Son cinco actrices en escena, pero en realidad hay muchas más mujeres encima de las tablas: todas las madres se encuentran, se miran, se apoyan y se dan aliento en Los hijos de cualquiera, el quinto montaje de Producciones Bernardas, la compañía de Camino Ventura y Aldara Molero.
Molero, que actúa, codirige y firma la autoría de esta obra, asegura que tuvo un pálpito para lanzarse a montar esta propuesta: «Cuando conocí la historia de estas mujeres me dejó impactada. De pequeña había oído algo, pero apenas tenía conocimiento. A raíz de empezar a documentarme fueron creciendo en mí las ganas y la necesidad de contar la historia». Y este fue el motor para que ella, junto a Natalia Mariño, que también escribe la dramaturgia y dirige, entrevistaran a las madres gallegas que, en los años 80 y 90, empezaron a ver que a sus hijos les pasaba algo.
«Hijo, estás muy raro tú, déjame que te vea». «Tú no eres así, Juan, por favor, es que no eres así». «Si tan solo me hablaras». Esto se oye decir a las cinco actrices que empiezan a comprender que sus hijos no están enfermando porque sí. Que no están muriendo porque sí. Que esto pasa porque el mar que las ha acompañado siempre se está convirtiendo en algo odioso, porque desde ahí llega la droga que les hace robar, pedir, irse de casa, enfrentarse a ellas, romper sus familias. Ese mar que amaron y ahora temen: «No puedo comer nada que venga del mar», dice el personaje de Ana, encarnado por Maite Colodrón.
Su papel fue clave para que se desarrollara con éxito una de las mayores operaciones antidroga de la historia de nuestro país: la Operación Nécora.
«Mira, a veces ves las historias de valientes muy lejanas, ¿sabes? Y que te inspiran», dice la actriz Marina Herranz, que da vida a Carmen Avendaño, la presidenta de la asociación gallega Érguete (que significa ‘levántate’). Estas mujeres, estas madres, tuvieron que enterarse de qué eran las drogas, qué daño hacían, dónde se vendían, quiénes las compraban, cómo se organizaba todo. Ellas lo sabían, y su papel fue clave para que se desarrollara con éxito una de las mayores operaciones antidroga de la historia de nuestro país: la Operación Nécora. «Nos pasó, nos está pasando a todas, ¿no lo ves? Esto no es algo puntual. […] Y aquí estamos todas para hacer lo que haga falta», afirma en escena la actriz Irene Maquieira, que encarna a Toñi.
Todas. Todas, para hacer lo que haga falta. Todas. Y esa es la base del trabajo de Producciones Bernardas: «El concepto del grupo tiene muchas posibilidades, pero sobre todo es red de apoyo en el proceso. Nuestra fortaleza es saber que estamos ahí las unas para las otras, para currar y cuidarnos mutuamente y para ser sostén cuando la otra nos necesite. No concibo el teatro sin ese sostén del grupo», dice Aldara Molero. Ese grupo, esa sororidad, fue el impulso para las madres gallegas a las que dan vida cinco mujeres que trabajan con referentes reales, pero con personajes creados por ellas mismas: «El trabajo actoral parte de la honestidad y el cuidado sobre estas mujeres», cuenta Molero, y sigue: «Nosotras ponemos el cuerpo, la voz y la emoción para contar aquello que hicieron, pero no es nuestro: es suyo». Porque la generosidad de aquellas madres pasa por los cuerpos de estas cinco actrices para tratar de impregnarse en la piel de los espectadores.
«Estas mujeres encontraron en su amor y en ellas la fuerza para combatir a un elefante», Aldara Molero.
El dolor y el amor se dan la mano en esta propuesta que homenajea a aquellas madres que tuvieron que hacer de todo para intentar salvar a sus hijos. «¿Entiendes que no luchamos contra un par de porros? […] Esto es un problema de un sistema muy jodido, que luchamos contra un monstruo», explica Maica, el personaje de Marta Megías. Un monstruo al que se enfrentaron estas madres saliendo de su intimidad, de sus casas, para exponerlo a la luz pública. «Estas mujeres encontraron en su amor y en ellas la fuerza para combatir a un elefante. Merecen ser escuchadas, esta historia de las hormigas contra el elefante nos sirve para darles el lugar que se merecen, el de la escucha del pueblo. No concibo el teatro desde otro lugar. Teatro para el homenaje», afirma Molero.
Los hijos de cualquiera es una propuesta que nace desde el compromiso con el teatro y con nuestra historia. En escena, cinco espacios íntimos, cinco trocitos de las casas de estas mujeres, que podrían ser las casas de cualquier familia de los años 80. Cuartos de estar, salones y cocinas que se convierten en asambleas y en juzgados. Una televisión, desde la que estas mujeres comprueban la proyección de su lucha. Y una pantalla con proyecciones, para recordar que esta historia que pasó hace años, de alguna manera, es contemporánea: sigue sucediendo.
Sobre todo, sigue sucediendo la necesidad de grupo, de hacer piña, de hacer red. Y eso es lo que buscó Aldara Molero a la hora de buscar equipo para esta obra: «Lógicamente necesitaba un elenco que diera el casting de la obra, pero tenía claro que quería que fueran mujeres amigas y compañeras que tuvieran la sensibilidad y la profesión suficiente para tratar un tema tan complejo. Estoy profundamente agradecida a todas y cada una de ellas por su profesionalidad y amor al proyecto». El equipo se completa con Tony Raya en el diseño gráfico, Juanje de los Ríos en la producción ejecutiva, Reducto en la iluminación y la coordinación técnica, Aitana Sar como ayudante de dirección y Camino Ventura como fotógrafa y productora.
Es complicado imaginar que un hijo puede drogarse, enfermar o morir.
Es un equipo formado mayoritariamente por mujeres, que viven el dolor de las madres gallegas casi como propio. Porque es duro hablar de este tema. Porque es complicado imaginar que un hijo puede drogarse, cambiar drásticamente su conducta, enfermar o morir. Es duro, y el proceso de montaje, cuenta Molero, ha estado acompañado de muchas lágrimas: «Me he drenado ya», bromea. «Con esta obra he llorado de tristeza, de rabia, de amor, de pena, de admiración. Parte del proceso fue llorarnos todo para poderlo contar después».
Pero no hay drama: la obra no busca ni la emoción desbordada ni la intención lacrimógena. La obra habla del amor. El amor de esas madres a sus hijos, a sus familias, a su tierra y, también, a ellas mismas. A esa red que crearon. Porque, como dice Adela, el personaje de Aldara Molero: «Si una flota, flotamos todas».
De momento, la obra estará tres días en Cuarta Pared, del 2 al 4 de junio, a las 20:30h. Y ojalá las voces de estas mujeres floten mucho más.