¿Realmente lo que queremos para nosotros es lo que queremos para los demás? ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestros intereses individuales frente al bien común?… Democracia, libertad de expresión y sufragio universal son los temas que aborda Un enemigo del pueblo (Ágora), un clásico firmado por Ibsen que llega al Pavón Teatro Kamikaze en versión de un Àlex Rigola transformado en alambique teatral, en búsqueda permanente de la esencia escénica y cuestionador del “teatro canónico”.
Nos hallamos ante un director reflexivo, que mastica sus pensamientos antes de transformarlos en palabras y que se ha entregado a la purificación del hecho teatral para, a través de los textos, acercarse aún más al espectador y su presente. Para ello se sirve de clásicos como Chejov o, en este caso, Ibsen rodeándose de cinco actores – Al comienzo eran seis con Willy Toledo, pero “problemas de agenda” hicieron que se cayera del proyecto, algo que Rigola confiesa afectó al montaje y que ahora, desvelada la propuesta, nos llena de curiosidad saber cómo hubiera sido con el polémico actor; tal como dice su director “Hubiera habido dos Stockmans en la función, uno dentro y otro fuera” – Finalmente son Israel Elejalde, Irene Escolar, Francisco Reyes, Óscar de la Fuente y Nao Albet los que se ponen al frente de Un enemigo del pueblo (Ágora) que desde que se inicia abre debate con el espectador. Ya en los ensayos con público generó mucho ruido y cierta polémica la posibilidad de que fuera el propio espectador quien decidiera si la función se representaba esa noche, o no, a través de votación popular, suspendiéndose algún pase para el estupor de los allí presentes. Así es la propuesta de este, aparentemente, ‘hombre tranquilo’ que incendia los patios de butacas.
Los propios actores de Un enemigo del pueblo (Ágora) confiesan que poner en pie este espectáculo “Es un reto fascinante” Así lo vive Francisco Reyes, para quien es la primera vez a las órdenes de Rigola ““El contacto con el público es directo, de tú a tú, y no es fácil porque, cuando no hay cuarta pared donde uno se puede escudar, sientes cierta desnudez”. Un trabajo que les exige despojarse de lo aprendido hasta el momento “Uno no sabe cómo prepararse para este espectáculo. Tienes que ser tú, como estés en ese momento. Da igual lo que hayas hecho antes, lo que tienes que permitirte es estar, que parece lo más fácil, pero que en realidad es lo más complicado de nuestro trabajo, sin duda” explica Irene Escolar a quien vimos en el Vania de Rigola la temporada pasada.
La historia escrita por Ibsen, nos asegura Rigola, está dentro de esta versión, se respeta y se cuenta, el aliciente es que, tal como ya indica el título, la representación deviene en un ágora, transformando el patio de butacas en un lugar de exposición y discusión sobre lo que acontece “Se crean tensiones sobre cómo jugar la ética y la platea se ve obligada a tomar partido”. Algo que algunos rechazarán como hecho teatral y otros lo celebrarán como un giro en la manera de construir miradas escénicas. Lo que sí es cierto es que esta propuesta está agitando un panorama teatral algo tibio.“Es un orgullo hacer un proyecto tan arriesgado desde el teatro privado» dice Israel Elejalde «Es el momento”.
Texto José Antonio Alba
Fotos Vanessa Rábade