Después de cinco años llevando su espectáculo Dos machos verdes fritos por bares y teatros de Cataluña, por fin, tenemos la oportunidad de ver a David Verdaguer en los escenarios madrileños. Una oportunidad no solo para disfrutarle en el teatro, ¡ya era hora!, sino que además le veremos interpretando un rol que nos descubrirá su lado más cómico y musical. Pero no lo hace solo, Óscar Machancoses le acompaña al piano en este encuentro canalla entre dos hombres abandonados que se curan las heridas a base de música y gin-tonics.
Desde Teatro Madrid hemos querido encontrarnos con ellos y aprovechar su estancia en la capital para que nos hablaran del show y las sensaciones ante esta primera vez fuera de Cataluña.
Teatro Madrid.- Dos machos verdes fritos, ¿de dónde sale este título?
Óscar Machancoses.- Teníamos el precioso referente femenino de Tomates verdes fritos y nos dimos cuenta que carecíamos de esos referentes. Las chicas tenían Sex and the city y series así, pero nosotros no teníamos la inteligencia emocional suficiente para hablar de estas cosas, así que de ahí surgió.
TM.- Bueno, quizá el equivalente a esas escenas que vemos en pelis de las amigas que se inflan a comer helado y a contarse las penas, se traduzca a una barra de bar, música y gin-tonics, ¿no?
David Verdaguer.- ¡Oye! ¡Qué bien contado! (Risas) El espectáculo no pasa en la barra de un bar, pero si es esa cosa de piano-bar. Óscar está en el piano y hablamos. Es una cosa rara de función. ¿Es un monólogo de Stand up? Sí, ¿Hay una dramaturgia donde el personaje empieza de una manera y acaba de otra, que eso no pasa en un monólogo de stand up? También ¿Es música? Sí ¿Es teatro? Sí ¿Es un concierto? Sí. Pero en realidad no es nada de todo eso. Es un poco como la ESO, que tocan un poco de todo, pero no hacen nada ¡Pues eso es un poco lo que hacemos!
TM.- ¿Y esa es la sensación que se va a llevar quien vaya a veros?
DV.- ¡No! La gente se lo pasa de cojones, es un espectáculo que habla sobre los machos en las relaciones y quien acaba riéndose más son las mujeres ¡Pero mucho más! Porque nos ponemos a la altura del betún.
TM.- Contadme sobre los inicios de Dos machos verdes fritos.
OM.- En un momento bastante bajo de nuestras vidas, habíamos hecho una obra juntos, esa compañía murió y encima nos dejaron nuestras respectivas parejas. Como no teníamos con quién hablar, empezamos a beber y dijimos “Oye, ¿por qué toda esta mierda que llevamos encima no la somatizamos en plan espectáculo y así, contándolo, a lo mejor salimos del agujero y nos lo pasamos un poco mejor?” y decidimos hacer un espectáculo con un hilo argumental de canciones en el que hablamos del desamor, ahí empezamos a vacilar con el tema de la dramaturgia, le dije “¿Somos dramaturgos? ¿Directores exquisitos? ¿Intérpretes que ni los del método? ¿O realmente somos dos colegas haciendo el gilipollas?” ¡Pues eso! Somos dos colegas en el escenario haciendo el gilipollas.
DV.- De manera muy seria y muy profesional, pero haciendo el gilipollas.
TM.- De bares al Teatre Lliure, eso es un señor recorrido ¿cómo ha sido la trayectoria del show?
OM.- Lo que pasa que no hemos hecho temporadas largas. Empezamos a hacerlo en un momento en el que David todavía ni tenía premios ni películas, ni teatro… ¡No tenías nada!
DV.- Teatro sí. Ah! No, cuando empezamos, no. No tenía trabajo.
OM.- Estabas muy jodido, acuérdate. Entonces hacíamos bolos sueltos y luego, cuando empezó a despegar como famosete, pues lo hacemos en los huecos en los que le deja la industria. La verdad que en estos 5 o 6 años no habremos hecho más de 40 bolos, serán como 8 o 10 al año, lo que pasa que como el formato es lo que es, lo hemos hecho desde antros de mala muerte hasta en teatros grandes como el Lliure.
DV.- Nuestro caché va desde dos cervezas hasta millones de euros. Nos lo pasamos de cojones haciéndolo, es como volver a casa después del curro. Es verdad que en seis años el espectáculo ha cambiado mucho. Empezó como un espectáculo más cortito, más de canciones, luego hubo un momento en el que el monólogo se alargó mucho y había que cortar canciones y ahora creo que está en el punto justo, está en el equilibrio entre monólogo y canción. Se han quedado los gags y los chistes que tienen que estar, el ritmo que tiene que ser… claro, como no tenemos director de fuera porque nadie quiere dirigirnos, pues se ha hecho un poco a medida y ahora estamos en una buena edad.
TM.- ¿Dejaríais que alguien os dirigiera ahora?
OM.- Lo hubiéramos agradecido, pero…
DV.- ¡Ya es tarde!
TM.- ¿Varía en algo esta versión que vamos a ver totalmente en castellano con la bilingüe que hacéis habitualmente?
DV.- Llevamos tres o cuatro semanas currándonos la traducción. Los dos somos bilingües, evidentemente. Mí familia parte son andaluces y parte catalanes. Quiero decir que en ese sentido no ha habido mucho cambio. Ha habido más cambios a lo largo del tiempo que a la hora de traducirlo.
OM.- Es bilingüe porque entre nosotros hablamos en castellano. Yo soy de Euskadi y las canciones son en castellano y cuando él se dirige a mí, hablamos en castellano y ahora, pues mira, vamos a traducirlo al castellano ¡Trayendo un poquito de pacificación territorial!
DV.- Sí, toda la parte del monólogo se ha traducido al castellano. Había algunos juegos de palabras que funcionaban en catalán que hemos cambiado para la ocasión, o algún referente concreto, pero muy poquita cosa. La verdad que al hablar de amor, si habláramos sueco, funcionaría igual.
TM.- Habláis del desamor y la música, parte indispensable del show, suele ser la mejor forma de canalizarlo y expresarlo, ¿cómo se utiliza aquí?
OM.- Siempre nos ha gustado ir de fiesta con un piano de por medio, ir al bar de algún colega y acabar cantando canciones. Esto nació porque queríamos hacer un espectáculo pasando por las canciones. Casi vinieron antes las canciones que la idea. Vino la idea del amor y el desamor porque nos gustaban los boleros, las canciones de Nat King Cole, las canciones de los 50, de Machín y pensamos “¿Qué podemos hacer para pasar por aquí?” y ya que todos los boleros hablan de amor y desamor, pues apareció el tema y fuimos cogiendo canciones adaptándolas y componiendo alguna propia, pero la idea primigenia fue la música.
Teníamos el referente del Gran Wyoming y el Reverendo, nos gustaban muchos sus canciones. Pero ellos no tenían una dramaturgia y nosotros sí, queríamos hacer algo así, pero salió una dramaturgia cerrada.
TM.- Es la primera vez que traéis el espectáculo a Madrid ¿Por qué habéis tardado cinco años?
OM.- La verdad que La Tropa -Productora del espectáculo- tuvo la valentía, la osadía y la generosidad de decir “¿y esto en Madrid?”
DV.- Nosotros ni nos lo planteábamos, pero después dijimos “¡Coño, claro! ¡Qué tontos somos! ¡Vamos a probarlo!” Estamos con la ilusión de perder la virginidad, pero también con la tranquilidad y el bagaje de que ya hemos hecho el amor en sitios muy raros. Como decía Millán Salcedo: “Que España no se acaba donde comienza el mar, ¡hay barcas pa’seguir!” ¡Es muy grande!
Es verdad que si estuviéramos programados, por ejemplo, todos los jueves, el boca oreja funcionaría. No somos Leo Harlem o Dani Rovira, pero espero que los que vengan, sean 20 o 500, salgan contentos y la recomienden.
OM.- De hecho la gente conoce a David como actor dramático, un poco llorica, pero yo creo que es mucho mejor cómico.
DV.- Bueno, en Cataluña me conocen más como cómico.
TM.- Sí, es un poco como a la inversa, ¿no? En Cataluña tienes la imagen de cómico y de repente en cine te ven en 10.000 kms y Verano 1993 y aquí te conocemos más por tus papeles en cine y ahora descubriremos esa vis cómica.
DV.- ¡Claro! Aquí no me conoce nadie y de repente me conocen como actor dramático. ¡Que lo soy!
TM.- Me da que vosotros no os cortáis mucho en escena, no ponéis demasiadas barreras a vuestro sentido del humor, ¿no?
OM.- No tenemos muchos filtros a la hora de hacer el espectáculo, ni de autocensura. Nos gusta reírnos de todo, pero es que de quien más nos reímos es de nosotros mismos. Puede haber cosas sexistas, pero al final los que más pillamos somos nosotros.
DV.- Va más contra el macho, ahí es donde está la broma. ¿Tú nos ves? De machos tenemos poco.
OM.- La gente nos pregunta “¿Es un espectáculo machista?” “Sí, sí, somos Arévalo y Bertin Osborne repartiendo con la copa de coñac en la mano”
DV.- ¡Al contrario!.
OM.- Cuando comenzamos el espectáculo pensábamos “Oye, igual aquí las tías se enfadan” y al final vienen más mujeres a vernos y se ríen mucho más ellas.
DV.- En realidad hablamos de cómo nos sentimos nosotros. Como intentamos superar el desamor nosotros. Hablamos de que los hombres lo pasamos igual de mal. De machos nada ¡y menos alfa! Se juegan con los clichés y se desmontan en el minuto uno. Creo que es lo bueno del espectáculo.
TM.- Viendo las reacciones que está habiendo contra algunos artistas y su forma de expresarse, ¿creéis que se os machaca más a los cómicos en este aspecto porque sois un blanco más fácil?
DV.- Estamos en un momento delicado con la libertad de expresión y la ley mordaza. Libertad de expresión no es decir lo que quieren que digas. Ya basta de meterse con los cómicos o los cantantes, ¡es una broma! Hay que preocuparse de la gente que lo dice en serio y ojalá estuvieran en la cárcel. Si hago una broma sexista, racista o de humor negro, no quiere decir que piense eso, es más, muchos chistes sirven para denunciar eso. Es una broma “sobre”, no estoy hablando de eso. El humor te pone a una distancia concreta para verlo un poquito desde fuera y criticarlo. “No me ha gusto” “Vale, no te ha gustado”… “No estoy de acuerdo” “Vale, no estés de acuerdo, pero es una broma”… “No me hace gracia” “Perfecto, pero es una broma. Una mala broma en tu caso, pero una broma”… Cuando la gente entienda eso y dejemos de cogérnosla con papel de fumar, creo que iremos un poquito mejor.
Creo que se puede hacer bromas de todo, la cosa es con quién y dónde. No hagas una broma sobre muertos en un entierro, pero ¿puedes hacer una broma sobre muertos? Evidentemente, ¡faltaría más! Y más en España, que tenemos la capacidad increíble de reírnos desde el minuto tres. Pasa algo en España y al momento las redes están repletas de bromas sobre eso, ¡y eso es maravilloso que exista!
OM.- Ahora por los tuits te llevan al talego. Hay palabras como la manada, el chicle o ciudadanos que están secuestradas…
DV.- Es un problema que la balanza siempre se decante para un lado en la libertad de expresión, depende de quién haga el comentario tiene unas consecuencias u otras y eso es lo que me molesta.
TM.- ¿Varía mucho la forma de trabajar este espectáculo a las puestas en escena más al uso en las que sueles trabajar?
DV.- Este es un proyecto mucho más personal. Yo nunca me he atrevido a hacer una dramaturgia, no me he atrevido solo. La dramaturgia es de este señor y mía. Lo bueno para los actores es que, con un espectáculo como este, dejas te tomarte tan en serio en el sentido de que igual de actor es el monologuista que el actor que hace Shakespeare o Lope de Vega. En América saben mucho de eso, un tío que es un actor de la leche hace una serie estupenda, luego hace un anuncio y luego hace una autoparodia en un late show. Es decir ¡No pasa nada! eres actor y puedes hacerlo todo. Aquí es como “No, este para comedia”, es más de productores esto, ¿no? “Este no canta” “Este me llena tal” “Este tiene tantos followers y no sé qué”… Falta un poco de quitarse importancia. Ya no digo de hacerlo bien, si no de quitarse importancia. En este espectáculo Óscar es como un Pepito Grillo-Hooligan que me quita importancia porque yo, te lo digo en serio, antes del espectáculo me pongo verde.
OM.- ¡Eso es verdad! Pasa por la hepatitis, se pone amarillo y luego hay momentos que llega al verde.
DV.- Me pongo muy nervioso. Cada año paso más angustia. Empiezo cagao y a la segunda canción ya estoy relajado.
TM.- ¿Te veremos más a menudo por los escenarios de Madrid?
DV.- En Barcelona he hecho más de treinta obras de teatro, pero aquí solo hice El Caballero de Olmedo dirigido por Lluis Pasqual en el Pavón porque era una producción del Lliure, pero de momento no. Sí que hay algo el año que viene, pero será en el Lliure.
Texto José Antonio Alba
Fotos Emili Puig