EN EL TEATRO DE LA COMEDIA DEL 21 DE DICIEMBRE AL 14 DE ENERO

Rafa Castejón: “El siglo XIX fue una trituradora de textos”

Hablamos con Rafa Castejón sobre 'Los bufos madrileños', Francisco Arderius y el arte de hacer reír y ganar dinero.

Belén Gordo

En el Teatro de la Comedia se cuelan Los bufos madrileños a través de una interesante producción dirigida por Rafa Castejón. Emergen desde la figura del empresario Francisco Arderius, quien vio claro cómo podía funcionar en nuestro país la fórmula de los bufos parisienses de Jacques Offenbach. Hacer reír y ganar dinero, porque no sólo de risas vive el hombre.

Imagen de 'Los bufos madrileños' de Rafa Castejón

Rafa Castejón dirige y actúa en esta versión de ‘Los Bufos Madrileños’ para el Teatro de la Comedia © Sergio Parra

En los bufos, género emparentado con la zarzuela, conviven los textos chispeantes y las divertidas partes habladas con la música de nuestros maestros más aclamados en el género lírico. En esta obra, que tiene un prólogo en el que podremos descubrir quién fue Francisco Arderius, nos encontraremos con una adaptación a piano de la zarzuela bufa Los órganos de Móstoles, con música de José Rogel y libreto de Luis Mariano de Larra. Para colmo, la firma de Rafa Castejón, con toda su escuela y su historia, está sellando la propuesta. Hablamos con él, que dirige (y participa con un singular personaje como actor) Los bufos madrileños. Rafa Castejón ha dedicado una intensa labor de investigación sobre Francisco Arderius (actor, músico y empresario) y la ha puesto al servicio de este nuevo proyecto de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. ¿Funcionará esta fórmula hoy? Pronosticamos que sí porque, como bien detectó Arderius, todos “tenemos algo de bufos en nuestro ser”.

¿Cómo llega la figura de Francisco Arderius hasta a ti?

Cuando estábamos ensayando El príncipe constante, dirigido por Xavier Alberti y protagonizado por Lluís Homar, yo presenté un proyecto a Lluís para hacer en el Teatro de la Comedia. Llevo 11 temporadas consecutivas trabajando con la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Lluís Homar quería que hiciera algo. Además, me dijo que si era con la troupe Castejón (con mi hermano y con mi hermana) sería estupendo que “pusiéramos la carpa” allí en el teatro.

Nosotros venimos de una familia por parte de mi padre que eran músicos en el siglo XIX. Mi padre fue actor del Teatro Lírico Nacional de la Zarzuela como 11 o 12 temporadas, mi madre estuvo como característica 7. Empezó haciendo de chica de revista y luego estuvo en el Teatro Lírico Nacional de la Zarzuela. Mi hermana empezó en el coro del Teatro de la Zarzuela, luego en el ballet, hasta que ya luego se fue al ballet nacional. Mi hermano también empezó como tenor cómico allí… Quiero decir con esto que ellos sabían la vinculación que yo tengo con el género lírico. Y les pareció que podía ser una buena cosa traer la historia de Francisco Arderius y sus bufos madrileños, por varios motivos. La historia es apasionante y yo realmente la desconocía.

Y comenzó el trabajo de investigación…

Conocía, por supuesto, algunos títulos pero yo no sabía que se habían hecho para Arderius, como Los sobrinos del Capitán Grant o Chorizos y polacos. Pero empecé a investigar y a leer todo lo que había sobre ellos. Empecé a investigar en las universidades americanas, que tienen mucho teatro nuestro del siglo XIX digitalizado, y en la Biblioteca Nacional. Luego lo que hice fue ver toda la prensa de la época, el Diario de Avisos de Madrid y otros periódicos desde 1866 (año en el que debutaron con El joven Telémaco en el Teatro de Variedades, en la calle de la Magdalena) hasta 1881 que fue cuando se retira Arderius. Y fui encontrando los textos aunque el siglo XIX fue una trituradora de textos. Porque, una obra si el mismo día del estreno no funcionaba, la bajaban del cartel y fuera. Al día siguiente otra. Debían de ensayar tres o cuatro días. Ahora estamos muy mal acostumbrados.

Paco Deniz durante el ensayo de ‘Los bufos madrileños’ © Sergio Parra

Claro, tenemos que tener en cuenta, que hablamos de un momento en el que la producción de zarzuela, de teatro musical lírico, era apabullante. El marco de creación y de producción de obras líricas era muy distinto a lo que hoy podemos imaginar.

Sí, total. Cuarenta y tantos espectáculos en unos meses y todos los teatros eran así: cosa que no funcionaba, cosa que cambiaban. La producción era tremenda. De ahí también hay una cierta falta de calidad, aunque hay joyas también.

Yo creo que lo que pasó con Arderius y sus bufos, es que estamos en un momento de la historia bastante complicado: muere Fernando VII, guerras carlistas, luego vendrá la Revolución. Un momento muy complicado y convulso. Y yo muchas veces pienso: “este señor estaba cantando en el Teatro del Circo en la Plaza del Rey o en el Variedades en la calle Magdalena y cien metros allá estaban asesinando a Prim. Coppola podría hacer una película con esto, como un final de El Padrino.

Eran tiempos muy convulsos. Pero este hombre, que fue un hacha para los negocios y la empresa teatral, en un viaje a París descubre el Teatro de los Bufos parisienses de Jacques Offenbach y decidió importar este género.

Y esa fórmula de los bufos madrileños, ¿cómo la describirías?

Arderius sigue un poco el estilo de las operetas de Jacques Offenbach, donde había mucho sentido del humor y se mezclaban las partes habladas con las cantadas. Siempre se ha dicho que en los bufos era más importante el texto que la música, igual que en el género chico se decía que era más importante la música que el texto. Ahí podríamos discutir mucho, porque los mejores compositores de la época se engancharon a los bufos: Arrieta, Gaztambide, Barbieri… Gente que había empezado con la zarzuela romántica en 1850 y que se unieron a esta fórmula que empezó siendo un teatro breve, con mucha sátira, con mucho retruécano en el hablar, también mucha parodia y donde había mucha crítica social y política aunque sin ir a fondo.

Un teatro que las primeras temporadas pudo ser un poco más breve, porque hay mucha comedia de un acto, pero luego ya pasaron al gran espectáculo, con más de 100 personas en el escenario, con grandes escenografías, los mejores escenógrafos, los mejores compositores y los mejores dramaturgos de la época. Aquello fue un boom donde realmente uno iba a reírse y a pasar bien el rato, sin grandes filosofías ni grandes pensamientos. Arderius lo decía: “yo solo quiero hacer reír y, por supuesto, ganar dinero”.

Desde el humor a veces parece más sencillo hacer un poco de crónica de una sociedad y de una época. ¿Es más fácil desde el sentido del humor, desde la comedia?.

Sí, los bufones decían barbaridades y como lo hacían desde ese sitio, no pasaba nada, no le cortaban la cabeza. Luego hazlo tú en serio y ya verás dónde vas.

Aunque ellos también tuvieron mucha censura hasta que hubo un poco más de apertura con la Revolución y la Gloriosa. Por ejemplo, estrenar La Gran Dulquesa de Gérolstein, que había estrenado Offenbach en París, aquí a Ardenius le costó muchos meses y no se lo dejaban hacer. Pero otras veces también se la colaban. Esto siempre ha pasado en el teatro español e imagino que en el Mundial: colársela al censor. Y pensar: “¿cómo al censor se le ha escapado esto?” Pues no sé, igual así dicho desde el sentido del humor…

Dentro de esta producción habéis recuperado Los órganos de Móstoles, que fue también una obra que, de alguna manera, zarandeó un poco aquella época, porque incluso se tuvo que modificar el libreto de Luis Mariano de Larra…

Algunas cosas, algunos chistes, tuvieron que eliminarse de la producción. Tú los ves ahora y dices, bueno ¿por qué? Pero hay que ponerse en esa época también, podían ser un poco chocantes y subidos de tono.

Lo que yo buscaba después de leerme absolutamente todo era ajustar al formato que desde la compañía también me reclamaban. Porque no somos el Teatro de la Zarzuela, con lo cual no puedes tener una gran orquesta, no puedes tener 40 personas de coro femenino, 40 de coro masculino, etcétera. Teníamos que buscar una obra que abarcara todo lo que significó el Teatro de los Bufos, con sus virtudes y sus defectos, y que pudiéramos hacer en el Clásico con un piano y sin coro. De todo lo que leía, realmente me encontré con Los órganos de Móstoles, que no fue un gran éxito en su época pero a mí me hacía mucha gracia el sentido del humor.

«Hacer una parodia de Don Juan Tenorio con la antítesis del personaje de Tirso o de Zorrilla era un bombón»

El argumento va sobre un padre viudo que lleva 24 años solo cuidando a las niñas. Las niñas son tres fieras, con un carácter muy extremo y no hay manera de casarlas y que se vayan de casa. Entonces pone un anuncio en el periódico buscando pretendientes y se presentan tres anormales y ahí empieza el lío. Pero hay un momento en el que las chicas dicen: “No, nosotras elegimos, nosotras decimos con quién nos queremos casar”. Por eso me parecía que había como ese pequeño “gritito” de libertad de estas mujeres diciendo, nosotras y sólo nosotras queremos decidir nuestro futuro y hacer con nuestras vidas lo que queramos. Eso yo creo que debió tambalear un poquito a los espectadores.

Aparte de dirigir esta producción, también te has colado en la parte interpretativa con un personaje muy peculiar.

Muy peculiar, sí. Es que no podía dejar pasar esta oportunidad porque hacer una parodia de Don Juan Tenorio con la antítesis del personaje de Tirso o de Zorrilla era un bombón. Yo creo que entiendo también su sentido del humor, porque claro, yo me he criado con el género chico y con todos estos autores: Arniches, García Álvarez, etcétera. ¿Es mucho siendo además mi primera dirección en un teatro nacional, siendo una zarzuela bufa con música, baile y verso, y un personaje? ¡Madre mía, sí! Pero gracias a los dioses, tengo a mi hermana de directora adjunta y de coreógrafa. Mientras yo estoy dentro, ella puede ver también desde fuera.

El personaje es justo la antítesis de Don Juan. Es un señor que tiene mucho miedo al conflicto, huye de las peleas, no se atreve a decir a las mujeres que está enamorado de ellas y cuando una mujer se le acerca y le dice cualquier cosa, le tiemblan las piernas y se tiene que ir.

¿El antitenorio?

Sí, el antitenorio. Es un burgués ocioso que está ahí y se dedica a sus labores en la casa y está aburrido. Y estas tres, pues le torean y ronean con él todo el rato.

«Desde pequeñito me tomaba el té con los técnicos en los teatros y dormía las siestas en las cestas de la ropa»

Mencionabas el trabajo con tu hermana Nuria Castejón. En muchas ocasiones, trabajo y familia, en tu caso, van de la mano. Has crecido en una familia en la que el teatro y la música son una manera de vivir.

Sí, total. Además, literalmente porque yo desde pequeñito me tomaba el té con los técnicos en los teatros y dormía las siestas en las cestas de la ropa, me llevaba los deberes, en las giras, me dejaban entrar una hora más tarde en el colegio, porque cuando trabajaba o estaba con ellos en el teatro, pues me acostaba más tarde. Ha sido una vida completamente dedicada al teatro y sobre todo al género lírico.

Y tú que has crecido en este mundo vinculado al género lírico, a la zarzuela, ¿qué análisis haces del género hoy y cómo está llegando a distintas generaciones? 

Mi experiencia siempre con la zarzuela, es que estaba muy vinculada a que era una cosa casposa, que estaba muy anticuada. Pero la experiencia que yo he tenido con colegios o institutos o con gente con no sabe de zarzuela es que se quedan alucinados con el género. Yo creo que sigue habiendo mucho desconocimiento. Se han dado muchos pasos porque yo creo que Dani Bianco, por ejemplo, en todos estos años que ha estado con el proyecto Zarza, de Zarzuela hecha por y para jóvenes, y algunos asuntos más han ayudado mucho a abrir la zarzuela a grupos de otras edades. Pero es verdad también que vas al Teatro de la Zarzuela y ves mucha gente mayor, que está muy bien, pero yo creo que hay que seguir trabajando porque la gente la conozca un poco más.

Yo creo que pesa aún mucho toda esa cosa de que si es casposa o de que se achaca al régimen franquista cuando precisamente no fue así. Creo que es desconocimiento. Por ejemplo, ha publicado el Teatro Clásico una lista de Spotify que he hecho yo con temas que tengan que ver con la obra, con la producción y, realmente, quien escuche esa lista, esos preludios, intermedios o esas romanzas que yo he puesto de Zarzuela, tiene que flipar porque es una música preciosa.

Creo que tenemos que seguir acercando la Zarzuela y ojalá que ahora a Isamay Benavente le vaya muy bien y pueda seguir trabajando en esta línea.

Se está haciendo un trabajo de recuperación del patrimonio cultural y musical muy importante de unos años a esta parte ¿cómo lo ves?.

Sí, es verdad. Y yo creo que también hay que seguir trabajando en esta línea. Fíjate, con Los bufos madrileños, me era más fácil (entre comillas) encontrar los textos, pero las partituras era muchísimo más complicado. Habían desaparecido bastantes, por supuesto, no hay grabaciones, te puedes encontrar alguna cosa que se hizo hace 20 años de El joven Telémaco o alguna cosa pero es completamente imposible escuchar nada.

Con Los Órganos de Móstoles a mí, Mariluz González Peña, que es la directora del CEDOA (Centro de Documentación y Archivo) de la SGAE, que me ha ayudado muchísimo, me pasó el manuscrito y aquello es como si lo hubiera escrito un extraterrestre. Es muy complicado, ha desaparecido mucho material, y por ejemplo, de Los bufos madrileños, desde 1866 a 1881 hay como más de 100 espectáculos con músicas de autores importantes. Sólo de este periodo de 15 años, pero imagínate todo lo que hay que recuperar de todas las épocas pasadas. Imagino que tiene que ver también con una cuestión de presupuesto. Sería necesario dedicar más dinero a todo esto. Tener un poquito de interés y ayudar y empujar desde el Ministerio de Cultura, desde las instituciones.

¿Qué le dirías al público que está pensando en acercarse a ver Los bufos madrileños?

Yo creo que realmente estamos consiguiendo lo que quería Arderius, que era pasar un buen rato y divertirse, y también recuperar a un autor como Luis Mariano de Larra que en el XIX imagino que estuvo a la sombra del padre. Aunque también al padre lo hemos olvidado.

Es un espectáculo que no va a pasar de la hora y media, dividido en dos partes. Hay un prólogo de 15 minutos, musicado y dramatizado que hacemos toda la compañía donde se cuenta la historia de Arderius y sus bufos y luego vienen Los órganos de Móstoles que es súper divertida. Yo creo que es un espectáculo que puede ver todo el mundo, que puede ser familiar y que se lo van a pasar muy bien.

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Escrito por
Belén Gordo

Periodista, guionista, locutora, podcaster y despistada profesional. Siempre es buen momento para aprender y el Teatro es un aula perfecta para ello. Admiradora incondicional del cine, la radio y la Zarzuela.

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