El otoño en el Teatro de La Abadía está dedicado a tres de los autores más universales de la literatura en lengua hispana: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Juan Rulfo harán viajar al público a través de su imaginario narrativo. En palabras de Juan Mayorga, director artístico de La Abadía, son «tres gigantes de nuestra lengua que van a llenar La Abadía de historias fascinantes, de personajes inolvidables, de gran teatro».
La actriz y directora alemana Hanna Schygulla, junto a la actriz y cantante argentina Andrea Bonelli, presentan por primera vez en España Borges y yo. Recuerdo de un amigo futuro, un espectáculo que funde la palabra borgiana con los tangos populares argentinos y que podrá verse durante cuatro únicos días del 3 al 6 de octubre. Del 23 de octubre al 7 de noviembre llegará Cortázar en juego, una obra con la que Natalia Menéndez invita al espectador a sumergirse en un viaje teatral a los muchos mundos creados por el escritor argentino. Un espectáculo sin precedentes con dramaturgia de José Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis. Ya en diciembre, y durante solo cinco funciones, del 11 al 15 de diciembre, la compañía salmantina La Chana Teatro mostrará en Natalia su mirada escénica sobre uno de los personajes protagonistas de Talpa, el cuento del autor mexicano Juan Rulfo.
La literatura latinoamericana del siglo XX
«¿Qué es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso en lo real?»
Alejo Carpentier
Aunque sus orígenes son anteriores, entre 1960 y principios de la década de los 70 comenzó a producirse una revolución literaria al otro lado del charco que ha marcado un hito no solo en la literatura en lengua hispana, sino en la universal.
El mundialmente conocido como boom latinoamericano fue un fenómeno literario surgido en Latinoamérica en el siglo XX, que se caracterizó por la explosión de la creatividad y la innovación en la escritura, especialmente en la narrativa. Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Álvaro Mutis, José Donoso, Ernesto Sábato, Guillermo Cabrera Infante, Manuel Mujica Láinez, Augusto Roa Bastos o Adolfo Bioy Casares son solo algunos de los nombres más destacados de una prolífica nómina de autores.
La vanguardia europea, de la que surgieron movimientos como el surrealismo, el dadaísmo o el expresionismo, fue una de las principales influencias de estos escritores, que también se vieron muy influidos por grandes figuras hispanoamericanas como Rubén Darío o José Martí. Rayuela de Julio Cortázar, publicada en 1962, está considerada como la primera obra de la inédita explosión de literatura latinoamericana que marcaría el resto del siglo y también la historia literaria. Otros sostienen que fueron la obra La ciudad y los perros (1962), de Vargas Llosa, o Hijo de hombre (1959), de Augusto Roa Bastos.
Este afloramiento de la narrativa latinoamericana, que no se ha considerado ni una corriente cultural ni una generación, supuso todo un revulsivo que convirtió a sus autores, hasta entonces independientes y relativamente jóvenes, en auténticos referentes de la literatura.
Mucho más que un boom: una revolución literaria de calado universal
«El ‘boom’ es la más extraordinaria toma de conciencia por el pueblo latinoamericano de una parte de su propia identidad»
Julio Cortázar
En lo que sí existe consenso es en la conmoción y perplejidad con la que recibieron los lectores hispanohablantes este inaudito fenómeno literario. «Mi primer contacto fue por influencia de mi padre, que era un gran lector sobre todo de literatura latinoamericana. Y el primer libro que él me regala siendo muy chica es Relatos de un náufrago, de Gabriel García Márquez. Y después vinieron todos sus otros libros: El otoño del patriarca, Los funerales de Mamá Grande y, de más grande, llegué hasta Cien años de soledad. Y no puedo dejar de mencionar a Julio Cortázar. Llegué de muy niña a él con Final del juego. Cortázar ha sido un escritor que ha marcado un estilo y una manera de narrar», declara la actriz y cantante argentina Andrea Bonelli.
En algunos casos, la primera lectura pudo no ser la más sencilla, pero avivó las ganas de querer conocer más. «Mi primer contacto fue con Pedro Páramo, de Juan Rulfo, que leí cuando tenía 18 años y no entendí nada de nada. Después fue Cortázar, con El perseguidor, y también me acerqué entonces a Borges, que no lo entendía muy bien. Más tarde contacté con Gabriel García Márquez leyendo Cien años de soledad, una obra que he releído muchísimas veces», confiesa la actriz y bailarina Ana Luz de Andrés.
La actriz y dramaturga Clara Sanchis coincide tanto con Ana Luz como con Andrea en su acercamiento a la literatura de García Márquez a través de la familia Buendía. Y también desde muy jovencita se vio atrapada por la narrativa de Cortázar: «Tengo recuerdos de estar leyendo muy joven, adolescente, sus Historias de Cronopios y famas, entre la risa y el asombro. Luego llegaron los relatos. Y después llegué a Juan Rulfo, genial y desolador. Aquellas primeras lecturas fueron verdaderos viajes».
La literatura de estos autores se caracteriza principalmente por la ruptura de las convenciones literarias tradicionales y la experimentación con nuevas formas y estilos narrativos, que incorporan la presencia de más de una perspectiva o voz narrativa.
A estas se suman una exploración de la realidad social y política de la región, ya que en esta literatura se verán reflejadas las realidades de los países hispanoamericanos. En esa época, el continente latinoamericano estaba experimentando grandes cambios sociales, políticos y culturales que se tradujeron en movimientos revolucionarios, como la revolución cubana, o en la instauración en algunos países de regímenes autoritarios, como la dictadura chilena de Pinochet.
Desde la literatura se emprendió la búsqueda de una identidad cultural y una voz propias. Una de las formas de lograrlo fue a través del denominado realismo mágico. Muchos autores comenzaron a mezclar lo fantástico y lo mágico en sus obras, dentro de un contexto realista y cotidiano. Crearon incluso universos con nombre propio, como los inolvidables Macondo y Comala, que se veían a su vez enriquecidos por el empleo de la intertextualidad, a través de referencias a otras obras literales, culturales o históricas.
Hoy, con la distancia cronológica necesaria que permite considerar si una manifestación artística merece mantenerse en la historia, resulta indudable afirmar que esta revolución literaria nos regaló a grandes referentes y autores de la literatura universal.
Borges y yo: un homenaje con nombres de mujer
Jorge Luis Borges (1899-1986) es uno de los grandes exponentes de la literatura latinoamericana de todos los tiempos, y su influencia en muchos otros autores hispanos que llegaron incluso poco después es notable e indiscutible. Nacido en Buenos Aires, Borges recibe una educación privilegiada que le permitirá formarse y acceder a la literatura desde muy joven, a pesar de sufrir desde muy pequeño, al igual que su padre, de ceguera progresiva.
Su estancia en España será decisiva en su obra, al contagiarse del movimiento ultraísta que llevará a Argentina a su vuelta en 1921. La reducción de la lírica a la metáfora, la eliminación los nexos y los adjetivos sobrantes o la síntesis de dos o más imágenes en una sola son varios de los principios ultraístas convertidos en signos inequívocos del estilo borgiano.
«La literatura de Borges es enorme e inabarcable, y para mí es muy difícil de definir con palabras»
Andrea Bonelli
Su producción narrativa se compone de más de 50 obras publicadas, en la que destacan cuentos cortos, poemas y ensayos breves. Algunos de sus mejores relatos los publica en la década de los 60-70: Inquisiciones, El Aleph o Ficciones. La filosofía, el existencialismo y el universo expresados a través de la corriente racionalista son los temas principales de su producción narrativa. «La literatura de Borges es enorme, y para mí es muy difícil de definir con palabras. Borges es algo que se siente; él te penetra, te lleva a sentir algo tiene que ver con lo esencial. Es inabarcable, conmovedor», confiesa Andrea Bonelli, actriz protagonista del espectáculo Borges y yo.
La Real Academia de la Lengua Española le otorgó el Premio Cervantes en 1980, junto al poeta Gerardo Diego. Recordado como el eterno candidato durante más de treinta años al Premio Nobel de Literatura, se cree que la Academia Sueca no le otorgó el galardón debido a su posición política, que lo llevó a relacionarse con Augusto Pinochet.
«Llegué a Borges a través del libro Los conjurados, lo último que él publica hace más de 30 años. En ese libro hay una dedicatoria que le hace a María Codama que dice: “Solo podemos dar lo que ya hemos dado, solo podemos dar lo que ya es de otro”. Y sentí mucha identificación con eso que él decía. Y ahí entendí que Borges tiene la universalidad que tiene siendo un escritor muy contemporáneo», declara Bonelli.
Buena prueba de ello es el encuentro escénico que ha trascendido las fronteras. Andrea Bonelli conoce el proyecto teatral de la mano de una reconocida artista alemana, Hanna Schygulla, quien le propone participar y ser la protagonista del montaje. Esto sucede en 2022 en París. Schygulla había creado 20 años atrás el espectáculo Der Tango Borges und ich, al que quería darle una nueva vida y, en lo que podría llamarse un acto de herencia, le propuso a Andrea formar parte de ello. Y así nació Borges y yo. «A Hannah la conocí hace 20 años en Buenos Aires. La conocí a ella y a Alicia Bustamante, quien ha sido una persona muy importante en nuestro proceso artístico. Y después de muchos años nos reencontramos y me dice que me quiere regalar este espectáculo que ella hizo sobre Borges con unos tangos populares argentinos más la música original de Peter Ludwig, que es quien me acompaña en el piano junto con el chelista Peter Wöpke. Una propuesta para mí muy emocionante, conmovedora y un hermoso regalo de su parte», confiesa Bonelli.
Este montaje ha nacido fruto de un gran proceso: durante mes y medio, Andrea ensayó con Hannah en París, y después en Buenos Aires junto con Melisa Hermida, que es la colaboradora artística que también la ayudó a montar el espectáculo en Argentina hace unos años.
El montaje cuenta con una selección de siete cuentos, cuyos textos fueron traducidos por Bonelli al español, porque la idea era que el espectáculo se hiciera en el idioma de Borges, y Schygulla los tenía en francés y en alemán del espectáculo original. «No son los cuentos completos, están más resumidos. Trabajé sobre esa traducción y recurrí al texto original de Borges, con su palabra escrita en español para respetar esas estructuras que tiene al escribir y las palabras que utiliza dentro de la dramaturgia que Hanna había hecho. Y además le pedí incluir en el espectáculo una poesía que está en el libro de Los conjurados, un texto que me interpela absolutamente que se llama ‘La suma’», explica Bonelli.
Lo inexplicable, lo laberíntico y lo misterioso de Borges impregnan un espectáculo donde el humor también está presente y donde la música se une a la fuerza de la palabra borgiana. Los tangos populares argentinos se funden con el lenguaje de Borges. Estos tangos por momentos son cantados, a veces hablados, o solamente instrumentales. «Mi trabajo más difícil fue que, siendo argentina y siendo los tangos tan populares para mí, tuve que hacer un trabajo muy riguroso de involucrarme con esos tangos como lo hice con el material de Borges. Ver realmente qué me significaban esos tangos, esas palabras, esa poética del tango», declara Bonelli.
Cortázar en juego o un viaje teatral sin precedentes
El trabajo de su padre como oficinista en la embajada argentina en Bélgica determinó que Julio Cortázar (1914-1984) naciera en Ixelles, un municipio al sur de la ciudad belga de Bruselas. Sin embargo, Cortázar pasó gran parte de su infancia y su juventud en Argentina y toda su obra la escribiría en español.
Fue un ávido lector que a los 9 años ya había leído a Julio Verne, Víctor Hugo y Edgar Allan Poe y que además solía pasar horas leyendo el Pequeño Larousse. Era tan grande su afición a la lectura que su madre lo llevó al médico para preguntarle si el hábito de su hijo era normal, y le recomendaron que dejara de leer o leyera menos durante cinco o seis meses, para que pudiera salir más a la calle y que le diera el sol.
Ejerció también como docente y traductor. De hecho, junto a su primera esposa, Aurora Rodríguez, afrontará el encargo que le hace la Universidad de Puerto Rico de traducir al castellano la obra de Allan Poe. Tardará un año en hacerlo, y esta traducción está considerada por los críticos como la mejor que se hizo nunca de la obra del escritor estadounidense.
La producción cortazariana destaca por sus misceláneas o del género «almanaque» donde mezcla narrativa, crónica, poesía y ensayo. Si bien en 1951 publica Bestiario, que fue el libro que cambió el rumbo de Cortázar como gran maestro del cuento, su obra más conocida es Rayuela. Esta novela experimental se convirtió en un hito en la historia de la literatura.
La creación de mundos surrealistas y oníricos que desafiaban las convenciones literarias clásicas definen su estilo. Y su mayor innovación fue la creación de una nueva forma de escribir y de contar, pero, sobre todo, su literatura fue revolucionaria al revelar al lector una forma inédita de leer. «Su literatura me provoca muchísima seducción, me hace pensar y seguir en ese aspecto critico de la vida», afirma la directora de escena Natalia Menéndez.
En su narrativa destacan temas como el tiempo, la identidad, la libertad y el absurdo de la vida cotidiana; la opresión política, la injustica social y la lucha por la libertad individual. «El legado de Julio Cortázar es un tesoro en el que resulta imposible dejar de descubrir toda clase de joyas. La riqueza expresiva de su lenguaje, tan poético como humorístico, ahora mismo siento que es casi de otro planeta. Un regalo para la vida», afirma Sanchis.
La radio, los tangos, el jazz y el boxeo fueron sus grandes pasiones más allá de su labor literaria, y tanto su vida como su obra se vieron fuertemente marcados por su activismo político. En 1951 se marcha a París, donde residiría el resto de su vida.
Cortázar en juego propone al público un viaje teatral al universo literario del escritor argentino. Para Natalia Menéndez esta aventura comenzó hace una década cuando José Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis le llamaron para dirigir una lectura dramatizada con motivo de un aniversario del autor. Los tres se metieron de lleno a leer sus relatos para crear una dramaturgia que fuera interesante para la celebración.
«Como lectores apasionados de su obra, una historia nos llevaba a otra, en un deambular apasionado que podría no tener fin»
Clara Sanchis
Pero aquel encuentro entre los tres estaba destinado a algo más grande: «Clara me volvió a llamar y me preguntó por qué no lo retomábamos, que sabía que había entendido muy bien el mundo de Cortázar y me había gustado mucho. La idea era la de reiniciar con José Sanchis y con ella una nueva dramaturgia a través de unos relatos que estudiamos hace 10 años y otros que estaban por redescubrir», declara Menéndez.
El espectáculo está creado a partir de una selección de fragmentos de cuentos y relatos, donde el lector habitual de Cortázar reconocerá relatos míticos como Casa tomada y Graffitti, el divertido Manual de instrucciones o fragmentos de Rayuela.«Como lectores apasionados de su obra, una historia nos llevaba a otra, de misterio en misterio, de juego en juego, en un deambular apasionado que podría no tener fin», explica Sanchis.
Tanto ella como Pablo Rivero invitan al público a emprender un recorrido escénico a través de los muchos mundos que creó Cortázar con la fuerza expresiva de sus palabras, el atractivo de las historias y el enigma de sus personajes. «El montaje es una suerte de muñecas rusas, de collages, de idea de historias que se entrelazan que podrían ser un mismo personaje o un hombre y una mujer que van jugando a diferentes y cuentan diversas historias. El punto de partida es encontrar ese estilo propio que a mí me resuena tanto del mundo del absurdo, del realismo poético y que me seduce profundamente», explica Menéndez.
«Cortázar es profundamente sonoro y musical. La sensualidad, el erotismo, el miedo, la crítica política y social, el amor, la seducción… todo eso y más suena en el montaje»
Natalia Menéndez
Ambientado en los años 70, la música y la radio están muy presentes en una propuesta muy sensorial. «Cortázar es profundamente sonoro y musical. No solo está el jazz, sino también las palabras o las frases que tienen una musicalidad y una sonoridad muy interesante. El vestuario también suena. En definitiva, el sonido es un personaje más. La sensualidad, el erotismo, el miedo, la crítica política y social, el amor, la seducción… todo eso y más suena en el montaje», concluye Menéndez.
Sin olvidar que Cortázar fue un hombre y un escritor muy comprometido que tendió puentes sólidos entre América y Europa, Cortázar en juego propone un recorrido humorístico, poético, fantástico, ético, político y filosófico por lo mejor de la obra de quien supo unir la libertad estética con el compromiso ético. «Los relatos de Cortázar son mis libros de cabecera favoritos. Hay relatos para todos los gustos, abarcan cualquier género. Trabajar sobre ellos para llevarlos a escena ha supuesto un encuentro con cada palabra, minucioso y placentero. El genio de Julio Cortázar es sobrecogedor», declara Sanchis.
Natalia, mucho más que la protagonista de un cuento de Rulfo
A pesar de que empezó a escribir a los 28 años, al mexicano Juan Rulfo (1917-1986), nacido en Apulco, Jalisco, no le hizo falta una prolífica carrera para dejar huella. Le bastaron dos obras, el libro de cuentos El llano en llamas (1953) y la novela Pedro Páramo (1955), para convertirse en uno de los grandes escritores en lengua hispana y en el autor mexicano más traducido del mundo. Escribió un tercer libro, El gallo de oro, una novela breve de 1958, pero que no se publicó hasta 1980.
Considerado por muchos el padre del realismo mágico, su estilo supuso una revolución en las estructuras narrativas y en la utilización y distribución del tiempo narrativo. Fantasía y realidad se difuminan en sus obras, donde retrata el pasado de México, y sobresalen por el empleo de una prosa poética perfecta en la que utiliza el lenguaje del pueblo. «La manera de escribir de Rulfo no la encuentro en ningún autor. Su estilo es único. Me han hablado de un autor anterior a él, Graciliano Ramos, que sí que es como un precursor de su estilo. Su forma es muy llana, solo del sustantivo, no describe. Él es muy escueto: utiliza la sustancia y solo lo necesario. Son todo emociones muy humanas que conectan y trascienden porque son de todos», declara Ana Luz de Andrés, de La Chana Teatro.
Cuando apenas había escrito un par de obras, Juan Rulfo dejó de escribir. Todo el mundo se preguntaba el motivo y él, que no se lo tomaba nada bien, explicó que tenía un tío llamado Celerino que era quien le contaba las historias que inspiraron sus obras y que este había muerto. Pero ¿existió de verdad el tío Celerino? «Eso era una broma de mi padre. El tío Celerino es México y la realidad que él vivía», declaró años después uno de sus hijos.
Además de escribir, Rulfo desarrolló otras facetas menos conocidas, como la de historiador, fotógrafo y guionista de cine. En 1983 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Natalia es un espectáculo de La Chana Teatro creado a partir de «Talpa», el sexto cuento de Juan Rulfo publicado en El llano en llamas (1953). «Talpa» es un cuento doloroso y magnífico que habla sobre el remordimiento y la aceptación humana. «Este cuento conectaba conmigo porque conecté con Natalia todo el rato, y esos remordimientos que tenemos todos también conectaron conmigo. Fue algo intuitivo más que racional. Algo totalmente emocional», confiesa de Andrés.
Los personajes de Rulfo están muy ocupados en sobrevivir, luchar, defenderse o atacar como para poder sentir piedad, remordimiento o melancolía.
«La clave del espectáculo es haber encontrado ese tiempo suspendido que te ahoga y te asfixia como a los personajes en ese peregrinaje»
Ana Luz de Andrés
Natalia cuenta la historia de un peregrinaje de ida y vuelta desde la enfermedad hasta el regreso a la madre. «Natalia vuelve a la madre que para mí es la Virgen de Talpa. Es la única que te puede perdonar cuando estás en la miseria y has hecho lo peor que pueda ser. La única persona que te puede consolar es tu madre. Es una ida y una vuelta. La ida es cometer el asesinato y la vuelta regresar al hogar donde vas a permanecer un minuto entre los brazos de tu madre para después irte. Pero es el único perdón que podrías tener para reconciliarte con lo que has hecho», declara de Andrés.
El montaje que en principio La Chana Teatro concibió como una pieza de danza pasó a ser un espectáculo con títeres y sin voz. Un cuento narrado con unos títeres que no hablan, una bailarina que no baila, unos personajes sin identidad, pero con unas figuras que nos representan a todos. «La magia y la clave del espectáculo es haber encontrado ese tiempo suspendido que te ahoga y te asfixia como a los personajes en ese peregrinaje. Ese remordimiento que te va comiendo poco a poco hasta que te destruye y no te deja respirar», explica de Andrés.
Los objetos, la palabra y el espacio son los protagonistas de esta historia donde Rulfo plantea la vida como una carga desde una visión pesimista del mundo. «El espectáculo es en realidad un stop motion y para ello hemos aplicado técnicas de cine. El teatro de objetos es un eslabón ente el teatro y el cine. De este modo, la gran metáfora del montaje está en el tiempo y en esa danza extraña vertical de subida y bajada que tengo yo en escena».
Compra ya tus entradas: