Concha Piquer y Federico García Lorca se encuentran en el Teatro Español justo la semana en que va a estallar la guerra civil española. Un amigo íntimo de los dos, el letrista Rafael de León, logra cumplir el deseo de la cantante de citarse en persona con el poeta; quiere pedirle que le escriba una canción para su próximo espectáculo y también advertirle de la difícil situación política del país. Este encuentro nunca sucedió en realidad, pero, gracias a la magia del teatro, el espectáculo musical En tierra extraña regala al espectador un momento único e inolvidable fantaseado en torno a los tres genios de las artes del momento.
En tierra extraña, escrita y dirigida por Juan Carlos Rubio, con música de Julio Awad, está protagonizada por Diana Navarro, Alejandro Vera y Avelino Piedad.
El espectáculo es una ucronía que aborda el concepto de patria desde la idea de la conciliación e invita a hacer un viaje a la esencia de la copla y a la música de Rafael de León, transitando también por canciones de Broadway, la música cubana, la canción popular española y composiciones originales.
TeatroMadrid tuvo oportunidad de charlar con el dramaturgo y director Juan Carlos Rubio sobre la creación dramática de este musical la pasada temporada. El espectáculo regresa ahora a la cartelera del Teatro Calderón en Madrid, entre el 4 y el 30 de julio.
¿Cómo nació la idea de reunir a estos tres personajes y construir un encuentro ficticio entre ellos? ¿Cuál es la idea de partida del espectáculo?
La idea de partida fue la llamada de José María Cámara, socio de SOM Produce, un hombre inteligentísimo, cultísimo y con muchas ganas de hacer un musical también de creación propia en España. Y me lanzó sobra la mesa este repertorio maravilloso de canción española, el personaje de Concha Piquer y también la necesidad que él tenía de hablar de qué es España. Poner sobre la mesa de una vez esta eterna lucha que tenemos en este país con las dos Españas. A raíz de ahí, empezamos a trabajar y surgió este encuentro que no tuvo lugar, pero que pudo haber sido real, entre Concha Piquer y Federico García Lorca. Es verdad que la tercera pata de este banco, Rafael de León, otro maravilloso creador, sí que era amigo íntimo de Federico García Lorca y amigo íntimo de Concha, además de letrista de sus canciones, con lo cual podía haber sucedido que se hubieran visto.
Aquí lo que hacemos es fabular con ese encuentro en el Teatro Español, y lo que la función propone es esa tendida de manos entre una España que acabó simbolizando Concha Piquer y la otra España que Lorca representaba; y sobre todo las ganas y la necesidad, hoy en día, de que dialoguemos, de que tiremos muros y la bandera no sea un obstáculo, sino que claramente podamos hablar de conciliación y de empatía con la gente con la que compartimos este territorio llamado España.
Concha, Lorca y Rafael son tres personajes reales que viven una reunión ficticia. ¿Cómo has abordado la construcción dramática de unos personajes que presentan una sólida base histórica para crear ese encuentro entre los tres?
Ya conocía bastante la figura de Federico, porque la había trabajado en otros espectáculos, uno especialmente también con Alejandro Vera que es La correspondencia de Lorca, donde indagué mucho sus cartas y tenía el personaje muy fresquito. Tuve que indagar mucho más sobre Concha Piquer, que aparte es una mujer con un halo de misterio, porque tampoco hay tanta información sobre ella. Leí su biografía, escrita por su hija, escuché todas sus canciones y, aparte de esa documentación sobre ella, también indagué bastante en el momento político que vivíamos, y por supuesto en la vida de Rafael de León.
Me di cuenta de que eran tres personajes que ya de por sí funcionaban porque son tres seres brillantes, irónicos, con sus particularidades. A través de esas realidades de los personajes, en el fondo lo que pretendemos es que el público vea un encuentro de estos genios, pero cuando nadie los mira; no es la faceta pública de ellos, es verlos en ese momento de intimidad privada, en el cual están tomando de una petaca un poco de alcohol, fumando un cigarro y están charlando y se están comportando como seres humanos, no como mitos. Y creo que ese es el acierto del espectáculo: la sencillez, y también la verdad deslumbrante con la que trabajan Diana, Alejandro y Avelino y todo el equipo que hemos tenido para realizar esta producción.
El espectáculo es un musical en el que la dramaturgia musical es protagonista y forma un todo indivisible con el suceso escénico. Canciones del repertorio de Concha, poemas de Lorca y nuevas composiciones componen una selección musical muy variada en géneros y estilos. Como dramaturgo, ¿qué aporta esta riqueza musical a tu ejercicio dramático?
Muchísimas cosas, sobre todo gracias a tener cerca a Julio Awad. Tenerlo cerca ha sido una garantía para poder explorar todas esas piezas y tenerlas con la duración y con el matiz que conviniese a cada momento de la función. El montaje va transitando por muchos estados anímicos, y esas versiones que Julio ha hecho, o incluso composición original, como es el tema final junto con Diana, han ayudado muchísimo. La música te transporta a lugares sensoriales en cuestión de segundos; escuchas algo y vuelas, y en ese sentido apoya y multiplica magistralmente la situación dramática, sencilla, que yo planteo. Concha le pide a Federico que le escriba una letra para una canción, ese es el punto de gancho de la historia, y en torno a eso la música es imprescindible y multiplicadora.
No solo eres el dramaturgo del espectáculo, sino también el director. Desde esta doble condición escénica, ¿cómo afecta a tu escritura dramática tu ojo director? ¿Y cómo abordas la dirección desde la dramaturgia?
Son dos facetas muy complementarias. Cuando me enfrento a un texto desde la escritura, ya estoy planteándome ciertos trazos de director. Aunque es verdad que a veces llego como director y me doy cuenta de que no me vale. Tengo bastante bipolaridad en las dos cosas, no rindo pleitesía a lo que yo escribo antes, porque creo que el trabajo del dramaturgo está en la soledad de tu casa; y en cambio la realidad escénica es otra, con un equipo, con unos actores, y yo como director estoy abierto a sensaciones. Pero al ser el propio dramaturgo, sí que tengo mucha más libertad para tomar decisiones muchas veces gordas. Yo me manejo bien, me gusta hacer las dos cosas y me encanta que otros directores y directoras dirijan mis textos o dirigir a otra gente; no me ocasiona problema trabajar junto o por separado.
Diana Navarro interpreta a Concha; Alejandro Vera, a Lorca, y Avelino Piedad, a Rafael de León. En el caso de Alejandro, esta es la cuarta producción juntos. ¿Cómo fue la selección actoral? ¿Cuándo supiste que ellos tres tenían que ser los protagonistas?
El nombre de Diana surgió enseguida, y SOM Produce tenía muchísima confianza en ella, y yo también. Ahora que lo pienso, creo que no podía haber sido de otra manera. Diana, que no tenía una experiencia previa teatral como actriz, me ha noqueado al ver cómo ha sido capaz de crecer y crear un personaje tan complejo de una manera tan preciosa como lo ha hecho. Avelino trabajó con SOM Produce en La función que sale mal; lo propusieron, y fue una revelación. A Alejandro ya lo conocía; lo adoro y cuento con él muchísimo. Y a partir de ahora, Diana y Avelino son para mí también parte fundamental de los actores más preciados; porque cualquier cosa que escriba o dirija sé que ellos lo van a multiplicar por mil.
En tu extensa carrera escénica de ya casi tres décadas, ¿qué significa el espectáculo En tierra extraña?
Tocar el cielo. Para mí es maravilloso estar aquí con una producción propia original, dirigiendo y habiendo escrito el texto, con este reparto y esta producción; estar aquí con esta historia que habla de la realidad actual del país en este momento, de la crispación que hay. Aunque nos vayamos 70-80 años atrás, hablamos del diálogo en el fondo. Este espectáculo es un sueño hecho realidad en mi carrera. Ya puedo dejar de trabajar tranquilo porque creo que aquí ha habido una conjunción de cosas tan maravillosas, y estoy en el mejor sitio y en el mejor lugar que podía soñar en este momento de mi carrera.
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