Angélica Liddell nació en Figueres, una pequeña localidad de Girona que ha pasado a la historia también por ser la ciudad natal de Dalí. El pintor catalán quiso detallar los engranajes de los que emerge su lírica; la directora y actriz exhibe su arte de una forma visceral y rebate a aquellos que intentan encontrarle un significado crítico en DÄMON. El funeral de Bergman en los Teatros del Canal hasta el 20 de septiembre.
En DÄMON. El funeral de Bergman se invoca al legendario cineasta sueco Ingmar Bergman, que escribió el guion de su propio funeral como si fuera su obra maestra final. Liddell, fiel a su capacidad para hurgar en los rincones más oscuros del alma, le toma la palabra al maestro sueco y lleva su funeral a las tablas, ofreciendo una ceremonia que va más allá del homenaje.
Acompañada de actores y actrices del Dramaten, el Teatro Nacional de Suecia, junto a su propia compañía teatral, Liddell nos invita a explorar nuestros tabúes, juicios indiscriminados y creencias arraigadas en esta nuestra sociedad judeocristiana. En este ritual, no pasan desapercibidos los críticos teatrales a los que Liddell nos obliga a mirar de frente.
En su lenguaje se mezcla histrionismo y una pausada desnudez emocional, generando un idioma propio y carismático que nos conduce a lo más perturbador de la psique humana. Y navegar en aguas profundas genera incomodidad del voyeur que se postula como espectador. Y provoca desconcierto por el contraste del frenetismo en escena y el terciopelo suave de la butaca.
En este “funeral bergmaniano”, Liddell nos anima a mirar en lo frágil que son nuestras certezas y la futilidad de nuestros deseos, mientras nos invita a contemplarnos como una parte del constructo social cuya base es la conformidad.
DÄMON. El funeral de Bergman no es solo teatro, es una bendita confrontación (y nunca mejor dicho). Liddell es capaz de parir un espacio donde la «pornografía del alma», como ella misma lo llama, es expuesta sin tapujos permitiendo que el público se tropiece con su propio reflejo.