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TEATRO DE LAS AGUAS

Cuando el ridículo se convierte en arma, nadie sale indemne

Ainhoa García Forcada: la metralleta del gag

Lo primero: pido disculpas por el belicismo del título y el subtítulo. Sé que no son tiempos para hacer comparaciones con guerras, pero no se me ha ocurrido nada mejor. Y es que el espectáculo de Ainhoa García Forcada, Mujeres, hombres y gafas de cerca, es a la risa lo que un triatlón al cuerpo o una partida de ajedrez con Kásparov a la mente: no hay descanso. Los gags se encadenan como nucleótidos en el ADN. Si das un sorbo de cerveza, te pierdes por lo menos diez. Ainhoa resignifica el término running joke, que en comedia significa una broma recurrente, pero que ella transforma en una carrera de relevos. Las bromas se pasan el testigo unas a otras con tal rapidez que, al final del show, están todas en la puerta del Teatro de las Aguas bebiendo un Gatorade.

La premisa del espectáculo es sencilla: una mujer llega a la vejez. Algo que se aborda mucho en el stand-up, pero que, por alguna razón, no se ve tanto en el cine. Ainhoa se cree vieja, aunque no lo es; sólo se compara con la Ainhoa anterior. Si se comparase con la Ainhoa del después, saldría ganando, pero el espectáculo tendría menos gracia. La autoparodia es, sin duda, una de las piedras angulares del humor, y Ainhoa la trabaja muy bien. Sale al escenario hecha un adefesio (como todas hemos vuelto alguna vez de fiesta): con las medias rotas, el maquillaje corrido y sin un tacón. Pero no te apiades de ella: este desastre no es casual, es pura estrategia. Ainhoa se ha transformado en un bufón.

Estoy segura de que la imagen del bufón que os ha venido a la cabeza es la de un ser feo y medieval. ¿Os cuento un secreto? Los bufones todavía existen, y podéis ver una los miércoles de octubre (20:30) y los jueves de noviembre (21:00) en el Teatro de las Aguas. Seguro que también os ha venido a la cabeza el dato de que el bufón era el único que podía decir la verdad al rey, y en eso Ainhoa es experta, porque hace del ridículo personal un asunto colectivo: mientras se caricaturiza a sí misma, también ironiza sobre el público que está viéndola, porque, llegadas a una cierta edad, todas compartimos las mismas vergüenzas. Hablamos con ella de algunas de sus vergüenzas, que también son nuestras, pero no haremos spoiler de su espectáculo:

Mujeres, hombres y gafas de cerca es un monólogo que empieza en el tópico, pero brilla por su absurdo, mordacidad e irreverencia. Mejor que la policía de la ofensa no se acerque al Teatro de las Aguas, porque allí el humor es ilimitado.

Un último consejo: a la pregunta de Ainhoa sobre si sabéis lo que es un bukake, mejor contestad que no.

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Escrito por
Licenciada en teatro gestual por la Real Escuela Superior de Arte Dramático.
Soy graciosa para alguna gente; para otra —por suerte no para mis padres—, bochornosa.
Voy a dos clubes de lectura al mes, donde discuto ferozmente mis posiciones literarias con las señoras de sesenta años que los frecuentan.
Se me da muy bien juzgar, según mi criterio.
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