Jean Valjean no era celíaco. O no que él supiese. Desde luego, tenía otros problemas que resolver antes de cuestionarse la calidad de sus digestiones. Han pasado ciento noventa y tres años desde que Víctor Hugo terminase su «adaptadísima» novela, y hoy conocemos con relativa facilidad nuestra sensibilidad al gluten, pero no somos capaces de asumir la clase social a la que pertenecemos. Si somos los miserables de nuestro tiempo. Si nos corresponde entonar La canción del pueblo.
Los miserables no es un musical: es un caballo de Troya. Nos deslumbrará con su imponente despliegue de virtuosismo vocal, interpretativo y escénico, pero oculto, como soldados griegos hacinados, se esconde un interrogatorio a nuestra humanidad: quiénes somos frente a la miseria. Una palabra que, como descubrirás en la entrevista a los intérpretes, la RAE define de cinco maneras distintas:
La identidad. El amor. La reinserción. La moral. La compasión. La solidaridad. La venganza. El perdón. La injusticia. La opresión. La libertad. El sacrificio. La fe. La amistad. Todo esto en ciento setenta minutos. No conozco otro espectáculo capaz de dar más.
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