“Este es el LP negro de Serrat. Es todo negro, con una foto en el centro de Miguel Hernández”. Este es el recuerdo que tiene mi madre de comprarse el álbum que sacaba el noi del Poble Sec poniendo música a los poemas del poeta oriolano. Era 1972 y “también me acuerdo de uno anterior, el rojo, dedicado a Antonio Machado. Me compré todos los que salieron”. En esa década, Trinidad vivía su veintena, la misma que ahora disfruta Daniel Ibáñez, actor protagonista de Para la libertad en el Teatro Infanta Isabel. Dos generaciones nos hemos sentado en la butaca a disfrutar de este montaje que recorre la vida del poeta desde Orihuela, pasando por Madrid, Rusia y París hasta su cruel muerte en una cárcel, lejos de su mujer y su segundo hijo, al que dedicó uno de los poemas más estremecedores de la historia, Nanas de la cebolla.
Si en la década de los 70 del siglo pasado aquel LP significó rescatar los versos de Hernández del olvido aún viviendo en una dictadura, en 2024 es intentar que la palabra gane a las guerras, a los fascismos y a la censura. A saber. Para ello, esta propuesta cuenta con la dirección de Gabriel Fuentes y con la dirección escénica de Daniel Molina. Y para conocerla más de cerca, nos tomamos un café con Ibañez, protagonista indiscutible que comparte escenario con Eva Rubio y Pablo Sevilla, un trío que consigue acercar al público la vida de otra época, en un momento en el que mirar hacia atrás puede hacernos repetir errores o aprender a esquivarlos.
¿Cómo llegas a este proyecto? ¿Desde dónde partís?
Parte de la cabeza de José Velasco, de Okapi producciones, y se dio la confluencia de que me ofreció el papel y Serrat tuvo la idea de apadrinarnos, de apadrinarme. A partir de esa pequeña locura inicial, se va desarrollando todo y decido meterme en el proyecto. Partíamos de los textos de Miguel Hernández y la biografía de José Luis Ferris, bastante faro en algunos episodios. Hemos pretendido hacer una especie de prosa poética y después, como si fuera un 8½ de Fellini, se han ido enhebrando distintos episodios de su vida, potenciados por las canciones de Serrat.
¿Cómo es ese viaje cada noche?
Es algo fascinante, la verdad, y muy difícil de definir porque es como cuando intentas explicar un sueño que tiene toda una pátina de nebulosa y no eres capaz de descifrar porque son sensaciones. Es un gusto poder trabajar al lado de Eva Rubio y Pablo Sevilla, un orgullo y un honor. Y, por supuesto, Daniel Molina logra para mí algo muy complicado que es que, a ratos, a alguien se le pueda olvidar Serrat y pueda entrar dentro de este viaje, al margen. Pretendíamos, sobre todo Gabriel Fuentes, que, a través del montaje, la historia tuviera muchísima luz y no fuera algo que la gente asociara, obviamente, al destino indefectible del poeta.
Tengo muy clara mi historia con Serrat y Miguel Hernández gracias a mi madre, ¿cuál es tu nexo?
A lo mejor hay cierta similitud con el tuyo. Espero que lo haya. Mi historia comienza en un coche, yendo a un cine de verano con mis padres. Yo tendría aproximadamente 10 años, incluso algo menos. Y de repente, suena un hombre con un trino en la voz muy particular y resulta que es este disco de Miguel Hernández. En concreto, suena Para la libertad. Mediterráneo quizás la habría escuchado antes, pero no la recordaba tanto. Y fue para mí la primera vez que se me quedó en la impronta esta música de Serrat. Y tenerle delante hace poco fue algo muy especial y que no te suele suceder en la vida. Casi que me temblaban un poco las piernas. Fue muy cariñoso y nos acogió muy bien.
¿Qué compartes con Miguel Hernández: la esperanza o el miedo?
La esperanza, sin duda.
Cuando comentaba que iba a ver esta obra, la gente me decía que es una obra de rojos y que en el público solo estaríamos gente de izquierdas. No me gustaría que este mensaje calara y quiero imaginar que, por ejemplo, en el último concierto de Serrat en Madrid, había gente de muchos partidos políticos. ¿Te gustaría o no que esta obra tuviera esa etiqueta política?
Creo que lo político está siempre en la vida de todos porque la política es la vida. Me encantaría que no, que no se encasillara, porque en esta obra creo que se está contando una historia que tiene que ver con la tenacidad, con la luz y con la esperanza y eso es algo que nos atañe a todos, al margen y sin el menoscabo de cualquier ideología. Es algo que deberías mantener y que a todos nos interpela; esa necesidad de mantener tu identidad y en lo que tú crees, a pesar, muchas veces, del exterior. Y esto es algo con lo que cualquiera nos podemos identificar. Está claro que este hombre resistió porque creía en algo, en la belleza, en un momento en el que se le tachó de loco. Era cabrero como bien se sabe y, en ese mundo, no cabía que tú pudieras ser un defensor de la belleza y de la poesía, del amor y de otros muchos conceptos que surgen en la obra. Y para mí, todo eso permea cualquier tipo de ideología. Creo que vas a ver la historia de un hombre que defendió la belleza por encima de todo.
Con canciones que están tan presentes en la memoria colectiva, ¿crees que ahora es diferente el imaginario o la información que se tiene de Miguel Hernández con respecto a la que tú y yo hemos ido teniendo?
Sé cómo me llegó a mí; de una manera un poco coyuntural y breve y, por lo que sé de generaciones anteriores, les llegó de manera más escasa. Creo que es un poeta que, aunque no tiene para nada la categoría de menor, sí se ha tratado a veces así. Y creo que ha sido un silencio que ha tenido un eco de generaciones, ya que, en su momento, se pretendió silenciarle, siendo uno de los mayores poetas de la historia de nuestra literatura, a tenor, por supuesto, de Lorca, que ya tiene su pódium en la historia. Serrat se encargó de sacarlo de ese olvido para traerlo a la memoria de todos y ver que estamos delante de un titán, de un gigante de la poesía y en mucho menos tiempo y con muchísimas menos posibilidades que cualquiera de sus coetáneos o congéneres en tiempo y espacio. Y eso tiene un valor porque si a todos se nos encoje el alma pensando hasta dónde podía haber llegado Amy Winehouse, a todos se nos puede encoger el alma pensando dónde podía haber llegado Miguel Hernández y lo que ya hizo, aun muriendo con 32 años. Es un corredor de sprint, prácticamente, dentro del arte. Y me admira cómo alguien pudo hacer un periplo vital tan extenso en tan poco tiempo. Hizo un viaje existencial muy complejo y propio de una mente muy brillante, en mi opinión, y muy preclara.
Miguel Hernández no sería Miguel Hernández sin amigos como Sijé, sin su mujer Josefina y sin sus dos hijos, uno de ellos muerto por hambruna. Creo que este es el típico personaje que no puedes prepararte en soledad y que conseguís un vínculo increíble los tres en escena. Así que te pregunto, ¿qué fue lo más complicado de ensayar?
Los tres nos conocíamos y ha habido un trabajo hecho, en ese sentido. Es cierto que Eva y Pablo tienen mucho talento y cuando tienes eso, de repente, como que las cosas parecen más fáciles y lo único que te queda hacer es no quedarte embobado mirándolos trabajar, cosa que me pasa muchas veces. Lo que más nos ha costado sería concebir el cómputo de una historia un poco compleja y con muchos elementos. No es un musical, sino una obra de teatro que tiene canciones, y no ceñirte demasiado a los rasgos biográficos y contar realmente esto, ver cómo impulsar la trama. Eva, entre varios personajes, representa a Josefina, quien preserva el legado de Miguel y sin la que no sería posible, probablemente, conocerlo y la que tuvo más tenacidad para decir “no, no os vais a llevar esto, es nuestro. Va a ser para los hijos de nuestros hijos” y me gusta destacar esto.
«Estamos delante de un titán, de un gigante de la poesía»
En el fondo, este es un montaje que cuenta la vida de Miguel Hernández, pero que debajo tiene una historia universal; un muchacho de provincia que quiere dedicarse a su pasión en la capital y formar una familia. Y no me parece que se distancie tanto de nosotros y nosotras ahora, aunque en el tiempo nos quede muy lejano.
Absolutamente y sus pretensiones no son tantas. Su intención no era más que la de “vivir en paz en la pobreza sencilla”. No quería más y eso le convirtió en un animal político de golpe y él defendía valores que hoy en día podíamos defender, como la búsqueda de la belleza o de la paz.
¿Cuál es tu momento favorito de la obra?
Tengo varios, pero te diría el encuentro con Ernesto Giménez Caballero y Maruja Mallo, un momento muy cómico, de mis preferidos.
Hay algo de herencia en el montaje que me llama mucho la atención. ¿Qué crees que podremos dejar nosotros, tú y yo como generación, qué estamos construyendo?
Hay una anécdota que me impresionó bastante al comienzo de ponerme a recabar información sobre él que fue que todo el mundo destaca su mirada, una mirada de asombro. Y que, cuando falleció, no se le pudo cerrar los ojos. Probablemente, la situación más pedestre te diría que era por algo relacionado con la tiroides, pero eso quedó como un mito. Y lo que le podemos trasmitir a las personas que vengan es la capacidad de asombro, que no la pierdan nunca, y la curiosidad. Porque es un hombre que estudió inglés en la celda; no tenía límites o, por lo menos, él a sí mismo no se los imponía. Es como a Sócrates que, a punto de matarle con cicuta, le preguntaron por qué estaba aprendiéndose una nueva melodía y decía que por saberse una nueva antes de morir y ya está. El saber por el saber es algo que no podemos perder porque nos convertimos en autómatas.
Viendo esta obra y tantas propuestas que recuperan figuras como la de Lorca, en Lorca por Saura o Una noche sin luna, o la de Antoni Benaiges en El maestro que prometió el mar, no paraba de pensar que, en algún momento, también se deberían recuperar las historias de las mujeres. Por ejemplo, me parece que en Josefina habría una historia muy importante y muy potente que contar también.
Alberto Conejero rescató la figura de Josefina en una obra y estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas. Creo que deberíamos acostumbrarnos a incluirlas en estas historias en las que siempre queda bien tener un héroe y este siempre es masculino. Aquí, la figura femenina es fundamental en esta probeta del arte y la belleza. No solo reivindicarlas sino crear historias e investigar más sobre ellas. Es importante y se ha hecho muy poco. Este es un momento muy dulce para empezar a hacerlo y poner el foco en eso.
¿Cómo te relacionas tú con la palabra libertad? ¿A qué te suena o qué significa para ti?
Para mí la palabra libertad significa que alguien tenga el tiempo suficiente en su vida para poder plantearse qué es la libertad. Y creo que eso es algo complicado si desde luego no tienes para comer, como le pasaba a Miguel en aquella época, o si te tiras todo el día trabajando y sin tiempo para poder plantearte ni sentir nada. Creo que la libertad es eso, poder disfrutar de un momento de asueto con tus amigos y poder amar, elevar el espíritu más allá de ser un autómata.
Este proyecto celebra la vida y obra del poeta Miguel Hernández, ¿qué te gustaría celebrar ahora tú?
Pues este canto a la belleza. Ahora, quizás, estoy en un momento en el que lo veo todo con un halo más esperanzador y pienso que todo con una sonrisa entra mejor. Todo lo que se tiñe como de gravedad me genera una cierta desconfianza porque creo que, como nos olvidemos, como decía Chaplin, de mirar las cosas desde una cierta distancia, aparece el peligro. A la vez que nos devolvemos la proporción, deberíamos poner un ojo analítico en las cosas y ver dónde hay que profundizar, pero siempre con una sonrisa y con el ánimo de asombrarnos. Esto es lo que celebraría.
¿Qué tipo de espectador de teatro eres, qué te gusta ir a ver?
De todo, la verdad, mientras conecte con lo que hay y vea una cierta honestidad en lo que se está planteando. No tengo cortapisas.
«El saber por el saber es algo que no podemos perder porque nos convertimos en autómatas»
Test final: ¿Qué canción escucharías en las siguientes situaciones?
Antes del estreno de una obra: Ain’t No Mountain High Enough (Marvin Gaye y Tammi Terrell) / Mi gran noche (Raphael).
Primera cita: Let´s dance (Bowie) / Bailar Pegados (Sergio Dalma).
Noche de fiesta con amigos: Dancing Queen (ABBA) / Noche Ochentera (Vicco).
Celebración familiar: Saturday Night (Whigfield) / Mi música es tu voz (OT 2001).
Cuando estás de bajón y quieres mantenerte ahí un rato: Let it be (The Beatles) / La chispa adecuada (Héroes del silencio).
Cuando estás de bajón y quieres animarte: I will survive (Gloria Gaynor) / Nada fue un error (Coti).
Cuando tu madre hace croquetas: Love Is in the Air (John Paul Young) / Te quiero, te quiero (Nino Bravo).
Para tomar decisiones importantes: Show must go on (Queen) / Despechá (Rosalía).
Para empezar las vacaciones: Girls just want to have fun (Cyndi Lauper) / Despacito (Luis Fonsi).
“Me van mucho los clásicos. Hay dos fuerzas aquí; el anciano que llevo dentro para determinadas canciones y mi juventud. Y Nino Bravo siempre”, termina de explicar Daniel. Y doy fe. Al principio de la entrevista, al preguntarme si podía repetirle mi nombre, le dije “Amanda, como la canción de Víctor Jara” y ha sido la primera persona menor de 30 que ha ubicado a la perfección al cantautor asesinado en un estadio de fútbol. Pero esa, quizás, es ya otra historia.
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