Jauría y Port Arthur son don montajes que se han convertido en fenómenos de la temporada. No hay espectador que haya pisado el Pavón Teatro Kamikaze que no salga, de alguna manera, removido por los temas que se están tratando actualmente en ese escenario.
El caso de La Manada inspira a Jauría, una función que cuando hace el oscuro final, realmente deja latiendo en el patio de butacas los puntos suspensivos de un caso que sabemos aún no ha dicho su última palabra. Y Port Arthur, tras su estreno, adquirió aun mayor relevancia cuando saltó en nuestro país el debate sobre la posesión de armas. Dos textos creados por Jordi Casanovas y dirigidos por Miguel del Arco y David Serrano que van a seguir incendiando plateas con su gira.
Hemos hablado con Javier Godino e Ignacio Mateos sobre su experiencia como miembros de ambos elencos. Javier Godino, actor que nos puso los pelos de punta en la ganadora del Oscar El secreto de sus ojos y que nos emocionó en el musical Hoy no me puedo levantar, su primera experiencia junto a David Serrano, encarna en Port Arthur a uno de los policías que interrogaron a Martin Bryant, autor del asesinato de 23 personas en Tasmania e Ignacio Mateos que ya viene con un currículum de personajes perversos, no hay más que recordar su personaje en la película Animales sin collar, que ahora dobla la apuesta encarnando en Jauría a un personaje que, por real y próximo a nuestra cotidianidad, resulta aún más sobrecogedor.
Teatro Madrid.- ¿Por qué este doble programa combinando Port Arthur y Jauría?
Javier Godino.- Lo que une a Port Arthur con Jauría es cómo todo el mundo prejuzgó antes de saber todos los datos. Es curioso cómo te posicionas a favor o en contra de los verdugos sin tener toda la información. Y esto pasa sobre todo ahora, que lees un titular y ya crees que conoces la historia. Todos opinamos desde twitter y la gente no contrasta. Ese es el gran tema de la sociedad actual.
Creo que en ambas el público forma parte del espectáculo. En la nuestra con más distancia porque es una historia que sucede en Australia en el año 96, pero gracias a esa distancia, en ciertas partes la obra tiene hasta humor, algo de ligereza y Jauría en cambio, al tener tanta información, te pega una hostia muy gorda. La gente piensa «¿Cómo se reacciona antes esto?» «¿Qué me pasa?» Es muy interesante, en una tienes delante un thriller en el que tienes que averiguar quién es este señor y qué ha hecho y la otra es “Tengo toda la información y ahora tengo que discriminar”.
TM.- ¿Es un buen altavoz que se representen en el Pavón?
Ignacio Mateos.- Sí, pero a la vez, cuando se dio la noticia de que se iba a hacer, leías los comentarios y algunos daban miedo. Es un teatro privado y puedes montar lo que te salga de las narices. Si quieres, ven, y si no quieres, no vengas. Es verdad que se ha hablado mucho del oportunismo de la función, pero es que es ahora cuando hay que contarlo. Precisamente ahora que está fresco y en la conciencia colectiva. Mostrar lo que somos.
TM.- Dos obras que están removiendo a quien va a verlas…
JG.- La gente sale tocada. Ahí está la labor del artista, abriendo la conciencia de la sociedad, intentar hacer reflexión y, ojalá, transformar.
IM.- Te descolocan. A mí como actor también me descoloca cada vez que lo hago.
TM.- A nivel actoral, ¿cómo es trabajar unos personajes que sabéis que son reales y de los que además estáis utilizando exactamente sus mismas palabras?
JG.- Es un ejercicio actoral muy divertido, muy realista, pero a la vez es de estas cosas que piensas “Me lo ponen en la vida real y no me lo creo” ¡y es real! Un contraste muy divertido que además es un thriller en el que tienes que descubrir lo que ha hecho. Yo lo he hecho sin saber nada de sus orígenes, me he imaginado las cosas lógicas e intentando lo que intenta este policía, que este hombre confiese lo que ha hecho, saber por qué y entender la mente del asesino. No contamos todo por petición de Casanovas, no quiere que se sepa lo que hizo hasta el último cuadro.
IM.- Como actor es impresionante trabajar estos personajes. Desde el segundo uno de la función está tan claro el punto de vista que yo, como actor, no estoy contando la historia de mi personaje, si no estoy contando la historia de ella. Cuanto más contundente sea en mi interpretación, más lo es la historia de ella. No tengo que pensar en empatizar con el personaje, yo empatizo con ella.
Es verdad que durante los ensayos se creó un ambiente de total libertad, nos costaba reírnos, pero luego, desde el humor hemos logrado llegar al estado que, como actores, debemos alcanzar con los personajes, porque si no era completamente imposible porque había veces que mirábamos a María y no podíamos continuar. Cada uno de los actores se ha roto en algún momento de los ensayos y hemos tenido que parar porque no podíamos continuar de verla en el estado en el que estaba.
TM.- Son ejercicios actorales muy extremos, ¿se disfruta de algo así?
JG.- Lo más bonito de Port Arthur es esta cosa de que no tiene estructura dramatúrgica, nosotros estamos acostumbrados a ver obras de teatro en el que el personaje dice una frase y tiene un sentido y aquí son tres personas con discursos más erráticos. De pronto va para atrás, vuelve adelante… Yo quiero ser un actor que juegue con la peligrosidad del realismo, eso es algo que Sacristán en Muñeca de porcelana me lo valoraba muchísimo, me decía “Es que Godino, ¡cada día haces una función diferente!” Siempre intento que las frases me pasen por dentro y decirla como la siento en ese momento.
IM.- Los actores nos metemos en vorágines de estrenos y cosas así, pero de repente te viene una historia como esta y piensas “No, es que me dedico es a esto para contar estas historias” La historia siempre tiene que ir por encima de tu interpretación, es mucho más importante la creación colectiva que tu ego actoral. Cuando salgo de hacer esta función de lo que menos quiero hablar es de cómo he estado si no de la historia, de cómo ha tocado.
Yo estoy aportando aquí el lado manada que tengo, porque lo tengo, sin quererlo, pero lo tengo. Yo soy una persona feministas, comprometida, pero he llegado a ser condescendiente y darte cuenta de esas cosas jode muchísimo. Y duele pensar “es que esta frase la he podido decir en algún momento de mi vida refiriéndome a una mujer”. Te hace sentir ese efecto espejo devolviéndote esa imagen. Es uno de los valores de esta función.
TM.- Godino, ¿qué crees que es lo que atrapa de Port Arthur?
JG.- La gran interpretación de Adrián (Lastra), es un actorazo, hace unas elecciones impresionantes; es un actor valiente que decide unas cosas muy particulares para su personaje y a parte que, a partir de los tres minutos de vídeo que tenemos, él ha construido un personaje de una hora y poco que dura la obra. Es fascinante ver cómo un tipo con una inteligencia limite sea capaz de desmontar todo un sistema policial y, mintiendo mal, sea capaz de hacer que la gente considere que es inocente.
TM.- ¿Y de Jauría, Nacho?
IM.- María (Hervás). Desde el día uno está metida en personaje desde el segundo uno. El trabajo de María es… Flipasteis con ella en Confesiones a Alá, en Iphigenia en Vallekas, ¡pero lo que hace ahora es alucinante!
Y que se habla de La Manada, pero sobre todo que se habla de la masculinidad tóxica en general. Esta es una historia que no es la típica de un tipo que va con una gabardina y tiene cara de violador, aquí te das cuenta que puede ser cualquiera.
TM.- Cuando termina la función se abre el debate.
JG.- Lo que es interesante es que el debate es interno.
José Antonio Alba / @joseaalba
Fotos Vanessa Rabade