ENTREVISTA

Fele Martínez: «En el teatro, la sensación que me queda, no tiene nada que ver con una jornada de rodaje»

Hablamos con Fele Martínez de 'Animales de Compañía', su debut como director teatral

Emma Álvarez

Las azoteas siempre te ayudan a tomar otra perspectiva de la ciudad. Quizá es como las carreras profesionales cuando dan un giro, que nutren, te hacen mejorar y aprender también nuevas perspectivas. En este caso, nos reunimos para ver esos nuevos horizontes junto a Fele Martínez, que debuta como director de teatro en Animales de Compañía.

Después de una carrera de éxito como actor ¿por qué la dirección? Y ¿por qué en teatro?

Había dirigido anteriormente un par de cortos y la verdad es que la experiencia me gustó mucho, aunque el código es completamente diferente, el soporte, el formato,.. todo. Tenía ganas de aventurarme en algo más extenso, probar lo que es la dirección en algo con un recorrido. Al final, cuando estás dirigiendo un corto, por lo general, el tiempo siempre suele ser mucho más escaso. Me apetecía mucho probar y me tiraba mucho el desafío.

¿Cuáles son los principales desafíos a los que te has enfrentado?

Bueno, aunque el teatro es un gran plano general secuencia, la diferencia que tiene con el audiovisual es que por lo general, y salvo muy raras ocasiones, uno cuenta con muy pocos días de ensayos. En una peli, si ensayas dos semanas, te puedes dar con un canto los dientes, y ya es un lujo. En cambio, los 45 días de ensayos que tienes para una función te permite alcanzar un grado de matiz y de investigación mayor que cuando estás trabajando en el audiovisual. La verdad es que ha sido muy intenso, pero ha sido apasionante. Me ha encantado. No sé, tenía mucho miedo.

Sobre todo, el mayor temor que tenía era no tener respuestas, o no tener todas las respuestas. Es verdad que yo les dije en la primera lectura que hicimos, que mi trabajo era principalmente tener la mayor cantidad de respuestas y herramientas para ofrecerles a cada uno de los actores para poder desarrollar su personaje. Y bueno, a eso me dediqué, sobre todo, a tratar de desgranar, de destripar el guión. En la primera lectura ya empecé a imaginar lo que sería el espacio, tuve algunas ideas de iluminación, que luego se las entregaba, tanto a Mónica Boromello como a Rodrigo Ortega, e incluso con el vestuario a Elda Noriega.

«Me gustaba mucho el hecho de que todos los actores se movieran como una especie de ser pluricelular»

Has trabajado en televisión, cine y teatro ¿qué te da este último que no te da el resto?

Cuando termino un día de función en el teatro, la sensación que me queda, no tiene nada que ver cuando acabas una jornada de rodaje, para una peli o para una serie. En el audiovisual cada día tú ruedas una parte de un puzzle gigantesco del que al final no tienes el control. Hay un director detrás, junto con un montador, hay un diseño de sonido… Y bueno, eso puede modificar, en cierta manera, tu interpretación, modificarla en el sentido positivo. Pero en cambio, en el teatro, cuando acabo una función, es verdad que sí que tengo la sensación de haberme ganado las lentejas.

Ahora tengo una sensación de nido vacío, porque mi trabajo prácticamente ya ha terminado, y ahora soy yo el que tiene que dar un paso atrás cuando todo arranca. Estoy todavía gestionando este momento.

¿Sigues haciendo puntualizaciones al equipo?

Sí, pero son cosas mucho más técnicas… que no tienen nada que ver ya con la interpretación. Cada uno de ellos ya tiene su personaje, lo tienen domado, y obviamente son cosas más de posiciones y… por ejemplo, el otro día me planteé un cambio de iluminación que lo vi clarísimo. Pero sí, ahora ya les toca a ellos volar solos.

Fotografía de escena de «Animales de compañía» , 2023 © Enrique Cidoncha

La obra es una comedia con un grupo de amigos donde la mentira tiene un eje central ¿Qué te atrajo de esta obra?

El ritmo que tiene la función, y sobre todo que se podía trabajar mucho también desde el desconcierto. Yo tenía claro que buscaba un código muy concreto, la función está basada en el ritmo. En el momento en el que cae el ritmo todo se desmorona.

Me gustaba mucho el hecho de que todos los actores se movieran como una especie de ser pluricelular, en el que cada célula es uno de ellos. Y lo hemos conseguido. Aparte, hemos conseguido, gracias a Elena Lombao -que ha sido la que ha estado trabajando con ellos durante dos semanas y pico- convertirlos en uno solo.

«Es una comedia por acumulación»

¿Y qué tal el público? ¿Cómo está reaccionando con la obra? ¿Te ha sorprendido arrancar risas que no tenías previstas en algún punto en concreto?

Sí, la verdad es que sí. Todos teníamos mucha confianza en que el texto, que va como un tiro, iba a funcionar muy bien. El público ha reaccionado muchísimo mejor de lo que me esperaba, porque es una comedia por acumulación. Van sucediendo cada vez más cosas y cada vez cosas más desubicadas para los personajes. Ellos mismos se van hundiendo cada vez más en el fango y esas circunstancias, es lo que provoca la hilaridad de todo el texto. Es genial porque tú vas viendo cómo se empiezan a reír de a poquito y cada vez la risa va siendo cada vez más contundente.

¿Cómo ves el futuro del teatro en un mundo cada vez más digital y con este boom de musicales?

Hombre, yo lo veo esperanzador, sobre todo por el tema de la inteligencia artificial, creo que cada vez hay más tecnología que puede ayudar a que el teatro sea muchísimo más espectacular. Eso sí, creo que el teatro puro y duro es algo que nunca va a cambiar. La liturgia del actor con el espectador en un espacio, sea un escenario, sea un antiguo burdel, sea lo que sea… no se me ocurre nada que lo pueda sustituir. Podemos utilizar las nuevas tecnologías como un complemento.

¿Por qué alguien que no ha visto la obra debería verla?

Primero porque dura una hora y diez y da tiempo luego a hacer lo que haga falta. Da pie al debate después con la caña, vino, refresco, etc. Y porque es una función tan trepidante que al público no le da tiempo a relajarse. La obra habla de cosas muy interesantes: las relaciones de pareja, las relaciones entre amigos, la culpa, lo miserable que podemos ser…Y sobre todo de algo muy importante también que es la salud mental.

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Escrito por
Emma Álvarez

Redactora Jefa de Teatro Madrid. Estudié Ciencias de la Información en la Complutense e interpretación con la técnica Meisner y Lecoq, donde descubrí la importancia de la escucha y el potencial del cuerpo.

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