EN EL TEATRO DE LA ABADÍA

Joan Arqué: «Da miedo acercarte a un período en el cual ya tienes más pasado que futuro»

Hablamos con Joan Arqué y con Anna Maria Ricart de 'Moríos', un montaje que reflexiona sobre envejecer y cómo tratamos como sociedad a las personas mayores

Imagen de 'Moríos' de Joan Arqué

Del 11 al 21 de enero se podrá disfrutar en el Teatro de la Abadía de Moríos, un proyecto multidisciplinario de Cultura i conflicte junto con Teatre de l’Aurora que fija su mirada en las personas mayores y reflexiona sobre qué significa envejecer y cómo tratamos como sociedad a esta parte de la población. En TeatroMadrid conversamos con Joan Arqué, director artístico del montaje, y con Anna María Ricart, la dramaturga.

En mitad de la entrevista por videollamada, Joan Arqué interrumpe a Anna María Ricart: «perdona, Anna, es que están pasando cien años de historia por aquí». Se trata de Pilar, la tía de Joan; una mujer mayor que, apoyada por su bastón, aparece en cámara. «¿Qué tal estás, Pilar?» le pregunta interesada Anna, a lo que ella contesta juguetona: «Jodida. He perdido el oído, el equilibrio y el corazón me hace de las suyas». Leída, esta contestación puede parecer pesimista, pero Pilar, con una sonrisa de oreja a oreja, se despide cariñosa y sigue avanzando hacia la puerta.

Es esa, precisamente, parte de la esencia de Moríos: una mujer que, a pesar de encontrarse en un cuerpo extraño, lleva el alma bailando.

¿Cómo surge la idea de crear este proyecto?

Joan Arqué: Nosotros trabajamos codo con codo con el Teatre de l’Aurora. Son de Igualada, la primera ciudad confinada de España, si no me equivoco, que vivió una sensación de psicosis muy bestia por no poder entrar ni salir. Teatre de l’Aurora nos propone hablar, no de la COVID-19, sino de lo que, quizá, nos ha chocado más: la pobreza de espíritu, la deshumanización que hemos tenido hacia nuestros mayores. También para plantearnos el modelo de nuestra sociedad, qué pasa con esta gente que tenemos «aparcada», gente que ya no es rentable.

Intentamos que este montaje no sea pesimista ni derrotista, sino una crítica, pero que también tenga luz y ponga de testigo a estas personas que han sufrido. Además, nos hemos dado cuenta de que hablar de gente mayor no vende, no le interesa a mucha gente.

¿Creéis que tiene que ver con el tabú de nuestra sociedad hacia la muerte y también con ese miedo a no ser productivo?

J.A. Da miedo acercarte a un período en el cual ya tienes más pasado que futuro. Todo aquello que huele a cierta decadencia no interesa. Aunque en el montaje lo tratamos de una forma distanciada, con lenguajes como la danza o, a veces, la ironía, y no caemos en ningún tipo de tragedia, tiene un efecto espejo demasiado grande como para que nos apetezca.

Anna Maria Ricart: Yo creo que como sociedad nos hemos quedado un poco en la adolescencia: esa época en la que piensas que eres inmortal, no piensas en la muerte. No nos gusta ver viejos o saber qué les pasa porque, supongo, pensamos que no llegaremos ahí. Tenemos que empezar a hablar de eso y también a escucharlos. Con el equipo nos planteábamos qué dice de nosotros como sociedad el cómo tratamos a nuestra gente mayor. Tenemos que cuidar a los niños y a los mayores por un tema físico. Los niños son muy bonitos y los viejos son muy feos. Con esta pieza, pretendemos poner en primer plano estos cuerpos, sus historias, aquello que imaginan y quieren. A veces no los escuchamos de la misma forma que no escuchamos a los niños, los infantilizamos.

Imagen de 'Moríos' de Joan Arqué

¿Cómo ha sido el proceso de documentación e investigación para la dramaturgia?

A.M.R. Como es norma no escrita en Cultura i conflicte, a nosotros nos gusta mucho documentarnos, investigar, hablar con gente y conversar entre el equipo también. En este caso, hemos hablado con viejos, cuidadores, con una psicóloga, socióloga, un antropólogo… Intentamos ir estirando historias y escuchar, escuchar mucho. A partir de aquí se fueron formando las primeras historias y decidimos abordar dos temas: un fenómeno que ocurre mucho en toda España que es la soledad no querida de muchas personas mayores que viven solas, sobre todo mujeres, y también el de las residencias. Hay algunas que funcionan muy bien pero otros sitios donde tienen a las personas aparcadas delante del televisor y las tratan un poco como si fueran personas de tres años. Estos dos planos se van uniendo dramatúrgicamente hasta llegar al final.

También queríamos poner el cuerpo como centro. Muchas veces, el hecho de que sepamos que una persona es vieja es solo por el físico, ya que hay personas de ochenta, noventa años que tienen la cabeza maravillosa todavía. Al querer poner el cuerpo muy en el centro de esta propuesta es cuando decidimos currar con alguien tan maravilloso como Sol Picó para que nos ayudara a ver qué hacían estos mayores con sus cuerpos.

Habéis enfocado el montaje en el cuerpo pero también en el baile, en las ganas de vivir. ¿Era algo que desde un primer momento queríais trabajar o ha aparecido mientras creabais?

J.A. Durante el proceso nos dimos cuenta de que no podíamos hacer una tragedia de esto ya que esa es la idea que tiene todo el mundo en la cabeza. No podemos enfatizar esto sino las ganas de vivir y, por encima de todo, si un colectivo se ha deshumanizado hay que volverlo a humanizar. La idea de bailar aparece durante los ensayos porque esos momentos duros que vivimos, la pandemia, lo que nos pasa o lo que le pasa a la gente de nuestro entorno te crea ganas de pegarle un grito a la vida: estamos vivos, estamos aquí, seguimos, hay que denunciar pero hay que vivir. Y esta gente quiere vivir.

Un canto a la esperanza, bailar la vida, acabarla dignamente o como una quiera. Y a ser escuchada. Porque, por encima de todo, de una forma real, abstracta y poliédrica seguimos siendo seres humanos. Descubrimos que esta gente tenía unas ganas de vivir brutales y la manera más coherente con lo que estábamos haciendo era bailarla.

Imagen de 'Moríos' de Joan Arqué

¿Sois distintos después de haber realizado este proyecto?

A.M.R. Yo sí, porque el hecho de plantearse qué significa ser viejo y oír las reflexiones que ellos hacen provoca que piense en mi vejez de una forma más intensa. No como aquello que ya llegará, sino como aquello que llega muy rápido, que casi ni te enteras.

J.A. Yo he pasado por momentos de todo, pero también por momentos de gran enfado y decepción con lo humano. Es un proyecto que me ha causado cierta desesperanza, aunque creo que lo he superado. Me ha hecho plantearme en qué podemos confiar, cuál es nuestra red real. Pero trabajar en colectivo para este proyecto también significa cuidar y cuidarse y entonces vuelves a creer. Agradezco estar en Cultura i conflicte y abordar estas temáticas porque nunca a través del teatro había entrado tanto en mi propia alma y en mis propios miedos.

Anna María Ricart: «Sigue en ellos ese interés de jugar, de descubrir el mundo».

Joan, has hablado de tu alma. En el físico se nota esa vejez: en el aspecto, en el movimiento y en los achaques. Pero, ¿y el alma? ¿envejece?

J.A. Yo creo que no, y esta es la gran tragedia. Porque muchas veces el alma sigue siendo la de aquella niña de veinte años. ¿Y cómo le cuentas esto a alguien sin que se piense que es un cuento de viejo? Si no recuerdo mal, Fausto habla de esto, y también mucha literatura.

A.M.R. Cuando les hemos preguntado a qué momento de su vida volverían, muchas veces nos decían: «cuando era niña». Sigue en ellos ese interés de jugar, de descubrir el mundo. El alma no envejece pero su mundo sí lo hace; no solo las personas de su vida se van yendo, también la forma de vivir cambia y el mundo que conocían ha desaparecido. Es entonces cuando se dan cuenta de esta distancia. Cuando reflexionan que el mundo ya no es el de ellos pero se siguen sintiendo como antes.

Joan Arqué: «Tenemos una sociedad más comunicada, más avanzada, pero hay una involución en lo humano».

Qué interesante. No es el físico únicamente el que cambia: también el paisaje. Y actualmente, con los avances tecnológicos tan grandes que ha habido, deben notarlo todavía más.

J.A. Es la paradoja: tenemos una sociedad más comunicada, más avanzada, pero hay una involución en lo humano. Nos lo vendieron como la era de la comunicación y estamos más aislados que nunca. Hay personas a las que la brecha tecnológica les hace sentir todavía más apartados.

María Ángeles Durán ha hecho mucho la reflexión de que tenemos que ser conscientes de que en España y en muchos países de Europa pronto vamos a ser muchos más viejos que jóvenes. Va a haber una lucha por estos recursos y, ¿dónde interesará más colocarlos? ¿A qué espacio destinamos esta tecnología? Hay robots que hacen compañía, que sustituyen a las personas: nunca volvemos a lo humano, la salida es para adelante, para la tecnología. ¿El cuidado también será tecnológico? Habrá un momento en el que tendremos que escuchar, por mayor demanda, a la gente mayor. Creo que en ese momento habrá una posibilidad de volver a un punto cero para volvernos un poco más humanistas.

A.M.R. En la obra hay un momento en el que los viejos dicen: «no sabemos si quieren que nos muramos porque somos improductivos o si quieren que sigamos viviendo para, así, seguir consumiendo».

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Escrito por

Graduada en Arte Dramático. Creadora de contenidos editoriales y redactora de la Revista de TeatroMadrid.

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