El maestro Juan Martínez que estaba allí es un espectáculo en clave de cabaret que nos cuenta cómo sobrevivió a la guerra civil rusa un artista de variedades. Miguel Rellán protagoniza la célebre obra de Manuel Chaves Nogales, con adaptación y dirección de Xavier Albertí, que conecta con la tradición picaresca española.
Un montaje lleno de vida, de coraje, de historia, de teatro, de pasión y de cabaret que se podrá disfrutar en la Sala San Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía desde el 28 de noviembre hasta el 22 de diciembre.
‘El maestro Juan Martínez que estaba allí’: una joya de Manuel Chaves Nogales
El 17 de marzo de 1934 la revista Estampa publicó la primera entrega del folletín-reportaje El maestro Juan Martínez que estaba allí del periodista y escritor sevillano Manuel Chaves Nogales. Un total de 27 entregas que incluían fotografías originales proporcionadas por el autor.
No se sabe a ciencia cierta si Chaves Nogales sí conoció a un Juan Martínez real que le contó su historia o si bien se lo inventó todo. En la obra, el autor se encuentra con el bailaor Juan Martínez en París cuando este ya es mayor y le cuenta, con la distancia que nos otorga el tiempo, la que fue para él su gran peripecia vital.
Juan Martínez es un bailarín y artista de variedades que junto a su compañera Sole emprende un viaje revelador pocos días antes de que estalle la Gran Guerra de 1914. Este bailaor flamenco cuenta con realismo uno de los acontecimientos más transcendentes de la historia de la humanidad: la Revolución Bolchevique de 1917, la caída del gobierno de los Zares y la guerra civil que asoló después a la URSS.
Chaves Nogales crea una narración realista con un lenguaje sencillo, pero con profundidad y precisión para acercar esta situación a los españoles en 1934. La obra se caracteriza por su equilibrio en el tono que combina momentos de dramatismo con notas risueñas, en un texto concebido en su conjunto con un marcado sentido del humor. El escritor y periodista adoptó una postura crítica en un momento en el que cabe destacar que había una gran atracción hacia lo ruso (por aquel entonces proliferaron grandes traducciones y adaptaciones de autores rusos con una notable presencia también de músicos, bailarines y espectáculos de producción rusa).
Miguel Rellán se convierte en ‘El maestro Juan Martínez que estaba allí’
Hablamos con el actor Miguel Rellán que se sube por primera vez a las tablas del Teatro de La Abadía con un monólogo teatral con el que ha asumido el reto de protagonizar la historia del célebre bailaor español en la revolución rusa.
El periodista y escritor de Chávez Nogales está considerado por muchos uno de los mejores periodistas, junto con Larra, de la historia. ¿Qué destacas de su forma de escribir y de su lenguaje?
Miguel Rellán: Creo que conozco casi toda la obra de Chávez Nogales y él tiene un lenguaje llano que no se nota; una forma de escribir muy sencilla. ¿Estás de acuerdo?
Sí, él escribía crónicas noveladas. Y la crónica, por definición, se caracteriza por un lenguaje sencillo, ágil, muy cercano.
M.R.: Sí, estoy perfectamente de acuerdo. En el caso de algunas palabras o expresiones por el paso del tiempo han perdido actualidad. En el monólogo hay un par de ellas que ya no se utilizan. Por ejemplo, antes al acto de coger o empuñar una navaja se le decía «empalmar la navaja». Ahora esta expresión tiene un sentido que si se dice en el escenario la gente se va a reír. «Vamos a respetar a Chávez Nogales», decía Xavier. Por mi parte, todo el respeto, pero muchas veces también la mejor manera de respetar a alguien es intentar cambiarlo; no en el sentido de modificarlo para mal. Creo que Chávez Nogales estaría de acuerdo en que ahora ya la gente no sabe lo que es «empalmar» o «ir empalmado con una navaja», esto es, llevarla en la mano o empuñarla.
Por otro lado, el periodista norteamericano Larry King en su despacho tenía una pancarta muy grande que ponía en inglés: «Todo tiene que parecer fácil». Chávez Nogales a través de su manejo de la palabra, que es lo que yo intento en el escenario, hace que parezca fácil. Él tiene un lenguaje que parece fácil, pero, claro, ¡hágalo usted!
En esta obra Chaves Nogales adoptó una postura muy crítica, donde observa, describe y también denuncia el triunfo de la crueldad y de la banalidad sobre la moderación y el sentido común. Recibió mucho rechazo y, de hecho, ha sido olvidado durante décadas. ¿Tú crees que todavía hoy, especialmente en el mundo periodístico, ser tan objetivo a la vez que crítico como lo era Chávez Nogales puede conllevar un precio alto como el que él pagó?
M.R.: Querida, me parece que tú lo sabes mejor que yo. Estamos en un momento en el que se utilizan todos los tópicos de crispación, de polarización y eso de: «¿Tú con quien estás conmigo o con contra mí? A mí te tienes que aclarar. Oye, has dicho una cosa que parece que defiendes a estos». Y Chávez Nogales tenía una ideología, pero a la hora de escribir este texto, al igual que Juan Martínez, lo que hace es decir: «Yo, mira, no entiendo de política. Es un superviviente Juan Martínez. Y yo sé que son tan burros los unos como los otros».
Pues yo supongo que estamos de acuerdo en que la humanidad indudablemente ha mejorado. El filósofo Karl Popper poco antes de morir dijo la siguiente frase: «El mundo está muy mal, muy mal, objetivamente está muy mal, pero estamos mejor que nunca». Paradoja curiosa. ¿En qué se diferencia la guerra de Ucrania de la guerra del Peloponeso? Más allá del avance de la tecnología, ahora con unos drones y unos misiles, y antes con una antorcha, pero las guerras siguen siendo tan bestias, y sigue muriendo la pobre gente que no sabe por qué muere. No saben por qué. Mientras los gerifaltes están en un despacho diciendo: «¡Otra de otras!».
Y sí, ahora mismo hay periodistas y colegas, que yo los conozco, que mantienen una neutralidad y lo pagan.
Así es. Cuando la independencia tendría que ser incuestionable por naturaleza; el periodismo ha de ser independiente. De otro modo pierde esa veracidad que va en la esencia de la profesión.
M.R.: Evidentemente. Como dice mi maestro Iñaki Gabilondo: «Si alguien dice que llueve mucho y otro alguien dice que no llueve mucho, tu reacción como periodista es abrir la ventana, ver si llueve y contarlo».
La obra es una lección de coraje y de instinto de supervivencia. Para ti, ¿cuál ha sido la enseñanza más reveladora de este espectáculo?
M.R.: Pues mira, puede parecer una pedantería, pero si soy sincero te digo que ninguna porque voy siendo mayor. Tengo cara de idiota, pero no lo soy del todo. Y tengo gran parte del espíritu de Juan Martínez. Soy optimista porque creo que ser pesimista es reaccionario. «No, no hay nada que hacer». Conozco gente, incluso mi familia. Vamos a intentarlo, ¿no? Entonces, en ese aspecto, yo soy un superviviente por ahora y creo que me moriré siéndolo.
Y, por otro lado, hay otra cosa que lo que ha hecho es reafirmarlo. Yo leí hace tiempo un librito de dos corresponsales de guerra. Hice una adaptación que se estrenó en el Teatro Español, Contarlo para no olvidar, de Maruja Torres y Mónica García Prieto. Y Mónica, que después nos hicimos amigos (a Maruja la conocía desde hace mucho tiempo), me dijo: «¿Tú eres capaz de matar a un niño?». Y le contesté: «Yo no, Mónica» «¿Tú eres buena persona?», me preguntó. «Yo creo que sí, y además quiero serlo». Y entonces me dijo: «Que no te coloque el destino en situación de tener que elegir entre la vida de un niño o la tuya».
Yo ya me lo sabía. Y entonces, Juan Martínez no se ve en esa situación, pero sí ve, porque es testigo. Situaciones de pura supervivencia. Pues eso, que el vecino no nos coloque en esa situación, porque si es cuestión de elegir si es tu vida o la mía, lo siento, pero es la mía.
¿Cómo ha sido trabajar con Xavier Albertí ¿Era la primera vez que trabajabais juntos?
M.R.: De alguna manera sí, porque nos conocimos cuando estaba llevando la ayudantía de dirección, y era asesor de Lluís Homar, cuando hice Luces de Bohemia en el Teatro María Guerrero. Y entonces ahí nos conocimos, nos hicimos amigos. Es un tipo excepcional en todos los aspectos como director y como ser humano. Además de muy divertido, optimista y fantástico. Ha sido una fiesta. Trabajar con él es una fiesta que espero que se repita. La gran experiencia ha sido trabajar con Xavier. Esto sí que ha sido un descubrimiento.
Volviendo de nuevo a las enseñanzas de la obra, puede sonar a pedantería, pero hombre, que no tengo 17 años, ya tengo muchos kilómetros, me he pasado también de todo, me han pasado muchas cosas.
Por supuesto, la experiencia es un grado.
M.R.: Es un grado y además, me hace mucha gracia cuando la gente habla de la sabiduría de las personas mayores, de la vejez. Bueno, conozco cada viejo estúpido, que ya lo era a los 24 años. Hay que estar alerta.
Yo siempre digo que la interpretación, al igual que todas las formas de creación, es un misterio y nosotros los actores tenemos que trabajar con nuestro cuerpo, con nuestros sentimientos, con nuestra alma. Tenemos que pasar por la vida, pero la vida tiene que pasar por nosotros.
Esta cosa de ahora de no sufrir. Si te mueres, si se muere tu madre, como se me ha muerto a mí la mía, toca llorar. Hay que llorar. Porque en la vida navegar cuando el viento viene a favor, una brisa suave, está estupendo. Así navega cualquiera. Pero normalmente en la vida, como ya bien sabrás, el viento suele venir de costado de frente y ahí es cuando te quiero ver. No, el niño que no sufra. Hombre, por supuesto, el sufrimiento inútil no, pero sí hay que saber navegar.
¿Y cómo has vivido el proceso de construcción del personaje?
M.R.: Pues peleando, buscando, equivocándote; buscando por allí, buscando por aquí, probamos por este lado, mejor por este otro; qué pasa si hago esto, qué pasa si hago eso otro.
En la obra de Juan Martínez converge también la biografía del vallisoletano Vicente Escudero, bailaor, coreógrafo y pionero en la renovación del flamenco, que vivió muchísimos años en París. ¿Sabías de él? ¿Te ha servido de inspiración desde el punto de vista del flamenco?
M.R.: Sí, hay películas y eso, y lo he visto bailar, claro. Sí, en principio se tomó un poco como referencia incluso hasta estéticamente en las primeras fotografías de promoción. Al principio estuvimos mucho jugando, fantaseando, porque en esto consiste la labor del director-actor. Al final todo es cuestión de ponerse de acuerdo. Y Xavier yo hemos hablado mucho para ponernos de acuerdo.
¿Qué ha significado para ti Juan Martínez en tu carrera profesional? ¿Y qué crees que va a descubrir de ti el público en este espectáculo?
M.R.: Pues, mira, las dos cosas creo que es mejor contestarlas después de las representaciones. El teatro tiene una maravilla, a diferencia del cine que lo haces y se queda ahí para bien o para mal, inmodificable. Esto se puede modificar cada día. Es más, yo sostengo que nunca sale. La mejor representación siempre es la siguiente. No va a salir nunca. Pero hay que intentarlo. Eso es optimismo, lo demás es cuento.
Y respecto al público. Una expectativa. Ojalá; la mitad de la belleza del paisaje la pone el que mira, ¿no? A ver si están a favor. No lo sé, es un misterio.
Seguro que sí, van a descubrir una faceta tuya quizá menos conocida a lo largo de tu trayectoria.
M.R.: He hecho de todo, pero tampoco es que baile bulerías en este espectáculo, ¿eh? Vamos a ver qué tal, ya te lo contaré. Dice Woody Allen que «si se supiera dónde están los éxitos del cine y del teatro los harían los bancos». El Banco Santander presenta El maestro Juan Martínez que estaba allí, ¿no?
Totalmente cierto, además de verdad, porque esos van a lo seguro. Muchísimas gracias, Miguel.
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