TEATRO OFF

¿Trabajas o sobrevives? El teatro como espejo del abuso laboral

‘Fucking money man’ y ‘Vagas noticias de Klamm’ ponen sobre la mesa comportamientos y maquinarias capitalistas en entornos profesionales

Amanda H C
'Vagas noticias de Klamm' en El Umbral de Primavera

‘Fucking Money Man’ en El Umbral de Primavera

Cada pocos meses, los datos de empleo y desempleo en España suelen ser noticia en los medios de comunicación. También en los bares, en los autobuses o en los parques. Entre gente de diferentes sectores, parados, amas de casa, autónomas o señores que cobran en negro. Porque el tema laboral es uno de los más comentados casi cada día, tanto por gente trabajadora como por la que está en paro… hasta por la que vive a cuerpo de rey a costa de los curritos. Me inclino a pensar que es porque el trabajo es el centro de nuestras vidas, así que hemos puesto el foco en dos obras en cartelera que convocan varios sufrimientos, abusos y condiciones con las que nadie se debería de cruzar en la vida; Fucking money man en El Umbral de Primavera y Vagas noticias de Klamm en el Teatro Lara.

La compañía Kurasana se lanza con éxito en otra aventura escénica en la historia de un hombre que intenta abrirse hueco en pleno momento de cambios en su empresa. Fucking money man habla de un entramado de relaciones en una oficina común, en la que no importan las maneras mientras se mantengan las formas. “El motivo por el que escribí este texto y lo represento ahora es porque me doy cuenta de lo peligrosa que es la manera con la que naturalizamos ciertos comportamientos. Ello solo nos lleva a que la maquinaria siga funcionando, desde los eslabones más débiles hasta los mejor engrasados; todos ellos contribuyen a que todo siga rodando”, afirma su dramaturga y directora Irene Revuelta.

El abuso laboral y las consecuencias humanas de los despidos masivos en las empresas están presentes en Vagas noticias de Klamm, una obra de Sinisterra que a Álvaro Luque le interesó porque “logra fusionar lo miserable con lo cómico, lo dramático con lo absurdo, y lo real con lo ficticio”. Y es que, en esta propuesta, lo más absurdo del capitalismo llega a la oficina, como bien explica su director: “El modelo de capitalismo que se sigue intentando consolidar en España no solo es mezquino e inhumano, sino que además resulta francamente absurdo. Todavía escuchamos discursos políticos que justifican recortes en derechos básicos —como el salario mínimo o las indemnizaciones por despido— con el argumento de que perjudican la economía. Pero, ¿qué pasa con la economía del trabajador que pierde su empleo? ¿Acaso no es esa economía la que sostiene el consumo y, por tanto, el crecimiento empresarial? Resulta irónico (y profundamente injusto) que se exprima al máximo a la clase media, estirando sus recursos y empujando sus límites, mientras los grandes empresarios observan desde sus mansiones cómo crecen sus fortunas, muchas veces gracias a crisis, guerras o fluctuaciones del mercado”.

¿Habéis contado con testimonios reales para vuestras respectivas obras?

Irene Revuelta: Sí, todo lo que aparece en la obra es un reflejo real de la vida en una empresa grande. El texto lo he escrito basándome en experiencias que he visto y vivido de primera mano. Hablo de comportamientos comunes y rutinarios cuyo problema es que, al naturalizarlos, son difíciles de señalar. Lo fácil es que haya un problema lo suficientemente grande y claro como para que varias personas estén de acuerdo en levantar la mano. Pero de lo que yo he querido hablar está diseminado en frases, miradas, prejuicios que se esparcen con mucho talento por todo el ambiente y salvo que tengas alergia, la gente lo respira con total tranquilidad.

Álvaro Luque: Desde luego. Todo el que quiera puede enviarnos su testimonio a través de Instagram y muchos los proyectamos durante la obra, con el máximo respeto por la legalidad y el anonimato. Hemos recibido testimonios muy duros: desde becarios obligados a trabajar sin protección frente a partículas cancerígenas en empresas aeronáuticas, hasta empleados que sufren humillaciones, gritos e insultos por parte de sus superiores. También casos de despidos arbitrarios y el profundo impacto personal que generan. Yo mismo viví algo parecido. Trabajé durante años en el call center de Quirónsalud, mientras estudiaba en la Central de Cine. Era habitual atender más de 1.700 llamadas al mes, con un sueldo por debajo de la media española. Me despidieron de un día para otro sin explicación, sin indemnización. Sin haber recibido jamás una sanción económica en tres años. La carta de despido era formal, extensa, burocrática. Pero hubo una frase que me llamó especialmente la atención: “Usted descuelga, tose y cuelga, sin que haya interacción con el paciente”. Lo que no dice esa carta es que el mes anterior estuve de baja, había notificado que tenía tos y estaba diagnosticado con faringitis. Demandé a la empresa y no reconocieron la improcedencia del despido hasta catorce meses después. Pero eso no basta. Porque aquel despido me provocó ansiedad, me obligó a iniciar un tratamiento con antidepresivos y me generó un nivel de estrés que no se compensa con dinero. Y eso, a las empresas, les da exactamente igual. Incluso si se trata de una empresa de salud. Vagas noticias de Klamm habla precisamente de esto: del impacto de los despidos. De lo que supone perder, de un día para otro, la estabilidad económica y emocional. Las empresas lo saben: despedir reduce costes. Y el trabajo se seguirá haciendo, cargando más tareas sobre quienes se quedan. Eso, a los accionistas, les entusiasma, les excita. Porque suben los beneficios, se disparan las acciones… y ellos siguen forrándose.

Abuso laboral, capitalismo, empresas que no tienen piedad con sus trabajadores y trabajadoras… Me parecen temas a los que no tendríamos que ponerles filtros o enmascararlos. ¿Estáis de acuerdo? ¿Cómo los lleváis a escena?

Irene Revuelta: Estoy de acuerdo, lo que no se habla no existe y si lo filtramos no estaríamos hablando de lo que es. No obstante, entiendo el problema que entraña hacerlo y así lo reflejo; cuando alguien habla es fácil callarlo porque es el sistema entero contra esa persona. Al final, necesitamos trabajar porque necesitamos comer y pagar el alquiler, al menos la gente con la que yo me codeo. Al necesitarlo, ya nos ponemos en una posición de radical supeditación que es la que nos lleva a tragar más de lo que nos gustaría y a no defender a quien lo necesita. Esa relación de dependencia hace que un sistema liberal, que es por definición individualista, se vuelva todavía más egoísta. Para llevar todo esto a escena hemos tenido que ser tremendamente delicadas, he querido huir en todo momento de contar algo evidente, quería que la gente identificara conductas de una manera más sutil, tal y como nos las encontramos en esos entornos. Por lo que pasar de un texto donde un señor le dice a una chica que preferiría que no llevara sujetador, algo duro de leer a todas luces, a una actuación donde eso cayera como caen el resto de frases, es un trabajo que ha tenido que ser muy fino.

Álvaro Luque: Totalmente de acuerdo. No creemos que haya que poner filtros ni suavizar temas como esos. Son realidades que están ahí y, precisamente por eso, decidimos abordarlas desde el teatro, con el lenguaje propio que propone Sinisterra. Esta obra es una entrevista de trabajo llevada al extremo, escrita con un tono cómico y absurdo que, en realidad, refleja con crudeza cómo funcionan muchos entornos laborales actuales. Nosotros respetamos ese espíritu: llevamos a escena un universo absurdo pero muy reconocible, con un ritmo ágil y lleno de sarcasmo. Creamos una especie de burbuja surrealista con forma de oficina: Oligopolium S.A., un lugar donde nada tiene sentido… y, sin embargo, todo resulta tristemente familiar. Ahí, entre lo ridículo y lo inquietante, el público se ríe… pero también se incomoda. Y ahí es donde empieza el verdadero diálogo.

Y entre tantos temas difíciles, ¿hay algo positivo o de esperanza en la pieza?

Irene Revuelta: Cuando decidí escribir la obra fue cuando reparé en lo teatral que eran nuestras performances en el mundo corporativo. Pasamos por alto cosas absolutamente insólitas si las descontextualizáramos de la oficina, como si fuesen parte de unas reglas que te imponen cuando cruzas el umbral de tu sitio de trabajo. Algo muy parecido a lo que pasa cuando cruzas el umbral de un teatro. Pensé que si en la sala abría una mirilla a una oficina, quien allí estuviera podría ver lo que sucede sacado de contexto. Supongo que lo positivo está en hacer algo así a pesar de señalar en el texto que “todo sigue igual, nada cambia”, porque al mirar algo lo hacemos real y solo a partir de ahí podemos decidir qué hacemos con ello. Todo el trabajo de investigación y creación que hemos hecho en torno a este tema nos ha hecho aprender y sensibilizar más, eso ya es esperanza puesta en el mundo.

Álvaro Luque: La única esperanza que nos queda es la mirada humorística que le ponemos y la oportunidad de exponerlo en el Teatro Lara.

'Vagas noticias de Klamm' en el Teatro Lara

‘Vagas noticias de Klamm’ en el Teatro Lara

Vuestras obras me conectan también con las condiciones laborales con las que se cuenta en el teatro (especialmente en el off) porque no paro de escuchar a gente del sector decir que más que vivir, estáis intentando sobrevivir en un momento muy frágil y de precariedad máxima. ¿Cómo vives todo esto?

Irene Revuelta: Tanto yo como el resto de la compañía tenemos otros trabajos. Efectivamente es duro, el público general no consume teatro (concretamente el off) como consumen otras cosas y, entre pitos y flautas, no hay ni un chavo en la industria. Si es duro el trabajo en empresas que tienen billones, cómo no va a serlo en una industria precarizada. El sistema capitalista está pensado para ver la mano de obra como un coste susceptible de recortarse para poder generar mayores márgenes de beneficio. Por suerte o por desgracia, nuestra relación con el teatro no es laboral (al tener cubierta la parte económica por otra vía) y, aunque tengamos menos tiempo, podemos permitirnos crear libremente. Lo cual me lleva a pensar que tengo 2 trabajos: uno remunerado y otro no, pero solo una carrera profesional a la que realmente quiero dedicar mi tiempo. A final de la semana acabamos exhaustas, es duro.

Álvaro Luque: ¡Gracias por nombrar a los que trabajamos en el off, porque somos unos malditos supervivientes! Cero humildad a la hora de decir que merecemos todo el amor y el reconocimiento posible porque lo que hacemos va más allá de una función; entregamos el alma al público. Les hacemos reír, llorar, pensar, desconectar del bucle de noticias negativas de cada día… y por dos duros y cero presupuesto. Y, aun así, lo amamos profundamente. Hacer teatro pequeño, con pocos recursos, nos hace inmensamente felices. Hay una libertad y una pasión en el off que no siempre se encuentra en los grandes circuitos. Una cercanía con el público maravillosa. Debo reconocer que es difícil entrar en detalles sin pillarnos los dedos, pero claro que hay precariedad en salas pequeñas e incluso en el teatro que mueve medio millar de personas por día. Claro que es duro. Y claro que se podrían hacer muchas cosas mejor. Quizás buscar un equilibrio de ganancias entre las salas y las compañías. Por desgracia, las prioridades institucionales a veces desconciertan; se siguen destinando recursos públicos a espectáculos que implican maltrato animal en la plaza de toros, mientras que el arte independiente, el teatro que genera pensamiento crítico y que mueve a miles de personas con presupuestos mínimos, queda en un segundo plano. Pero aquí seguimos, haciendo lo que amamos. Y resistiendo.

¿Cuál es la peor pregunta que te han hecho en una entrevista de trabajo?

Irene Revuelta: En una ocasión me preguntaron si estaba embarazada y, después de una larga conversación, quisieron saber también cuál era mi plan de vida. Una pregunta, a mi juicio, absolutamente maliciosa, porque en una entrevista de trabajo mi vida no es de la incumbencia de nadie. Yo manifesté torpemente que quizás querían preguntarme por mi plan de carrera, a lo que me respondieron: “Cómo sois las mujeres, qué vueltas le dais a las cosas”.

Álvaro Luque: La tabla de multiplicar del ocho.

Y, ¿qué te gustaría que preguntaran en una entrevista de trabajo?

Irene Revuelta: Me gustaría que en los entornos laborales se pudiera hablar de calidad de vida más que de competencia. Que no fueran los inversores las únicas personas que importan en el sistema. Que el recurso del tiempo y del trabajo fueran al menos tan valorados como el recurso del dinero.

Álvaro Luque: Si conozco prácticas de relajación.

¿Crees que el trabajo se ha convertido en el centro de nuestras vidas?

Irene Revuelta: Cuando conoces a una persona por primera vez, la segunda pregunta que hacemos después de saber su nombre es “¿y qué eres?”. Desde el momento en el que identificamos lo que hacemos para vivir con lo que somos, sí, el trabajo se ha convertido en el centro de nuestras vidas.

Álvaro Luque: En mi caso, sí. El teatro, el cine y la televisión es el centro de mi vida, sin ninguna duda. Lo amo. Desearía que todos trabajáramos en lo que amamos y que pudiéramos elegir cual es la prioridad del trabajo en nuestras vidas sin morir en el intento.

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Me siento más a gusto en el teatro que en mi casa.

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