Pablo Remón lleva varios años buceando en las zonas más oscuras y dolorosas de las relaciones humanas. Anteriormente hurgó en los entresijos de unos hermanos («La abducción de Luis Guzmán», una joya que no se borra de la cabeza) y en la mierda de una familia políticamente correcta («40 años de paz», otra bomba a la mugre oculta en todas las cenas de Nochebuena). Ahora salta de la familia a la pareja. Si Pinter hubiera nacido en 1977 y en vez de inglés fuera de la Elipa habría escarbado con la misma acidez que Remón. Porque una pareja, incluso un matrimonio es un caldo de cultivo perfecto para buscar gusanos, podredumbres, mentiras, sueños rotos y por qués. Emilio y Fernanda, […]
David García
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