Los cánones de belleza han variado a lo largo de la historia de la Humanidad: tenemos a una Venus obesa datada en torno al 25.000 a.C. como cuerpo idealizado. Las Venus de Rubens tampoco entraban en los parámetros del 90-60-90. Sin embargo, actualmente las modelos que encontramos en las pasarelas o las mujeres que ostentan el título de Miss se alejan de estos cánones. Nos sentamos con Lucía Quintana que preside el cartel de La reina de la belleza junto a María Galiana y hablamos con ella de esta obra, de la maternidad, de los límites que imponemos a la belleza o al sexo y de mucho más.
Comenzaste en el teatro a los 11 años.
Sí, con 11 años actué en una gira que hicieron mis padres por Estados Unidos, y ahí hice un papelito en la Zapatera prodigiosa de Lorca. Luego ya con 16 o 17 me dieron un papel en El avaro con el que hicimos casi 500 funciones de ese espectáculo, y ya no paré, no paré.
Tus padres se dedicaban a las artes escénicas ¿cómo has vivido esta evolución del teatro en estos casi 40 años de profesión?
Mira, justamente el año pasado sacamos un libro sobre la trayectoria de mis padres, en Valladolid. Ahora estamos en un momento un poco complicado, quizá más complicado,… bueno, siempre fue complicado, ¿no? Porque es un país, este nuestro, que ha generado afición al teatro pero todavía hay gente como que no conoce el oficio. Siempre se dice que el teatro está en crisis, yo creo que el teatro no va a morir nunca. Ahora con la amenaza que tenemos sobre nuestras cabezas de la inteligencia artificial y todo esto,… bueno, el directo es el directo y creo que siempre va a haber gente que lo quiera vivir.
Eres madre de dos hijos y en la obra se trata el tema de la maternidad, un concepto que es complicado. ¿Cómo lo vives tú como madre en la realidad, pero no en la ficción?
Pues me lo he preguntado, porque es cierto que en la obra se cuenta esa relación tóxica entre una madre mayor dependiente de una hija que la tiene que cuidar y hay una relación de manipulación y de sometimiento por parte de la madre hacia la hija. Y de crueldad, rebeldía y agresividad por parte de la hija hacia la madre. Es difícil, yo creo que Martin McDonagh pone de manifiesto ese vínculo con todos los temas que se reflejan en la obra, pero es un vínculo que aparentemente debería ser sano, ¿no? O sea, hay una entrega en el hecho de tener hijos y una generosidad, pero claro, no todo el mundo lo vive de la misma manera. Es un vínculo del que no te puedes desprender, un vínculo completamente natural, intenso y directo. Y es curioso, yo me pregunto, ¿cómo puedes hacerle eso a una hija? Pero claro, cuando uno tiene delante el miedo a la soledad y la posibilidad de morir solo, supongo que ahí se pone en marcha el egoísmo y un mecanismo de defensa muy fuerte que puede llegar a extremos muy dolorosos, muy crueles.
«Es algo que no se había contado, yo creo, de una manera tan descarnada»
¿Y tú crees que somos más pacientes con nuestros hijos y con nuestros padres?
Probablemente sí. Sí, yo creo que hay algo muy doloroso en ver a los padres envejecer, en ver que ya no son tus héroes o tus protectores. Convertirte tú en cuidador o protector de alguien que está perdiendo facultades es algo complicado de gestionar. Supongo que inconscientemente cuesta mucho colocarte en el otro lugar.
Tu personaje es una mujer cuidadora, esta obra se estrenó en 1996, hace relativamente poco, son 30 años. Y el personaje principal es una mujer cuidadora porque refleja realmente la sociedad. ¿Cuántos años tienen que pasar para que un personaje principal sea hombre cuidador como reflejo de la sociedad?
Pues no lo sé. A mí me parece que son dos personajes fantásticos, de verdad, de los más importantes del teatro contemporáneo. Estamos descubriendo gratamente lo que nos dice la gente en la puerta del teatro, que se quedan a decirnos lo impactados que están, lo conmovidos que están. Mucha gente se siente reflejada salvando las distancias, espero, con nuestros personajes. Es algo que no se había contado, yo creo, de una manera tan descarnada.
Hay muchos temas que se tratan transversalmente durante la obra y uno es el propio título, La reina de la belleza, un título que te concede un personaje a lo largo de la obra. ¿Crees que es necesario reivindicar la belleza de la arruga?
Sí, bueno, por supuesto, creo que sí, hay que reivindicarla. El título de la función no es tanto eso como simplemente una especie de piropo que le echa este hombre. En una escena, cuando consiguen estar juntos después de una fiesta, él le confiesa que le ha gustado siempre y le pone ese título que ni siquiera existe. Es el único piropo que le echa y no sabemos tampoco si es cierto. Pero vamos, en la vida sí hay que reivindicar absolutamente la arruga.
Veía hace poco una entrevista de Jon Sistiaga con las top model de los 90 que ahora mismo tienen unos 50 años y pensaba qué interesante sería tener una Miss España, una reina de la belleza de 50 años, ¿no?
Sí, o a lo mejor no tener ni el título, no lo sé. Esto no lo he reflexionado mucho, pero ya está bien de generar esos tipos que a las chavalas les pueden arruinar claramente la vida. Tienen mucha fuerza estos modelos, pero ahora con las redes sociales desde luego que es terrorífico, lo que se está vendiendo. Kate Winslet por ejemplo y otras actrices de Hollywood están haciendo una labor absolutamente necesaria y maravillosa.
«Cada uno somos maravillosos, únicos y bellos, o sea, creo que la belleza también es un tópico»
Hace poco fueron los premios de Godot e Ikerne Jiménez que ganó el premio a Mejor Vestuario por El monstruo de los Jardines, en su discurso de agradecimiento daba las gracias por tener cuerpos tan diferentes a los que vestir. ¿Tú crees que tenemos una tarea pendiente en fomentar esa diversidad también en artes escénicas?
Sí, desde luego. Yo sí que siento que hay mujeres, sobre todo tenemos que ser nosotras, las que empecemos con esto. Ya estamos asumiendo que la realidad es mucho más importante y que lo que es cada una es mucho más importante que lo que nos quieran vender, imponer. Cada uno somos maravillosos, únicos y bellos, o sea, creo que la belleza también es un tópico. Lo que llevas dentro es lo que se refleja también en tu cara, en tu atractivo, en tu mirada y en tu cuerpo.
Hay un tema en la obra que pasa a lo mejor un poco desapercibido pero me parece muy importante que es la sexualidad femenina. Tú como mujer de 50 años, que estás en un pueblo en Irlanda y tienes esa necesidad, ¿cómo responde tu madre en este sentido?
Bueno, ella si tiene una represión no lo sabemos. Con Echanove a veces lo hemos hablado, si su marido sería un alcohólico que las abandonó, no sabemos qué tipo de relación ha habido. Cómo ha vivido la madre la sexualidad, cómo ha tenido a esas hijas, si las quería tener, si no,.. no lo sabemos. Pero desde luego, mi personaje tiene la necesidad de explorar su sexualidad, absolutamente. En la función decimos que tiene 45 años y yo tengo 48 en la vida real, ella lo dice claramente, es virgen, se ha enrollado con dos personas en su vida. Y ahora tiene la posibilidad de poder tener una historia y va a luchar por ella, desde luego. Ella quiere poder tener su propia vida, lucha por su libertad individual.
«Creo que la sexualidad femenina es un tabú para muchos hombres hoy en día todavía, incluso para muchas mujeres»
Me gustaría compartir contigo un concepto que utilizan ahora los jóvenes, no sé si lo conocerás, se llama body count, es el número de personas con el que tienen sexo y se está usando para criticar a las mujeres que tienen determinadas relaciones sexuales.
Bueno, yo creo que la sexualidad femenina es un tabú para muchos hombres hoy en día todavía, incluso para muchas mujeres. Creo que cabe todo siempre que te estés respetando a ti misma. Te puede gustar tener parejas estables, no tenerlas, tener tu body count a tope,… pero tiene que ser algo que realmente tú quieras y estar conforme con eso, no hacerlo porque ahora hay que estar al mismo nivel que no sé quién. Y a los hombres, pues, les falta mucha conciencia. Lamentablemente creo que también ellos han sufrido, seguramente, esos condicionamientos. Es un buen momento para que todos nos planteemos muchas cosas.
La gente debería tomarse en serio su sexualidad, me refiero a ser consciente de qué gustos tienen, qué quieren explorar, qué no quieren explorar y sentirse realmente libres y respetando al otro, por supuesto. Esto de que los tíos ahora utilicen de manera peyorativa esto, pues me parece fatal pero vamos, que hay mucha materialización del tema sexual. Es algo que es maravilloso y que tiene que ser más natural y más consciente.
Y en esta obra repites con Juan Echanove como director, ¿qué tal tu experiencia?
Maravillosa. Juan, aparte de que somos amigos y nos entendemos muy bien, es un hombre de teatro de los pies a la cabeza. Es un grandísimo actor y un grandísimo director. Siempre lo digo, es muy generoso, dentro y fuera del escenario. Llevamos cinco montajes juntos, desde Karamázov en el CDN y ahora solo como director. Yo me siento comodísima, es un director que me genera una confianza enorme para crear y tiene muchísima escucha. Yo me siento muy escuchada y eso para la creatividad es fantástico.
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