Muchos directores son celosos de su proceso de trabajo y crean sus proyectos bajo candado. No es el caso de Luis Luque, que ha abierto generosamente a la revista Teatro Madrid las puertas de la sala de ensayos de la nave 11 de Matadero. Un lugar en el que se respira calma. Hay nervios, como en todo montaje que encarrila la cuenta atrás hacia su estreno; pero se trabaja desde «la sensibilidad, el cariño y el respeto». Estos adjetivos caracterizan la forma de trabajo de Luque, en boca de sus propios actores: un grupo de intérpretes de edades comprendidas entre los 70 “recién cumplidos” –confiesa Juan Ribó– y los 80 años. Por primera vez no encarnarán un papel, serán ellos mismos en escena.
Ana Marzoa, Amparo Pamplona, María Luisa San José, Paco Roncero, Juan Ribó y Guillermo Montesinos componen el elenco de Celebración, que se podrá ver en las Naves del Español desde el 29 de septiembre al 23 de octubre. Todos ellos son nombres ligados a la historia del cine, la televisión y el teatro en España. Trabajaron a las órdenes de Pilar Miró, Almodóvar, Marsillach, John Strasberg, Miguel Narros o Uta Hagen. Fueron musas de Estudio 1 y participaron en los programas más vistos para toda la familia, como La mansión de los Plaff. Juan Ribó protagonizó el primer desnudo masculino en escena y Ana Marzoa llegó a recibir el Premio Nacional de Teatro.
Muchos recordarán a estos actores, pero no serán pocos también los que tendrán que buscar en Wikipedia porque su juventud les impide conocer sus trabajos. Todos ellos tienen parte de responsabilidad en que el teatro español sea como hoy lo conocemos y de que la profesión disfrute de los derechos que hoy atesora.
Este grupo de intérpretes se merece un homenaje. Más allá de un premio o un reconocimiento, merecían ser protagonistas de nuevo. En este proyecto hay una clara intención de rescatar a los mayores de los márgenes, del olvido, y situarlos en el centro de la acción. La propuesta tiene «algo de servicio público porque hay memoria, hay honra», asegura Luis Luque.
Pero Celebración “no es una obra sobre toda la profesión, es una función sobre ellos seis y, a partir de ahí, hablamos de todo”, puntualiza, «porque no es un ejercicio ególatra, narcisista, de nuestro mundo, que solo vamos a entender los del teatro. También hay una reflexión sobre la edad, una a la que llegaremos todos”, continúa el director del montaje. “Quizás, porque yo no he tenido padres muy mayores, siempre me ha despertado la curiosidad esa época de la vida. Pongo mi atención ahí. Y también es un momento idóneo hacerlo hoy, después de una pandemia que ha arrasado con ellos”.
Un teatro testimonio, no testamento
Cuando entran Natalia Menéndez y Luis Luque en la dirección del Teatro Español, se proponen desarrollar un proyecto, La Sénior, para “ofrecer una mirada nueva sobre la gente mayor, que sea de presente y no de pasado”, en palabras del propio Luque. De ahí surgen propuestas como la exposición Verano, te quiero, en la que nietos fotografiaban a sus abuelos poniendo el foco en lo lúdico. “Queremos huir de esa visión paternalista, del mayor solitario, donde no hay ninguna posibilidad de amar o de desarrollar nada, en la que parece que no hay futuro”, confiesa el director de escena. Desde ahí parte la primera propuesta teatral de La Sénior, que nace de esa idea de fiesta, de comunión, y no tanto de testamento. Se habla del ayer para llegar al hoy, y se vive en escena su ahora.
Luis Luque: «Queremos ofrecer una mirada nueva sobre la gente mayor, que sea de presente y no de pasado»
Celebración es un montaje difícil de etiquetar, quizás por esto resulta más interesante. No podríamos calificarlo tan solo como teatro documento, que parte de actas, escritos, expedientes preexistentes que se convierten en material dramático. Tampoco cabría definirlo únicamente como verbatim –literalmente ‘palabra por palabra’–, cuando el actor habla por voz de otro pasajes que no fueron dichos para ser puestos en escena.
Sería más acertado hablar de teatro testimonial. Luque y Álvaro Lizarrondo, coautores del texto, buscan el testimonio como elemento base de lo que será después el libreto. Los actores expresarán sus propias palabras, recogidas en entrevistas realizadas anteriormente para la ocasión.
Sin embargo, la propuesta no resulta aséptica, meramente informativa; todo lo contrario, “es un documental, sí, pero es escénico, tiene que tener poética, debe haber un lugar teatral, porque además hablamos de eso, del teatro”, aclara el director de escena.
Habitarse a uno mismo desde la madurez
«Cuando me llamaron, estaba con mi amiga Vicky Peña. Le comenté, mira qué bien, el personaje ya lo tengo, soy yo. Muy sabiamente me dijo: no lo creas. Y efectivamente es algo complicado el hacer de ti misma. Enriquecedor. El hecho de no ponerte la careta, te coloca en otro lugar. Está siendo positivo», comparte Amparo Pamplona al término de uno de los ensayos. Un trabajo que, según nos cuentan desde el propio teatro, han declinado algunos de los actores a los que se les ha propuesto.
«Al principio, cuando me llama Luis [Luque], pienso igual que cuando vas a escribir unas memorias. ¿A quién le va a interesar esto?¿Una función sobre mí? Si no soy nadie. El pudor te invade. Pero una vez que rompes esa barrera, todo fluye. Se transforma en otro juego teatral también, aunque seas tú misma», comenta Ana Marzoa. Y es que lo lúdico, puramente dicho, ha sido una parte importante en la creación del espectáculo. «Es algo que me ha hecho re-conectar con mi época de estudiante, como cuando trabajábamos con [Antonio] Malonda», recuerda Pamplona.
El juego es fundamental en el proceso creativo de un actor. Luis Luque, que también es maestro de actores, no ve diferencia en eso entre distintas generaciones. «El niño está siempre en el actor porque es la materia prima con la que trabaja. Lo tiene el elenco joven de Edipo (A través de las llamas) y lo tiene este. Y también la vanidad», continúa; «en esta profesión, incluso los que escribimos, dirigimos, o el que ilumina, queremos gustar y hacerlo bien. Y somos muy duros con nosotros mismos». En el escenario, dice María Luisa San José: «Tenemos que querernos un poco más» . Y las palabras traspasan las épocas, las edades y se hace letanía o grito de guerra en cada uno. Esa es la virtud de la propuesta: desde lo anecdótico se llega a lo universal; reflexiones que podemos asumir todos como individuos y como sociedad.
Ana Marzoa: «La vocación no se puede jubilar»
Cada miembro del elenco experimenta la vejez de forma diferente. «Yo no he sentido la invisibilidad en mi profesión, por suerte», reconoce Amparo, «la he vivido más en el día a día, en lo cotidiano. Al ir a una tienda y que se dirijan a tu hija, porque es la joven. O cuando te ceden el sitio en el Metro, que, a veces, contestas enfadada y te aseguras que es porque se bajan en la próxima». Marzoa apunta que el olvido en la profesión se puede tener en cualquier momento. «Te puede llegar a los treinta. Porque en la labor del actor existe también la de gestor y esa parte a mí no me gusta nada». Pero en el montaje, en palabras suyas, sí hablan del miedo a lo que viene. «La vejez es quedarse sin futuro. Por más que puedas vivir muchos años, cada vez te queda menos tiempo», llega a decirse en un momento de la función. Pero, en realidad, es un alegato a disfrutar el momento, el ahora. «Yo quiero que el público salga dando valor a esta generación que tanto hizo por nosotros, pero también quiero que salgan queriendo vivir la vida», afirma Luque.
Celebración nos pone ante seis actores con unas ganas enormes de vivir y hacerlo siempre en el teatro. «La vocación no se puede jubilar» , dice Marzoa. «El teatro es el único terreno donde me siento útil para la sociedad«, reconoce Amparo Pamplona.
En el escenario los veremos bailar, protestar, añorar. Se pondrán máscaras para jugar a ser otros. Recordarán las tertulias en el Café Dorín, cómo se alargaban las noches en el Bocaccio o la huelga de actores. Fue uno de los primeros gremios que reivindicó sus derechos en plena dictadura, «para conseguir que se les pagaran los ensayos o se tuviera un día de libranza». Revivirán en las tablas cómo burlaban la censura. Pero, sobre todo, los veremos vibrar.
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