Seamos francos: que una obra sobre la doble moral se haya convertido en un clásico es ya muy significativo de la condición humana. Y aquí, La importancia de llamarse Ernesto nos lo ejemplifica con creces. La rectitud victoriana empuja a nuestros dos protagonistas a crearse una vida paralela. Y no para dar rienda suelta al exceso y a la lujuria, sino para simplemente, poder ser ellos mismos. La comedia, una historia de amor a 4 bandas, se vehicula a través de la absurdidad de un nombre, Ernesto a partir del cual, se arma una trama con aires shaksperianos donde el engaño y la confusión cobran protagonismo. ¿Qué proyectamos en un nombre -como el de Ernesto- para que resulte tan atrayente? […]
Mariona Rebull
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