En Teatro Madrid hemos podido hablar con parte del elenco de Vulva, obra de teatro escrita y dirigida por Irene Herrero Miguel y producida por su compañía: Las horas del humo.
El espectáculo parte de muchos casos reales para contar la historia de Lucía, una joven maestra que ve su vida destrozada al publicarse un antiguo vídeo privado. Una comedia trágica que se estrenará este 3 de diciembre en la Sala Mirador y que trata temas como los tabúes que rodean la sexualidad y el placer femeninos y la «pornrevenge», entre muchos otros.
Entrevistamos a algunos de los actores de la obra: Carmen Mayordomo, Noemí Climent, Silvia Vacas y Joaquín López Bailo
Cuca, concha, pepitilla, chichi, cuchita, papo, pepita, raja, toto, totona, conejo, cuevita del amor… Y muchísimos más. Cuando hay tantas palabras creadas para evitar llamar a una cosa por su nombre… ¿Qué debe significar?
Carmen Mayordomo. Cuando se evita una palabra, en este caso «Vulva», es porque hay un problema. Con la sexualidad femenina hay una especie de tabú y de eso hablamos en la obra. Significa que hay algo ahí que no funciona. Hay algo ahí que incomoda. Y a día de hoy sigue pasando. Cuando yo he dicho que estrenamos Vulva en diciembre, lo primero que pasa es que la gente responde: «¿Vulva?». Llama muchísimo la atención.
Noemí Climent Sí, yo también noto cierta incomodidad. Como que la gente no sabe cómo reaccionar.
C.M. O te dicen: «¡Qué atrevidos!». Cuando ni siquiera es una obra sexual ni damos una clase de anatomía…
Silvia Vacas. En la Sala Mirador, tanto Cristina Rota como Juan Diego Botto dijeron que creían que era un buen momento para «resignificar» los conceptos. Y me parece que justo esta obra habla de eso. Hay algo en el significado de «vulva» que se ha intentado cambiar todo el rato. Esto es una vuelta a llamar a las cosas por su nombre. Está pasando actualmente con muchos términos o con muchas «olas». Por ejemplo, con el feminismo: se le intenta poner otro nombre para que no signifique lo que significa: igualdad. Creo que lo mismo pasa con «vulva».
«Vulva, se dice vulva»
Son muchos los casos de mujeres que se han suicidado o que han visto sus carreras de éxito hundidas a causa de vídeos íntimos. ¿Por qué creéis que el acto sexual sigue utilizándose para culpabilizar y sentenciar, sobre todo, a la mujer?
C.M. Todavía hay muchos prejuicios sobre la sexualidad femenina y parece que no somos capaces de avanzar en ellos. Esto no le pasa a un hombre.
Joaquín López-Bailo. Yo creo que, precisamente, la obra transcurre en un colegio por eso. Creo que tiene que ver mucho la educación. El principal problema está allí, en las aulas. Cuando eres pequeño, ves dibujado en el baño una polla y es divertido, pero el sexo de la mujer es algo opuesto, secreto, prohibido. Ha habido un caso de un futbolista, se ha hecho viral un vídeo suyo y no ha pasado nada.
N.C. Sí, estoy totalmente de acuerdo. Creo que también es en las aulas donde está la solución. La cultura y el teatro, afortunadamente, aportan para que esto sea así. Hay una cosa que me parece importante y es que la víctima en la obra no solamente es una mujer, sino que además es una madre. Que eso ya es el summum del summum, porque una mujer, cuando es madre, deja de ser mujer: es madre, por encima de todo. ¿Y qué se entiende por ser madre? Desde luego, no masturbarse. Si la mujer ya es como una especie de prototipo que dibujan otros y que nosotras mismas nos hemos creído durante mucho tiempo, sobre todo ciertas generaciones, si eres madre ya eso lo multiplicas. Porque si la protagonista de la historia no hubiese sido madre, quizá el proceso hubiese sido otro. Cuando eres madre pasas a ser un poco virginal. Y eso tiene mucho que ver con la mentira en la que vivimos. Con cuáles son los valores de esta sociedad y con la culpa de la mujer hoy en día.
C.M. Si es que todavía, a día de hoy, algunos niegan la violencia de género…
S.V. Tiene que ver mucho con la violencia machista. Hay algo en intentar silenciar todo este cambio. El arma que se usa es silenciar, tapar cualquier tipo de instinto sexual, cualquier cosa que te convierta en una imagen distinta a la imagen de ser una madre abnegada, una mujer virginal… Seguir perpetuando el estereotipo que el patriarcado ha inculcado en vena. Por eso es tan importante «resignificar» las palabras, poder ubicarnos como madre, maestra, mujer y persona que se masturba y disfruta del sexo. ¿Por qué no? ¿Por qué se utiliza eso como un arma? La educación es la solución y es el camino.
C.M. En esta obra se habla de las redes sociales, de la sexualidad femenina. Pero también de esta cosa vengativa, de «ahora, para fastidiarte, mando este vídeo», porque se sabe que eso hace daño, se usa como un arma. También del acoso, de la hipocresía de la sociedad… Este tema es mucho más amplio de lo que pensamos.
S.V. Sí, y de los daños colaterales. Porque ante todo este escándalo están presentes los niños, los alumnos, y qué supone el cómo se trata el tema delante de ellos. Cómo lo viven los hijos, el marido… Hay que nombrar las cosas, hay que volver a nombrarlas para que dejen de ser un arma con la que humillar.
¿Qué fue lo que más os gustó o llamó la atención del texto, la primera vez que lo leísteis?
C.M. A mí lo que me gustó mucho del texto es el concepto personaje-narrador. Hay un personaje al que le ocurre todo y los demás personajes son narradores que cuentan la historia. Interpretamos a madres, a profesores, a diferentes personas… También el cómo está contada esta historia me gusta mucho, me parece muy interesante el abordarlo como actriz.
J.L.B. Sí, además de que esta es una obra muy interesante para el trabajo del actor, creo que además la dramaturgia engancha mucho. La cotidianidad con la que está contado este tema hace que sea muy atractivo. Además se trata desde la comedia. El espectador se va a reír y va a empatizar.
S.V. Sobre todo hay algo que me gustó mucho desde el principio que es que hay cosas inconexas, como en la vida. Las cosas no tienen siempre el orden que le damos, pasando por la razón. Ocurren cosas en el pensamiento de la protagonista, por ejemplo. De repente, en la cabeza de la protagonista hay voces. Irene Herrero de Miguel ha integrado todo ese universo de la cabeza de Lucía dentro de escena: hablando con sus compañeros, hablando con su ex, con su marido… Me parece algo arriesgado, que ha conseguido con creces y que es un punto a favor para el montaje.
J.L.B. Hay otra cosa muy importante y es que, evidentemente, la protagonista es una víctima por lo que le ha ocurrido, pero cada uno de los otros personajes defiende una verdad y tiene motivos para hacerlo. Ninguno es malo. Cada personaje tiene sus motivos para hacer lo que ha hecho. Eso se plasma en el texto y en la dirección y nos ha ayudado a los actores. Yo entiendo y empatizo con mis personajes, aunque no lo comparta. Y al espectador le va a pasar lo mismo, se va a ver identificado en los otros personajes también y va a decir: «ostras, cuidadito…».
¿Cómo está siendo el proceso de ensayos con Irene Herrero de Miguel y el resto del equipo?
N.C. Pues está siendo una maravilla. Yo entré más tarde en este proyecto, ellos ya llevaban una trayectoria de preparación y creo que ha tenido dos fases, una primera muestra que hicimos para conocidos y ahora que se han retomado los ensayos para el estreno en la Sala Mirador. En esta segunda fase, se ha partido de una base ya hecha. Irene tiene las cosas muy claras y ahora a lo que va es a afinar. Se está rodeando de un equipo muy sólido que cubre todo lo que necesita: producción, sonido, música creada para el espectáculo, escenógrafa, vestuario, coreógrafa… Creo que todos estamos cuidando mucho, mimando mucho el trabajo porque podemos hacerlo y porque ya partimos de una base. Además que Irene, ya lo vi desde el minuto uno, tiene una visión muy clara y muy personal, algo que me parece importantísimo para dirigir.
C.M. A mí me gusta que hay mucha sintonía grupal con todo el equipo. Todos estamos muy compenetrados. Pero quiero destacar que es el primer espectáculo de la compañía, aunque todos venimos de nuestro padre y de nuestra madre y tenemos nuestra trayectoria, pero es el primer espectáculo de Las horas del humo y esa cosa primigenia es muy bonita e invade todo de ilusión.
J.L.B. Hemos entendido a la perfección esta forma de contar historias que tiene Irene y estamos encajando muy bien, nos llevamos muy bien, nos divertimos mucho y estamos aprendiendo. Es bonito, porque disfrutamos mucho en los ensayos.
Cada uno de los personajes que pasan por la vida de una actriz o de un actor, en cierto modo modifican al intérprete: hacen que se dé cuenta de prejuicios que tenía y quizá no sabía, le ayudan a superar conflictos personales, hacen que resuelva preguntas o que aparezcan nuevas dudas… ¿Qué os están haciendo aprender los personajes de Vulva?
C.M. Siempre decimos que el teatro es el espejo de la realidad. Aquí más que nunca porque estamos contando algo que pasa de verdad, Irene se ha documentado. Sabes que estás contando una cosa seria, una cosa que pasa. A mí me carga de responsabilidad. El teatro es político, y yo sí que tengo muy claro que como actriz me posiciono. Siempre. Es verdad que tú tienes que defender a tu personaje, por muy mal que te caiga, pero como actriz tengo muy claro en qué lado estoy.
N.C. Precisamente aquí, que partimos de un hecho real y que está muy claro qué sentimos todos al respecto, hay algo que es muy complicado que es defender a tu personaje cuando piensa diferente a ti.
Al final, estamos hablando de la hipocresía con nosotros mismos. Con la falta de honestidad. A mí, estos personajes me enseñan que estas situaciones son el pan de cada día, hacen que me pregunte cuántas veces me he encontrado yo en una situación similar y no me he dado cuenta: la hipocresía. También tiene mucho que ver el lugar, la sociedad y el sistema en el que vivimos. Donde, la honestidad con uno mismo, parece que no tiene ningún valor. Las prioridades son otras: son ganar dinero, salvar el culo, tener mucho reconocimiento público y familiar… Otro tipo de cosas que lleva a tomar decisiones a los personajes que, quizá, ni siquiera conectan con lo que ellos realmente piensan o sienten.
J.L.B. Al principio del proceso, los ensayos eran un debate constante. Las primeras lecturas de escena eran charlas de horas sobre este tema. Yo destacaría que he aprendido a poner los pies sobre la tierra. Es decir, creo que vivimos en un ambiente en el que consideramos que las cosas son como lo que tenemos alrededor. Es decir, yo en mi ambiente no veo homofobia, no veo machismo… Pero, claro, no es lo mismo el ambiente en el que yo me muevo al ambiente que hay ahí fuera. Cuando te pones los pantalones del personaje dices: claro, es que este señor tiene estas circunstancias y, evidentemente, ve las cosas así.
S.V. A mí es cierto que me ha seguido costando mucho no juzgar, desde Lucía, ciertos comportamientos. Hace una semana le seguía diciendo a Irene que no podía ser la gente tan bestia con ella… Pero te das cuenta de que la realidad es así. A veces se dicen verdaderas barbaridades, a la cara o no, que erosionan sin ninguna duda a la persona, sin saber el grado de daño que estás causando. He ensanchado el alma con cada personaje o cada universo, porque he intentado no juzgar y entender por qué cada personaje hace lo que hace o toma las decisiones que toma. Ha sido un viaje increíble. Me llevo el aprendizaje de no prejuzgar cómo crees que vas a reaccionar ante algo. Nunca sabes cómo reaccionarías hasta que te pasa.
Estamos acostumbrados a juzgar, ahora más incluso con las redes sociales. Te envían un vídeo que no te gusta por un grupo y no lo dices, lo borras sin más. Obras como Vulva agitan esa pasividad y anestesia en la que estamos abocados como sociedad.
C.M. A mí me apasiona esto del teatro, el darme cuenta de lo contradictorios que podemos ser como personas. ¿Eso es malo? ¡No! Es que somos así… El teatro te pone un espejo no solo como sociedad, sino también contigo misma.
Eliges una palabra y eliges un mundo. Irene Herrero de Miguel ha elegido «vulva»: Señores, Vulva.
S.V. ¡Que viene Vulva!
(Ríen)
Entrevista: Andrea Garriga González / @andrea.garriga