajar con gente que viene de disciplinas diferentes, con un enfoque en el arte distinto y un lenguaje determinado. Tras el laboratorio, quería culminar el proyecto llevándolo a un teatro. Y al final, tuvimos la suerte de que el Pavón Teatro Kamikaze lo quisiera y de que la Comunidad nos siguiera ayudando.

T.M.- ¿Cómo ha sido el trabajo con colectivos de personas en tránsito?

C.T.- Bueno, hemos tenido la suerte de contactar con gente maravillosa. El trabajo con los chiques, como les decimos nosotros, ha sido muy potente, adolescentes que han sufrido muchísimo, que han sido excluidos de sus hogares, que han estado viviendo en la calle y que, poco a poco, están recuperando sus vidas. Esto ha sido posible gracias a la colaboración de Apoyo Positivo, y también gracias a Imagina Más, hemos podido contactar con mujeres trans que vinieron a España buscando un lugar donde vivir su identidad y su tránsito y, muchas de ellas, han acabado trabajando en la calle. Para mí es extraordinario lo que ha pasado a nivel humano. Es un proyecto que ha tenido una carga social fuerte, pero también una carga humana muy potente, porque, de alguna manera, todos hemos hecho aquí un tránsito.

T.M.- En el principio, ¿todo era perfecto?

C.T.- Sí, el primer hombre era la primera mujer y la primera mujer era el primer hombre, hasta que comenzaron los susurros… Ese es el asunto.

T.M.- Eso me recuerda a los nativos americanos, que reconocían hasta cinco géneros diferentes. Hasta que llegó la colonización y la evangelización.

C.T.- Sí, eso se acabó cuando llegaron los católicos con su binarismo de Dios y el diablo, lo bueno y lo malo, lo masculino y lo femenino, los católicos y los herejes. Pero esto viene ya desde el Génesis, donde Dios es un hombre, hace a la mujer de la costilla de Adán, pone al demonio con la manzana, la noción de pecado, se carga la sanación del libre albedrío y estigmatiza algo tan maravilloso como la sexualidad, que tiene que ver con la vida, con la continuación de nuestra especie, con nuestra propia resurrección, con la alegría, con el goce y con lo humano.

T.M.- Precisamente esta semana el Vaticano ha publicado un documento titulado «Hembra y varón los creó», dirigido a educadores, en el que rechaza las nuevas formas de identidad de género. Además, considera a la persona transgénero como una persona con masculinidad o feminidad ambigua.

C.T.- Es que para mí todo el mal viene de ahí, sobre todo del fanatismo que se cree en la posesión de la verdad. Lorca dice que «el mundo es grande y todos cabemos dentro de él». Para mí ese es el asunto. Yo no sé cuál es la verdad, ni me importa, estoy en una búsqueda de mi verdad, de mi camino. Y respeto todos los caminos porque respeto al ser humano. Y esto es lo que tendríamos que tener grabado en vena, el respeto al ser humano y al libre albedrío. El respeto a la libertad de ser lo que cada uno quiera ser. El derecho a conocerse a sí mismo. Ya lo decía Sócrates «conócete a ti mismo». El camino de Edipo en la tragedia de Sófocles, llegar a arrancarse los ojos para verse adentro, para ver su verdad. Para saber.

T.M.- Hasta hace muy poco no se sabía nada o no se hablaba de tránsito de género en la infancia y adolescencia. ¿El tema transgénero es todavía un gran desconocido para la sociedad?

C.T.- Para la sociedad, en general, no solo es desconocido, sino que es algo extraño. Pero, afortunadamente, cuando las familias entran ahí, lo hacen a fondo. Nosotros empezamos a trabajar con una adolescente, Elizabeth Duval, que ya es mayor de edad, pero cuando empezó a trabajar en el laboratorio era menor y pudo estar ahí gracias a sus padres. Unos padres maravillosos que no tenían información pero que, por amor a su hija, se meten de lleno en esto, y lo transitan. Y ellos mismos salen transformados. Esto también pasa en las familias. Hay muchas familias que no excluyen a sus hijos, sino que luchan por ellos y les acompañan en su tránsito.

T.M.- Hablando de familias, cuando miramos el programa de obras como Cuando deje de llover, Criatura o Y el cuerpo se hace nombre, todas ellas nacidas de la factoría Criatura del Arte, podemos ver que muchos nombres se repiten, como Andrés Waksman, Borja Maestre o Ángela Villar. ¿Es importante la familia artística?

C.M.- Mucho, para mí es algo muy importante. Y también debo decir que es algo difícil de cuidar. No es fácil crecer juntos, no es fácil mantener un vínculo cuidando y respetando la libertad de cada uno. Hay veces que uno tiene que buscar su camino artístico en soledad o tiene que cambiar de familia, para luego volver. Es lo mismo que ocurre en cualquier familia, uno tiene que irse para luego volverse a encontrar. En las familias artísticas también ocurre esto. Yo soy mucho de familia artística, siempre la he buscado. Luego tengo que trabajar en proyectos muy diversos y con gente muy diversa, pero sí es verdad que hay una familia artística que me acompaña y que se hace más grande, y eso me gusta. Y aquí hay gente muy importante en mi vida. Borja Maestre fue alumno mío, lo conocí recién llegado a Madrid, con 18 años. Luego pasó el tiempo, él hizo su vida, yo la mía, y después lo llamé para que me acompañara en todo el proceso de Criatura y aquello nos unió. Ángela Villar también fue alumna mía y ocurrió lo mismo, ella hizo su camino y nos volvimos a encontrar en Cuando deje de llover y ahora está aquí. A mí se me abre mucho el corazón con la gente joven, se crean vínculos muy fuertes, y muchas ganas de ayudarles y acompañarles, porque para mí también fue muy importante que me ayudaran cuando fui joven. Y con Andrés Waksman tengo una relación muy bonita. Los dos nos hemos encontrado en la búsqueda, en la búsqueda más personal, en la búsqueda de la conciencia, del trabajo sobre nosotros mismos. Y es ahí donde hemos empezado a compartir también un camino de búsqueda artística.

T.M.- Hablando de familia artística… (Aparece el actor Jorge Muriel, compañero de Consuelo en Cuando deje de llover.)

Jorge Muriel.- Perdonad, si interrumpo.

T.M.- No te preocupes, ya estamos terminando.

C.T. – Es que estábamos hablando de familias artísticas y apareces tú.

T.M.- (A Jorge.) ¿Algo que decir?

J.M.- (Acercándose al micrófono.) Adoro a Consuelo Trujillo (Risas.)

T.M.- (A Consuelo.)  ¿Llegará un día en que no sea necesario decir «no voy a obedecerte a ti, traicionando mi naturaleza»?

C.T.- Yo creo que nunca llegamos a ninguna parte. Que no llegará un día en que digamos, esto ya está. Yo creo mucho en esto que dice Tolstoi en Guerra y Paz, «hay movimientos de la historia que no podemos justificar con la razón». Hay movimientos en la historia y nosotros estamos ahí. Estamos transitando, nunca llegamos a ninguna parte. Tenemos épocas de luz y de oscuridad, momentos en los que creemos que estamos yendo más allá de lo que hemos ido, pero luego, hay un movimiento de la historia que va para otro lado, y luego para otro. Y de eso habla nuestra pieza, estamos en un continuo tránsito. Lo que sí tengo claro es que, hoy, es necesario decirlo: no voy a obedecerte a ti, traicionando mi naturaleza.

Telón lento… y final.

Juan Mairena / @Mairena_Juan

Fotos Eva Rodríguez

Escrito por
José Antonio Alba
Artículos relacionados
Comentarios
Sé el primero en dejar tu comentario
¡Enlace copiado!