El embrujo del Teatro de Objetos

José Antonio Alba

Regresa a Madrid el espectáculo La máquina de la soledad dentro de la programación CiudaDistrito. Dentro del Ciclo Titerescena del Centro Dramático Nacional, llegan los Teatri Mobili con Antipodi y Manoviva.

Estos montajes coinciden con los talleres impartidos en el Nuevo Teatro Fronterizo por Shaday Larios y Xavier Bobés. Ellos, junto a Jomi Oligor, son los integrantes de El Solar: Agencia de detectives de objetos y acaban de estrenar en Berlín Tagebuch zwischen den Zeilen /Diario entre líneas.

Este noviembre, Madrid se rinde al embrujo del Teatro de Objetos.

La cita es una casa de vinos que anteriormente fue salón de belleza. Nos encontramos en el distrito de Friedrichshain-Kreuzbergen, en la zona este de Berlín y estamos a punto de descubrir la última propuesta de El Solar: Agencia de detectives de objetos.

El espectáculo, que nace en vísperas de los treinta años de la caída del Muro, es el tercero de la agrupación que forman Jomi Oligor, Shaday Larios (Oligor y Microscopía) y Xavier Bobés. Antes del que nos ocupa, ya resolvieron los casos Primer álbum  en Temporada Alta, y Cuaderno de campo en el Festival Grec. Ahora se enfrentan a este Diario entre líneas. El espectáculo forma parte del Festival Internacional de Teatro de Objetos Theater der Dinge, en el Teatro Schaubude, en Berlín.

Para ello, a los tres detectives habituales se les ha unido en esta ocasión la alemana Anya Deubel, quien asume funciones de intérprete en todos los sentidos del término. Los cuatro han pasado los últimos meses “derivando” por la ciudad, acopiándose de los objetos y sus memorias  en almonedas, baratillos, tratando de “resolver el caso”. Finalmente, a fuerza de azar y de atenta mirada, han configurado un espectáculo de cuidadísima factura y de alto vuelo poético.

Para descubrirlo, regresemos en este punto a la sala de vinos. Allí unas treinta personas ocupamos las sillas, taburetes y sillones que bordean la sala principal de la casa de vinos. Se escucha ante todo alemán, pero también francés, inglés y castellano en las breves conversaciones de los otros espectadores; las voces llegan atemperadas hasta el susurro por la penumbra cómplice y la cercanía imprevista de los unos con los otros.

Ya acomodados, apreciamos en el centro de la sala lo que parece una instalación de objetos: mesas, muebles, álbumes, un tren eléctrico, piezas de vajilla, etc. Como un laberinto que nuestra mirada nunca terminara de recorrer o un cajón de maravilla que pareciera no tener fondo; la instalación no dejará de transformarse y sorprendernos durante toda la función.

Son centenares de objetos los que aparecen y desaparecen de la instalación central y de cada uno de los rincones del salón. Así, de repente se ilumina una máquina de escribir en la que no habíamos reparado hasta ese momento, o desciende sorpresivamente del techo una bolsa de tela que estaba allí colgada y que encierra una historia, o aparece un paquete misterioso en la mesita que tenemos delante. También los cuatro detectives aparecen y desaparecen por cada recoveco del espacio, que a estas alturas tiene ya algo de salón mágico de espejos, de sala nigromante.

Son muchos los nombres que debemos desplegar para referirnos a un espectáculo tan singular como híbrido. Es, sí, fundamentalmente un Teatro de Objetos, pero explora las potencialidades del Site-Specific (enclavijándose no sólo físicamente sino temáticamente en el territorio y el espacio en el que sucede), y deriva hacia el Teatro Documento e incluso el Teatro de Sombras. Hay lugar para la risa, para el apunte poético, para la indagación filosófica, para la Historia y para las intrahistorias. También para el brindis, estamos en una casa de vinos. Seguimos aquí y la vida no admite un solo género.

En uno de los más bellos momentos del espectáculo, el trenecito avanza sobre las mesa sorteando el bosque de miniaturas; durante el recorrido las luces del ferrocarril de juguete iluminan los objetos, proyectando sus sombras por las paredes de la sala de vinos.  “Absentes adsunt” mandó grabar Victor Hugo en la silla principal de Hauteville House. “Los presentes están ausentes”. Un bella fantasmagoría, una divisa certera sobre nuestra fugacidad. Víctor Hugo se sentaba en esa silla para recibir a las visitas en esos años de exilio. Porque ocupamos una ausencia y seremos ausencia. Recordé estas palabras en latín al ver las sombra de los objetos de la república desaparecida en la casa de vinos, bebiendo vino en una copa de la RDA. Habrá una silla vacía de nosotros, una taza huérfana de nuestras mañanas, un cajón que ya nunca abriremos.

La máquina de la soledad, la obra de Oligor y Microscopía que podremos disfrutar en la programación de CiudaDistrito, es un homenaje al objeto-carta y también al correo postal. Uno de los detonantes principales del espectáculo es la correspondencia de una pareja mexicana en 1900 que los creadores adquirieron en un mercado de antigüedades. A partir de ése y otros hallazgos, se despliega un universo íntimo que cuestiona las límites entre la realidad y la ficción, el presente y el pasado, las palabras y el amor. Un viaje de ida y vuelta, una misma historia de amor que sucede en diferentes cuerpos, en diversos tiempos, en distintas geografías. Como escribió Cernuda: “No es el amor quien muere / somos nosotros mismos” y queda el alma de los objetos, aquellos que habitualmente consideramos inanimados, para contarnos lo que fuimos y lo que seremos.

Hay, sí, toda una metafísica de los objetos cotidianos en todos los espectáculos mencionados. De todo esto nos habla Shaday Larios en su libro Los objetos vivos. Escenarios de la materia indócil, una fantástica puerta de entrada a las poéticas del Teatro de Objetos. En sus páginas descubrimos los “mnemoobjetos”, objetos cargados de memoria, que nos interpelan  si nos detenemos a mirarlos y a escucharlos. Otros objetos ya han desaparecido y son “objetos ausentes”, pero en su ausencia nos interpelan tan elocuentes como cuando estuvieron entre nosotros; hay además residuos matéricos, escombros poéticos, vestigios de las grandes catástrofes y también de las cotidianas. Son los objetuarios de la ausencia.

Hay en la posible inmortalidad de una tacita de café una verdad que nos persigue.Así es la materia indócil. Para los interesados en descubrir este universo, Nuevo Teatro Fronterizo ha organizado sendos talleres con Shaday Larios y Xavier Bobés. (Accede a la información completa pinchando sobre los nombres)

Por último, este mes de noviembre llega a Madrid el teatro ambulante de Teatri Mobili con dos espectáculos y una muestra de sus “teatrini emozionali”, cajas autómatas electromecánicas para un solo espectador. La compañía está formada por la familia teatral Girovago e Rondella y la Compagnia Dromosofista.

Los espectáculos que nos presentan son Manoviva y Antipodi, y tendrán lugar en un camión y en un autobús urbano. Como en los espectáculos de “El Solar”, el aforo ronda la treinta de espectadores, aunque aquí podamos ver niños junto a sus padres. Los dos títulos, de una media hora de duración, emplean las sombras, teatro físico, objetos (fundamentalmente miniaturas), títeres y música en directo.

Un teatro itinerante, que hunde sus vivas raíces en el arte de los carromatos desde una mirada contemporánea. Ellos son una gangarilla nómada, heredera de aquellas de la Commedia, actores y artesanos que nos ofrecen un teatro tan popular como poético.

Texto Alberto Conejero

Escrito por
José Antonio Alba
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