‘Wohnwagen’, arriesgarte a ser quien eres

Andreu Rami

Max Grosse y Anna Serrano dirigen Wohnwagen, un cuento mágico de Rémi Pradère sobre la necesidad de vivir y arriesgarse. Una historia de amor con mucha luz, confeti, ángeles y demonios. En el Teatro Español Español el 21 y 22 de abril de 2017 dentro del ciclo ZIP: El teatro más radical.

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Rémi Pradère es francés, pero se ha establecido en Berlín, donde cursa un máster en literatura europea mientras trabaja en la taquilla del Volksbüne y escribe cuentos, teatro y poesía. Max Grosse vive entre Barcelona y Berlín, donde estudia filosofía y ciencias de la cultura. Son muy jóvenes pero ya llevan una mochila cargada de experiencias. Se conocieron alrededor del P14, el grupo de teatro joven del mítico teatro berlinés donde trabaja Pradère. Allí también se había trasladado la actriz Elena Martín, con quien Grosse, junto con otros compañeros y inspirándose en el proyecto alemán, en 2014 impulsó Els Malnascuts de la Sala Beckett. Después de aquel primer “espacio de confort” para la experimentación y el punto de partida de numerosas complicidades, ahora se estrenan en el circuito comercial con Wohnwagen, la primera obra de Pradère. Y lo hacen rodeados “de un gran capital humano” proveniente de ciudades como Berlín, pero también Madrid, Londres y, evidentemente, Barcelona.

Wohnwagen es un cuento. Un cuento mágico con brujas, hadas, ángeles y demonios. El cuento del Elma y Anton, una chica con muchas ganas de viajar y bailar, y un chico al que le gusta sentarse en un café para enterrar la nariz entre libros. Ni que decir tiene, estos dos aparentemente polos opuestos se atraen, y se enamoran. A ella le gusta la calma de él, a él, su energía, pero al cabo de unos meses las diferencias empiezan a pesar. Ella quiere hacer su viaje y él quiere quedarse en casa, pero ninguno de los dos quiere renunciar a hacerlo junto a la pareja. Al final encuentran una solución: viajar con una caravana, un espacio donde vivir y, al mismo tiempo, viajar.

Pero, según explica Pradère, detrás de esta historia de atracción con interferencias del bien y el mal, hay no sólo un cuestionamiento del individualismo imperante, sino también una pregunta: ¿qué puedes hacer para llegar a ser tú mismo? Y es que tal vez, además, “la diferencia tan radical entre ambos al final no es tal; cada uno de nosotros puede ser ambos a la vez “.

CINCO LENGUAS Y UN CÓDIGO

En la obra se habla catalán, castellano, inglés, italiano, francés y alemán, pero la dificultad no ha sido ésta. “Lo más difícil ha sido establecer el código interpretativo. No pretende ser naturalista, sino que transita en una línea fina entre el personaje y tú mismo. Yo soy el ángel y Laura: por un lado he de evitar la caricatura, y por otro, acabar siendo demasiado yo misma -explica Laura Weissmahr, que ha pasado los últimos cinco años en Londres estudiando cine-. Ha sido muy excitante ésta no definición del lenguaje y ver cómo cada uno ha tenido que encontrar sus herramientas para construir este código “.

Este rechazo del naturalismo, que no había entusiasmado Grosse mientras estaba en Berlín, ahora ha tomado nuevas dimensiones en Barcelona, donde “todo el teatro que se hace busca la proximidad y la empatía del público en unos personajes reconocibles”. La codirectora del espectáculo, Anna Serrano, explica que han sido meses descubriendo como querían contar esta historia y, de hecho, todavía hoy no han encontrado una definición en el diccionario para su lenguaje aunque, sin duda, bebe del teatro posdramático berlinés.

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UN TEATRO QUE HAY QUE VIVIR

“Podríamos explicar este cuento con títeres, para niños. Lo que es interesante es explicarlo con nuestras herramientas”. Así pues, hay conversaciones vía Skype, confeti y luces cegadoras. El escenógrafo Marc Salicrú ha partido de la teoría de Marc Augé alrededor del no lugar para construir un espacio “fantásticamente terrible donde puedas preguntarte si es posible que haya amor”. Un espacio que, aunque no sabe si debería decir, está Inspirado en el Templo del fuego de Port Aventura. Y quizás no es tan extraño. “Nosotros entendemos el teatro como una experiencia, no un lugar donde sentarse, apagar el móvil y mirar”, explica. Y es por eso que toda la sala se convierte en escenario donde transcurren las escenas, que en algunos momentos se suceden en diferentes espacios a la vez. “Para nosotros es una especie de teatro 7D con música en directo, diferentes focos de atención dramática, los técnicos en escena y unos espectadores que pueden beber y comer”. Sí, beber y comer. E incluso puede que algún momento kiss cam tipo super bowl!

Texto: Mercè Rubià

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