Tras Julieta & Ofelia, suicidas de toda la vida, la compañía Los Bárbaros, formada por Julio Rojas y Aaron Lobato -autor y director de la obra, respectivamente-, vuelve a los escenarios con Wände-Wunde (Muros-Herida), una obra en torno a la caída del muro de Berlín, de la que se cumple ahora treinta años y que podremos ver en el Teatro de la Abadía los días 16 y 17 de noviembre. La obra ha contado con la colaboración de Andrés Lima y un reparto formado por Alba Enríquez, Ángel Perabá, José Juan Sevilla, Raquel Torres, Andrea Trepat, además del propio Julio Rojas. El equipo se completa con el compositor Mariano Marín, el iluminador Diego Domínguez y el DJ español afincado en Berlín, Pedro AMG.
¿Podemos, realmente, interpretar la historia? Esta es una de las preguntas que Julio Rojas y Aaron Lobato se hicieron con motivo del treinta aniversario de la caída del muro de Berlín, un acontecimiento que para muchos supuso “El final de la Historia” y para ellos, el inicio de la suya, la historia de su vida. Con este proyecto han intentado comprender lo que significó entonces la caída del muro y la repercusión que ese hecho ha podido tener en sus propias vidas.
El texto de Julio Rojas parte de dos líneas narrativas diferentes. Por un lado, el Wände (Muros), que es la representación poética de los sucesos, y para la que se han inspirado en autores alemanes como Goethë, Gunter Grass, Nietzsche, Walter Benjamin o Peter Handke. Y, por otro lado, el Wunde (Herida), que reflexiona sobre su relación con la historia y la memoria, y en la que han trabajado desde el plano de la autoficción.
Esta propuesta nace del proyecto A Gatas, una iniciativa con la que el Teatro de la Abadía, el Centro Cultural Conde Duque y la RESAD, quieren ayudar a artistas y compañías de Madrid mediante residencias de creación e investigación que, en la edición de este año, proponía tres ejes temáticos: “Investigación y creación en torno al teatro de la palabra o las nuevas dramaturgias”, “Investigación y creación de nuevos lenguajes escénicos” e “Investigación y creación en relación al 30º aniversario de la caída del Muro de Berlín”.
Teatro Madrid.- ¿Por qué el muro de Berlín? Quiero decir que, en esa época, no habíais nacido o erais muy pequeños. ¿Por qué elegisteis esta opción?
Julio Rojas.- Precisamente por eso, porque, aunque ya habíamos nacido, no tenemos ningún recuerdo de un evento tan importante y decisivo para Europa. Obviamente, sabíamos de la caída del muro como acontecimiento histórico, pero no mucho más allá de lo que habíamos estudiado o de lo que se puede leer en un libro de historia. Por una parte, queríamos saber en qué medida, ese hecho histórico, ha podido influir en nuestras vidas, que básicamente comienzan después de esa fecha. Por otro lado, nos interesaba investigar cómo un acontecimiento de este tipo es percibido individualmente por cada persona, saber si es la historia la que construye nuestras vidas o somos nosotros los que construimos la historia a través de nuestros recuerdos. Para ello tuvimos que entrevistar a gente que sí tenía esos recuerdos. Uno de los autores en los que nos hemos basado, Walter Benjamin, dice: “articular históricamente el pasado, no significa conocerlo tal como verdaderamente fue, significa apoderarse de un recuerdo, tal como este relumbra en un instante de peligro”, y este planteamiento ha sido básicamente la espina dorsal del proyecto.
T.M.- Os habéis basado también en el Fausto de Goethe. ¿Pactar con el diablo abre o cierra heridas?
J.R.- Bueno, al igual que hicimos en Julieta y Ofelia, suicidas de toda la vida, acudimos a un clásico para contar esta historia, en este caso al Fausto de Goethe, del que hemos tomado los personajes principales, asignándoles a cada uno una alegoría. Todos ellos tienen un carácter simbólico, representan ideas y conceptos relacionados con el Berlín de la época. Y esto nos daba pie a poder realizar un viaje como el que hace Fausto al pactar con Mefistófeles. No sé si decirte quién es el diablo en nuestra función, pero lo que sí puedo decirte es que hacemos pactos constantemente, para vivir o sobrevivir en el mundo en el que estamos. Si abre o cierra heridas, depende mucho de quién sea el diablo.
T.M.- ¿Todos los personajes se han construido desde la autoficción?
J.R.– En un principio trabajamos solo la ficción. Como autor, me preocupé de que todos los actores tuvieran textos sólidos con los que poder trabajar y yo, que también estoy en el reparto, me fui dejando para el final. Pero en la primera muestra que hicimos, mi reflexión en la trama se convirtió en la del propio autor, donde manejo recuerdos personales asociados con la caída del muro. Y fue en esa muestra donde nos dimos cuenta de que, a través de la autoficción, el público conectaba muy bien con la fábula que estábamos contando. A partir de ahí, le pedí a los actores que escribieran algo sobre su relación personal con la historia que estábamos contando o sobre sus propios personajes. Esto nos ha dado mucho juego con Aaron para hacer casi dos montajes paralelos, uno sobre la fábula y otro sobre la biografía, que es lo que Aaron llama el Wände y el Wunde. El primero sería el muro y el segundo, la herida, lo que perdura después del muro, que es nuestra vida.
T.M.– ¿La historia puede servirnos de guía?
J.R.– La historia debería servirnos de guía. Creo que hay una idea recurrente en las cosas que escribo y es que siempre acabamos tropezando sobre la misma piedra. Además, no solo repetimos nuestros errores sino, también, los ajenos. En la actualidad se destinan presupuestos públicos a levantar otros muros para proteger a unos privilegiados contra los peligros de fuera. No hay más que ver lo que está pasando en Chile o lo que pasa en el Mediterráneo, en Cataluña, en Inglaterra o Estados Unidos, y sobre todo, ese afán de dividir el mundo, de establecer clases. En esta obra también reflexionamos sobre qué puede significar la patria. Cuando el concepto de patria se eleva por encima del concepto de individuo, entramos ya en un terreno peligroso. Así que, la historia debería servirnos de guía, pero ¿lo hace? No estoy tan seguro.
T.M.– ¿Cuál es la herida de la sociedad actual?
J.R.- Obviamente yo estoy ahora mismo muy mediatizado por este proyecto y entonces, la herida de la sociedad actual la veo muy relacionada con lo que acabo de decir. En un mundo global, los nacionalismos son absurdos. Todavía hay gente que muere de hambre o de SIDA, cuando existe un tratamiento. Todavía hay gente que se tiene que echar al mar para poder tener una oportunidad. Todo eso son heridas abiertas. Luego están las que le hacemos al planeta, aunque haya quien prefiera que se queme el Amazonas antes que Notre Dame. Una herida es que alguien sea capaz de decir eso. En la función se habla también de la herida que perdura en nuestras vidas después de aquellos muros. Hay un momento en que el personaje de José Juan dice que somos hijos de nuestro sistema, nosotros lo sufrimos, nosotros lo alimentamos. Alba dice que los muros están en los ojos, que los muros te atribuyen la identidad en función de dónde nos ponemos el muro. Ángel habla de su deseo de romper los muros en los que ha crecido. Cada uno nos lamemos nuestras propias heridas, pero está bien que tengamos un poco de conciencia colectiva sobre cuáles son las heridas de la sociedad.
T.M.– Habéis contado también con la colaboración de Andrés Lima.
J.R.– Sí, en la segunda fase del proceso se sumó Andrés Lima como mirada externa del proyecto, a propuesta de La Abadía. Y ha sido muy interesante su incorporación por muchas cosas, por la caña que nos ha metido por todas partes, por el texto, por la dirección, por la interpretación mucho menos, pero, especialmente, por ese diálogo generacional que hemos tenido con él, las cosas que nos contaba, lo que pensaba de nuestra propuesta y de nuestras vivencias. Wände-Wunde ha sido un proceso largo, pero muy íntimo. En muchos momentos, he tenido miedo de meterme en algunos berenjenales geo-sociopolíticos bastante grandes, pero, al final, nos hemos tirado a la piscina. Y sobre todo, finalmente, hemos convertido este proceso en una carta de amor a los cinco actores que están con nosotros, Alba, Ángel, José Juan, Raquel y Andrea, porque es muy difícil sacar adelante una obra con seis actores y porque ellos, a Aaron y a mí, nos han hecho mejor director y dramaturgo. El haber estado juntos, con ellos, y también con Pablo M. Bravo, nuestro ayudante de dirección, es lo que de verdad ha merecido la pena.
Telón lento… y final.
Juan Mairena / @Mairena_Juan
Fotos Álvaro Serrano Sierra