‘Descarriadas’, un drama rescatado a ritmo de rock.

José Antonio Alba

Laila Ripoll escribe Descarriadas, un texto protagonizado por Luna Paredes que pone cuerpo y voz a mujeres que vivieron encerradas en una España que las ignoraba.

Descarriadas. Pero no cómo las ovejas que se pierden. Estas decidieron irse por otros senderos distintos a los establecidos, y lo pagaron.

Luna Paredes protagonizada un texto de Laila Ripoll dirigido por Paloma Rodera. Descarriadas es el título y también el adjetivo que recibían las mujeres que toman la voz a través de este proyecto escénico que nos lleva hasta un drama no tan lejano: los abusos realizados por parte del Patronato de Protección a la Mujer, en nombre del Ministerio de Justicia, durante los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición.

Toda historia tiene su comienzo, y el de Descarriadas está en una exposición en la que participó su directora, Paloma Rodera. En aquel encuentro artístico volvió a la luz el drama de los bebes robados o las mujeres internadas en centros contra su voluntad.

Cuando una realidad pellizca, lo mínimo que puedes hacer es seguir indagando. Y lo hicieron. Un proceso de documentación que incluyó lecturas, visionado de documentales y unas intensas entrevistas con protagonistas reales dieron lugar a centenares de hojas con algo que gritar.

Las Descarriadas llegaron hasta Laila Ripoll a través de Luna Paredes y esta función empezó a cobrar vida. “Laila es de las pocas personas que hablan de memoria histórica en nuestro teatro, fue mi maestra y sabíamos que todo lo que escribiera sería maravilloso” Luna Paredes tuvo claro que Descarriadas necesitaba el toque critico y humano de Laila Ripoll, y la dramaturga no dudó en poner palabras a esta triste – y cercana- realidad.

“El personaje de Descarriadas tiene exactamente mi misma edad y, de alguna manera, es una de las muchas chicas que vivían en mi barrio, que iban a mi instituto, que se relacionaron conmigo en aquella época. «Paloma» (la protagonista de la obra) tiene mucho de mí y de lo que le tocó vivir a mi generación. La amenaza del reformatorio estaba siempre en el ambiente, era algo familiar, una especie de «coco» que nos rondaba a todas. Una amiga del instituto desapareció de la noche a la mañana y siempre existió el rumor de que sus padres la habían llevado al reformatorio de San Fernando de Henares.”

El Patronato de Protección de la Mujer quiso poner carriles a las mujeres españolas hasta 1985. Diez años después de que la democracia llegara a nuestro país, seguían existiendo Centros de Observación y Clasificación donde, a través de instituciones religiosas y en la mayoría de los casos con consentimiento paterno, se decidía cuál era la desviación de las jóvenes: ideología de izquierdas, un embarazo, tatuajes…

Luna Paredes pone énfasis en la importancia que la música tiene para su personaje. De hecho, el escenario de la obra es un concierto de rock. ¿Por qué?

“La transición no fue el camino de rosas que nos cuentan. Fue una época muy convulsa, muy politizada, muy violenta, con muchos muertos y también muy musical. La música era algo permanente, muy presente en nuestra vida. Y también las drogas y la adicción con la que en algunos barrios, no necesariamente deprimidos, convivíamos a diario, con todo lo que eso conlleva. También la violencia. Todo eso aparece en el texto: Janis Joplin, Patty Smith, Triana, Jethro Tull, AC-DC, Bob Dylan, Pink Floyd, era la música que algunos escuchábamos…”, explica Laila.

Descarriadas es el resultado de un trabajo de documentación donde Luna Paredes y Paloma Rodera han estado en contacto directo con las historias de mujeres reales, con su dolor, su pasado, su presente.Con escenografía de Laura Ferrón, arreglos musicales de Irene Maquieira y diseño de iluminación de Sergio Balsera, Descarriadas es un grito que nace ante la necesidad de contarle al espectador qué sucedía con algunas mujeres en unos años donde se celebraba el “cambio”.

Descarriadas es una historia que removerá conciencias y que escocerá. Es una cita con el teatro para escuchar, tararear, abrirse a la rabia y dejarse noquear.

Texto Iduna Ruiz

Fotos Raquel Rodríguez

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