Riaño, Lanuza, Sant Romà de Sau, Mediano, Benagéber… Todos estos pueblos españoles tienen algo en común: terminaron siendo inundados tras la construcción de un embalse en sus proximidades. En muchos de los casos, tan solo se puede apreciar la parte alta del campanario, resistiéndose al olvido. ¿Qué pasó con los habitantes de estas localidades? ¿Qué pasó con sus recuerdos, con su memoria histórica? No hace mucho hemos podido experimentar la tragedia que provoca una inundación con el paso de la DANA en varias localidades del territorio valenciano. Cuando le preguntamos a Teresa Sanz, dramaturga y directora de esta pieza ―además de investigadora y doctora ambiental―, sobre los puntos en común entre estos pueblos inundados en el pasado y los estragos causados por la DANA, reflexiona que «en ambas situaciones había indicios que indicaban que esto podía pasar, tanto desde la ciencia como desde la historia y, sin embargo, no se ha protegido a la gente».
Esta sensación de olvido reflexiona sobre la imposición de lo moderno en lo rural, sobre qué significa el concepto de pérdida y sobre la importancia de no olvidar el pasado, entre otras cosas. El montaje, que se podrá ver del 5 de diciembre al 20 de diciembre en Nave 73, se estrenó durante el mes de septiembre en la misma sala recibiendo una buena acogida. Hablamos con su creadora, Teresa Sanz.
¿Qué puede pasar cuando se construye un embalse en un territorio?
Yo soy investigadora, doctora ambiental, y he trabajado con territorios en los que hay mucha contaminación. Zonas en las que la gente se ve afectada por cambios o decisiones ajenas. En el caso de los embalses es un poco parecido, son proyectos energéticos que en muchos casos se imponen en las poblaciones y que alteran completamente la forma que tienen los habitantes de relacionarse con su casa, con el pueblo y con sus dinámicas. Pero, aparte de eso, en muchos casos han ocurrido desastres como inundaciones que se podrían haber evitado, ya que había cosas que señalaban que algo malo podía pasar.
Justo ha ocurrido la tragedia provocada por la Dana en Valencia. ¿Has visto similitudes? ¿Cómo lo habéis vivido tú y el equipo?
Esta obra la estrenamos en septiembre y no imaginábamos que, en dos meses, pudiera ocurrir algo tan parecido en la actualidad. Tuvimos una conversación entre el equipo para ver cómo nos sentíamos con lo que estaba pasando, porque nos resonaba mucho. Justo en la obra nos hacemos esa pregunta: ¿qué ocurriría si lo que vivieron en el pasado ocurriese ahora? Ha pasado algo parecido en Valencia: había indicios que indicaban que esto podía pasar, tanto desde la ciencia como desde la historia y, sin embargo, no se ha protegido a la gente. Sabemos que puede acontecer pero no reaccionamos hasta que ocurre.
¿De dónde surge la idea de escribir sobre esta situación?
El año pasado hice el máster de Creación Teatral que imparte Juan Mayorga y partí desde el concepto de pérdida, con todos los aspectos que engloba: pérdida de territorio, de memoria, de referentes, de personas queridas, objetos… E imaginé un lugar donde va todo eso que se pierde. Investigando, surgieron los pueblos inundados. Son lugares que, al ser cubiertos por el agua, quedan petrificados en el tiempo y solo tenemos una memoria subacuática de lo que fue. Me interesó mucho además por la relación que tiene con la memoria histórica.
«Hay una imposición de modos de vida»
¿Crees que es posible construir un presente sin un pasado?
La obra indica que no. El pasado siempre va a estar ahí, no se puede negar. Creo que sería un error negarlo, aunque esto pasa cada vez más. El mundo va tan rápido que hay una sensación como de que olvidamos de dónde venimos. En algún momento, no obstante, el pasado se impone.
¿Consideras que lo moderno está imposibilitando que se desarrolle lo rural?
Sí, siento que hay una imposición de modos de vida. Un modernismo o desarrollismo que impone un poco cómo comportarse en la ruralidad. Se impone además la centralidad de recursos, sobre todo en las grandes ciudades. No solo pasa en España, también en otros países.
Son cuatro chicas en escena y en la obra hay un punto de vista feminista, ¿verdad?
Sí, durante el proceso ha habido, por parte de las integrantes, el recuerdo de sus abuelas y el pensamiento de los lugares de los que venimos. Reflexionamos sobre cuánto de esto ha construido nuestras identidades. Al hablar de memoria histórica y memoria personal hemos acabado recurriendo a las mujeres, a investigar sobre esas dolencias y esa forma de ser mujer en el pueblo.
¿Ha cambiado para ti el concepto de pérdida?
Sí. En este proceso me he dado cuenta de que soy una persona muy melancólica (ríe) pero hay algunas respuestas de los personajes —porque a veces parece que hablan más allá de ti— que reflexionan sobre qué pasaría si lo perdemos todo y que me han dado respuestas y nuevas preguntas que plantearse.
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