Hernani es una obra que nos acerca el encuentro entre un exmiembro de la banda armada ETA, que está arrepentido de su pasado, y el hijo de un secuestrado, un vallisoletano que esconde un retorcido plan detrás. Ambos se reúnen para participar en los encuentros restaurativos. Este acercamiento, que, en principio, parece una forma de reconciliación, oculta algo peor detrás: la venganza. La víctima ha entretejido un singular y desconcertante plan que les irá enredando a los dos en una acumulación de despropósitos. Esta es la premisa de la que parte esta divertida comedia con texto de Fernando Erre, interpretada por Josean Bengoetxea y Daniel Ortiz y dirigida por Juanma Gómez que puede disfrutarse hasta el 7 de abril en la Sala Lola Membrives del Teatro Lara.
Desde Teatro Madrid hemos hablado con el dramaturgo del espectáculo sobre la creación del texto, el tratamiento del conflicto histórico en el teatro y la importancia del humor en todos los aspectos de la vida.
¿Cómo surgió el título de la obra?
Fernando Erre: Tiene una historia curiosa porque el título original de la obra es, en realidad, «El abrazo». Cuando íbamos a estrenar esta obra hace un año, y por temas de pandemia no se pudo hacer, iba a coincidir con otra obra que se titulaba «El abrazo». Y entonces pensé la manera de cambiar el título, de buscar un título alternativo. Entonces, Hernani, que aparece a lo largo de la obra, es una localidad guipuzcoana que siempre ha tenido cierta leyenda relacionada con el terrorismo y la violencia en general. Pero tiene un sentido diferente en la obra. Y me pareció que podía estar bien y lo cambiamos. «Hernani» refleja bien lo que es la obra de teatro y a la vez es un título sonoro, bonito y contundente que se queda fácil. «Hernani» no solo es un territorio físico en la obra, juega también el papel de un territorio simbólico.
¿En qué momento decidiste que querías abordar el tema del conflicto vasco desde el humor en una obra de teatro?
F.E.: Lo pensé hace unos cuantos años. Soy de San Sebastián y he vivido la mayor parte de mi vida allí, donde hemos vivido mucho todo este tema desde niños en mi generación. Además, era una cosa que parecía que nunca iba a terminar, que siempre estaba ahí, que, aunque es terrible decirlo, era algo así como una especie de extraña normalidad. Afortunadamente, me he dedicado mucho a televisión: coordiné el programa «Vaya Semanita», que era un programa de sketches de humor y trataba un poco este tema. Y mientras estábamos haciendo el programa pensé que el humor ayuda a tratar temas espinosos de una manera diferente. Si das con la tecla, si tratas algo con humor y con respeto la gente lo recibe bien y puede funcionar. El humor es una manera de tratar temas importantes y de establecer algunas reflexiones.
¿Has realizado alguna labor de documentación histórica previa a la escritura dramática o toda la creación del contenido es original?
F.E.: Sí, me documenté. Está basado lejanamente en los encuentros restaurativos que tuvieron lugar en Nanclares de Oca. Es un poco de lo que habla también la película «Maixabel», esos encuentros entre víctimas y exmilitantes de ETA, arrepentidos de ETA. Entonces eso pasó allá por los años 2009-2012 y leí bastante sobre ese tema. Para mí era importante que fuera creíble y estuviera bien hecho, que en la comedia lo que pase tenga una cierta base. La obra no es un encuentro restaurativo, pero sí tiene ese espíritu y sí se basa un poco en esa idea.
¿Cuál es, a nivel de dramaturgia, la idea de fuerza de partida del espectáculo?
F.E.: Me impulsó la idea de que siempre se ha dicho que las víctimas nunca se han vengado, nunca han establecido ningún tipo de venganza. Y yo me planteé el hecho de qué pasaría si un día una víctima quisiera vengarse. Evidentemente no hablamos de una venganza convencional, de ojo por ojo o una venganza violenta, pero, si fuera otro tipo de venganza, qué pasaría. Esa fue la piedra de toque y a partir de ahí empecé a desarrollar el resto. La venganza que se establece es un giro de la obra que sorprende tanto al personaje de Julen, el exmilitante de ETA, como al público.
¿Cómo abordaste la construcción dramática de dos personajes unidos por una historia dramática desde la perspectiva del humor?
F.E.: Me preocupaba mucho el exmilitante de ETA, que fuera creíble y a la vez tuviera cierta ternura. También me documenté leyendo biografías de algún exmilitante de ETA contando toda su experiencia. Me preocupaba que tuviera poso y humanidad. Esa fue mi primera intencionalidad. Y en cuanto al hijo de la víctima, me gustaba también que fuera un personaje un poco fuera de lugar. Cuando hablamos de alguien que va a hacer una visita a la cárcel, la cárcel es un lugar que impone. Me gustaba el contraste, la idea de crear a un profesor universitario, un tipo que jamás en su vida habría pensado que estaría en esa situación. Me gustaba ese contraste. Entonces conforme iba creciendo uno el otro iba a la par, concibiéndolos en relación a su conflicto y a sus cuitas.
¿En qué se diferencia Hernani de todo lo que has creado con anterioridad? ¿Qué significa la obra en tu carrera como guionista y dramaturgo?
F.E.: Para mí es una historia que he contado sin cortapisas de ningún tipo, todo lo que sale lo he escrito a mi manera y como yo he querido. Y luego me supone una satisfacción sin parangón el ver que algo que has escrito funciona, ver que el público reacciona incluso mejor de lo que esperaba. Y además creo que tiene la fuerza de una historia con entidad propia, tiene una gran fuerza dramática. Es un salto hacia adelante. Y luego aparte estar al otro lado y ver que se construye una propuesta escénica a partir de un texto que has escrito es una satisfacción muy grande.
¿Crees que una obra que trata sobre el conflicto vasco puede ser recibida de forma distinta en otras ciudades fuera del País Vasco como el caso de Madrid? ¿Qué papel crees que el humor juega en ello?
F.E.: Sí, creo que el humor es clave porque, de hecho, hablando con espectadores cuando salían, ves que cada persona va con su bagaje y con su forma de pensar sobre ello. He visto gente que entraba con cierta desconfianza. Y creo que el humor, de repente, sorprende y ayuda a desengrasar. Y la obra además tiene un discurso, tiene una cierta postura de concordia. Se va a entender bien en cualquier ciudad porque, de alguna forma, habla de algo universal, porque entronca un poco con la actualidad; estos polos opuestos, una sensación de conflictividad constante. De alguna forma la obra aboga un poco por el entendimiento y la concordia, tiene algo que respira muy bien en los tiempos que corren más allá de que el origen sea el conflicto vasco.
¿Consideras que la distancia histórica que puede tener el espectador influye en cómo recibe la obra por el salto generacional?
F.E.: Creo que, viéndolo de forma independiente del trasfondo que tiene, se trata de una relación entre dos personajes, y esto engancha a todas las generaciones. Creo que las referencias también se entienden bien, aunque no hayas vivido eso, sabes un poco de lo que habla. El caso concreto creo que entra bien. La gente más joven sí lo tiene un poco más lejano, pero lo comprende bien y, de alguna manera, lo relaciona también con esta sensación que vivimos de constantes encontronazos de ideas de diferentes polos o contrincantes. Y en el caso de las personas que por su generación conocen mejor el terrorismo, sí he visto una cierta prevención, pero después el espectáculo ha entrado bien a personas de cualquier generación.
¿Por qué consideras que el humor es fundamental para la vida?
F.E.: Porque el humor me parece una de las mayores expresiones de la inteligencia humana. Al final la muerte está ahí, la muerte nos espera y de alguna forma, la risa en general nos ayuda a sobrellevar el miedo. Creo que, la risa, la comedia tiene un valor catártico. Tiene el poder de defendernos cuando algo nos da miedo, es una buena forma de quitarnos esa presión. Para mí es muy importante. Vivir sin humor es terrible, no me imagino una vida así. Reírnos de nosotros mismos y de las cosas es la mejor manera de sobrellevar la vida. El humor es un arma contra esa inevitabilidad que es la muerte, nos ayuda a sobrellevar todo. Es una respuesta propia del ser humano. Una de las más altas expresiones del ser humano es haber desarrollado esta gran capacidad de sobrellevar el miedo.
Beatriz López / @HoneyDarkAngel