A Margarita

Acabo de ver un monólogo muy especial; una historia realista, con un guión extraordinario de Carlos Be, en la que la actriz Sara Moros nos cuenta cómo vive el diagnóstico y tratamiento de un cáncer.

A Margarita le acaban de diagnosticar un cáncer y le queda poco tiempo de vida. Descubre que tiene que aceptarlo muy deprisa, pues aún siente que quiere alcanzar algunos de sus sueños no cumplidos. Entre tanto, tendrá que lidiar con el tratamiento de la enfermedad por un lado, que se le hace cada vez más doloroso, y por otro, tendrá que bandear también con su familia, que tampoco se lo ponen muy fácil, y que como en todas las casas, presenta personajes con circunstancias especiales. Ella es vitalista, luchará por cumplir sus deseos y se enfrentará a circunstancias muy diversas con unos cuantos gags de humor geniales que te harán reír.

Lo que en un principio pensé que sería una obra seria por el tema que trata, tengo que decir que es todo lo contrario. Me he divertido mucho, y he disfrutado de una interpretación brillante, con una actriz serena que proyecta entusiasmo y que me ha hecho disfrutar. Hemos salido con tal buen rollo que nos hemos tomado un gin-tonic en el bar de al lado, uno moderno de los que se llevan ahora, con ginebra azul y bolitas negras, uno de esos que parecen un cristasol con perdigones.

¡No os la perdáis!

 

A Carlos Be, niño grandote en su madurez, le gusta jugar con sus personajes. Deus ex machina, con crueldad de entomólogo y ternura materna los observa, provoca, irrita y sacrifica. En el tablero de la vida sus naipes se reparten con fatalismo y con violencia se juegan.

Margarita es una señora media en esa meseta de edad difusa, de pasado convencional y presente gris, familia dispersa y vida solitaria. Con un diagnóstico terminal como desencadenante, va desgranando datos de su experiencia previa y planteando decisiones ante el futuro inmediato. La familia se recoloca y define; ella escucha, observa y actúa.

Carlos Be sabe mucho de teatro; sabe que el humor es un arma poderosa que desprotege al espectador confiado para zarandearlo con la potencia de las pulsiones humanas y su esclavitud. Igualmente conoce bien la naturaleza humana al elegir seres de aparente debilidad bajo nubes oscuras de desarrollo inequívoco. La empatía ante esos personajes acentúa la dureza de lo explícito y el tiempo, inopinable, marca los ritmos con exactitud ajena a la voluntad.

Sara Moros oficia esta ceremonia unipersonal recorriendo etapas hacia el final inexcusable. Con mucho amor y humor nos dejamos llevar de la mano... Continuar leyendo en TRAGYCOM.