No comer por miedo a tragarse un vidrio. Tener que vivir a pocos metros de un piano. Tener pánico a que pase algo malo. O a que pase algo todavía peor. Esta es la prisión mental de los que están diagnosticados con un trastorno obsesivo compulsivo y esta es la realidad que vienen a mostrarnos con Suite TOC núm 6, de la compañía Les Impuxibles. Una obra entrañable, valiente y visceral y con una gran potencia onírica e hipnótica, que sortea bastante airosamente los peligros de la autoficción: no cae en la autocomplacencia y es íntima sin intimidar. Eso sí: en determinados momentos raya el terreno fangoso de convertirse en un striptease emocional.
Todos estamos enfermos, y los que no lo están es porque no tienen diagnóstico, sentencian. Es el mensaje que la obra, bajo el liderato de Clara Peya, quiere exponer en palabras, en subtítulos y en lenguaje de signos -una muestra de sensibilidad digno de aplauso- y sobre todo a través de la luz y de un dominio magistral de la música. Teclados, sintetizadores y un piano llenan de forma ordenada y compulsiva, como una escenificación más del trastorno mental, un escenario vacío y desnudo donde se narra la historia de dos vecinas que intentan buscar la felicidad. Y la encuentran, sí, a su manera: imperfecta, a ráfagas y llena de meandros. ¿Es posible acercarse más al estado de gracia?
Todos estamos enfermos, y los que no lo están es porque no tienen diagnóstico, nos dicen. Unos tienen un miedo incontrolable e irracional; otros consumen yoga y meditación en lugar de hacerlo, alegan. La interpelación te mira directamente en los ojos: ¿Quién es el loco y quién es el sabio en esta sociedad enferma?