EN EL TEATRO VALLE-INCLÁN

Lucía Carballal: «Atreverme a dirigir es la mejor decisión que he podido tomar»

La dramaturga debuta como directora con 'Los pálidos', una obra que cuestiona las contradicciones artísticas y personales que vive un equipo de guionistas de televisión

Bea López
'Los pálidos', el debut de Lucía Carballal en la dirección escénica en el teatro Vallé Inclán

La dramaturga Lucía Carballal estrena ‘Los pálidos’, su primer espectáculo como directora. //Foto: Heike Steinweg

Los pálidos es el estreno absoluto de la dramaturga Lucía Carballal en la dirección escénica; una obra que invita al espectador a entrar en una writer’s room y conocer a un grupo de guionistas que, tras su último fracaso audiovisual, está tratando de crear una ‘ficción relevante’.

Israel Elejalde, Natalia Huarte, Manuela Paso, Miki Esparbé y Alba Planas protagonizan este espectáculo, que explora los límites de la responsabilidad que deben cumplir los creadores de ficción. El montaje estará en cartel del 15 de febrero al 26 de marzo en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán.

TeatroMadrid ha conversado con Lucía Carballal sobre su primera experiencia como directora teatral, el proceso de creación del texto y el desafío de trasladar la realidad audiovisual al código escénico.

¿Cómo te sientes al volver al teatro tras varios años más dedicada al guion audiovisual?

Es cierto que he trabajado en audiovisual en los últimos tres años, pero los últimos dos he estado ya escribiendo y preparando este espectáculo, y tenía muchas ganas de que llegara este momento.

¿Por qué Los pálidos? ¿Y cómo surgió la idea del título?

Es una obra que lleva mucho tiempo gestándose y en la que cristalizan varias cuestiones que me interesaba abordar. Qué responsabilidad implica contar historias, cuál es la relación entre política y entretenimiento, qué significa ser una mujer joven que toma el relevo… Se llama Los pálidos como guiño al hecho de que dedicarse a escribir significa habitar un lugar interior en varios sentidos, renunciar a muchos días de sol, y también porque los personajes de la obra, quizá, han perdido el brillo que una vez tuvieron.

Esta obra no es solo tu regreso a la escena, sino también tu debut como directora. ¿Cuándo decidiste que querías también dirigir? ¿Cuáles han sido los mayores retos de esta doble responsabilidad escénica como dramaturga y directora?

Hace siglos, mientras estudiaba la carrera, decidí que nunca dirigiría mis obras y me he preguntado muchas veces por qué tomé esa decisión tan drástica. Creo que he necesitado hacerme mayor, legitimarme y conocerme como autora para terminar de permitirme algo que siempre me atrajo en realidad. Desde luego, conocer a directoras de mi generación, tener esos referentes, ha sido muy importante para mí. Finalmente, la invitación del Centro Dramático Nacional me ayudó a darle espacio a mi propio deseo. Atreverme es la mejor decisión que he podido tomar. Lo necesitaba y ha disparado mi creatividad y mi compromiso con el teatro, que ahora si cabe es aún mayor.

Imagen de Los pálidos de la dramaturga y directora Lucía Carballal en el teatro Valle-Inclán

Israel Elejalde, Natalia Huarte, Manuela Paso, Miki Esparbé y Alba Planas protagonizan ‘Los pálidos’ en el Teatro Valle-Inclán.

Como directora una de las primeras decisiones es la elección del reparto. ¿Cómo has vivido este proceso? ¿Tenías alguno de los nombres claro desde el principio?

Sí, una de las primeras cosas que supe es que sería una obra para Israel Elejalde. Le conocía por La resistencia, una obra mía que él dirigió; a raíz de eso había comenzado una amistad y una relación creativa muy importantes para mí. Tenía en mente el personaje de Jacobo, en torno al cual gira la obra, y lo escribí con la idea de ofrecérselo. Después llegaron los demás actores, para los que también compuse los personajes sabiendo que serían ellos.

«Escribir para actores muy buenos es un gran impulso para la escritura»

La implicación de todos en el proceso de ensayos ha sido enorme, también en todos los encuentros previos. Esta manera de trabajar ha sido muy gozosa para mí y ha definido mucho, creo, el resultado final en el que personajes y actores se empastan de una manera especial sin necesitar para ello coincidencias biográficas. Escribir para actores muy buenos es también un gran impulso para la escritura.

Tras esta primera experiencia, ¿qué consideras que un dramaturgo aporta al director? Y al revés, ¿qué puede aprender el dramaturgo desde la dirección escénica?

Haber escrito la obra implica un conocimiento muy profundo de ella, claro, porque en las distintas versiones sobre el papel he conocido muchos de sus derroteros, todo lo que la obra no era por mucho que yo me empeñara. Eso da la ventaja de estar automáticamente conectada con ella desde un lugar maduro porque ya la has odiado y amado varias veces antes de empezar a ensayar. También permite que las imágenes y atmósferas aparezcan desde un lugar interior y natural, al menos cuando consigues escucharla. Pero también obliga a tener cuidado precisamente por esa sensación de cercanía e identificación, hay que desarrollar cierto sentido de extrañeza, por eso he reescrito escenas y diálogos durante el proceso de ensayos. A menudo me ha sido útil mirar el texto desde el punto de vista de los actores.

Los pálidos es una obra que, en apariencia, habla sobre el mundo de la televisión y acerca la realidad acuciante de cualquier guionista. Pero, más allá de esta premisa, ¿quiénes son los pálidos? ¿Cuál es el tono de la propuesta?

La obra tiene un tono bastante existencialista, hay un extraño humor que surge de la sensación de vacío. Parece que habla de guionistas y de televisión, pero eso es solo una manera de abordar nuestra necesidad de tener una historia que interese en el mundo, de ser escuchados. Para trabajar me ha servido mucho una imagen que todo el mundo reconoce: la de la mesa en la que se reúne un grupo de personas (familia, amigos…) y cómo el mundo parece dividirse entre los que cuentan las anécdotas y los que las escuchan.

«Tener la capacidad de despertar el interés de los demás es una manera de sentirse vivo y presente»

Todos deseamos estar a veces en el otro lado. Tener la capacidad de despertar el interés de los demás es una manera de sentirse vivo y presente; la obra se construye en esa capa más profunda, pero todo este universo de la televisión es una plataforma maravillosa para sostener todo eso argumentalmente y dar la dimensión más política de la función.

El sector audiovisual y de la escena conviven con el miedo a ser olvidados o a simplemente no destacar, a no dejar huella. Esta falta de seguridad lleva a veces a tomar decisiones que implican censurar la propia esencia. Al mismo tiempo, especialmente desde la televisión, se manda un mensaje de lucha por mantener la lealtad a uno mismo para lograr cualquier objetivo. ¿Cómo crees que todo esto influye en la creación? ¿Existe una verdadera exigencia y angustia a no quedarse atrás?

Por un lado, se nos exige que seamos nosotros mismos, que seamos genuinos, honestos con nuestra esencia, etc. Pero lo genuino, verdadero y profundo del ser humano no es solo luminoso; de hecho, es contradictorio, oscuro, incómodo… No es muy fotogénico habitualmente ni encaja con los cánones ni modelos inspiradores que como sociedad demandamos. Hay una psicosis entre el ‘sé tu mismo’ y ‘haz cualquier cosa menos eso’. Hay una gran crisis con respecto a qué es la verdad. Identificamos lo verdadero como aquello que es nuevo, que tiene pinta de revelación. A veces lo que sentimos como verdadero no es más que el brillo de un nuevo producto.

Imagen de Los pálidos de Lucía Carballal

‘Los pálidos’ es una obra escrita y dirigida por Lucía Carballal que cuestiona los límites de responsabilidad de los creadores de ficción.

Desde tu experiencia como dramaturga y guionista, que combina su labor de escritura tanto en el sector audiovisual como en el escénico, ¿cuáles son para ti las grandes semejanzas y diferencias entre ambos mundos a la hora de enfrentarte a la creación?

En esencia, el teatro es un lugar más libre de los imperativos comerciales, al menos allí donde yo estoy ahora mismo. Sigue teniendo ese halo antisistema en el sentido de que importa la cercanía, lo humano, lo que podemos hacer juntos y lo que podemos generar en un espacio que compartimos con la ciudad. La televisión está infinitamente más condicionada por lo que se supone que son las expectativas de una audiencia muy demandante y que ha de elegirte entre un millón de opciones. Eso tensa mucho la escritura y el propio lenguaje cinematográfico; lo maravilloso es todo lo que se aprende en esa dificultad.

En el caso concreto de Los pálidos, ¿cómo ha sido la experiencia de hablar del código audiovisual dentro del lenguaje escénico?

Tenía claro que el teatro es el mejor lugar para hablar de la televisión y, sobre todo, de cuál es la relación entre espectadores y creadores. Hay una reflexión sobre lo audiovisual que ha atravesado el concepto del espectáculo, escenografía, luces, sonido…

En la obra este grupo de guionistas debe encontrar la forma de crear una ficción relevante que les permita sobrevivir en una industria regida por el dinero. Pero, ¿quién decide realmente que un relato es relevante? ¿Cómo enfrenta este grupo el gran desafío de lograr un objetivo cuya aprobación se escapa de su control?

Es una búsqueda que no puede concluir nunca. Buscar un relato que tenga sentido es como buscarle un sentido a cualquier otra cosa, solo hay tentativas, intentos… Intentos de acercarte a eso que es verdad o que, al menos, puede modificar al otro.

Escrito por
Bea López TWITTER

Periodista y filóloga hispánica que ha hecho de su pasión por la cultura y las artes escénicas su forma de vida. Creadora de contenidos editoriales de TeatroMadrid y redactora de la Revista TM.

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