Hasta el viernes que viene

Hasta el viernes que viene es una de esas obras que sorprenden y pellizcan. Acogida en los preciosos teatros Luchana, te metes en esa sala y con ella en el mundo de Alicia y Julia. Este espectáculo habla de la pérdida, de todo lo que pudimos hacer y no hicimos, de lo cotidiano, del amor y de lo que no es amor.

Rescatada en el marco de la semana del orgullo LGTBIQ+, es un ejemplo perfecto de que se pueden contar historias de todo tipo, con cualquier tipo de pareja. Alicia y Julia están enamoradas y son dos mujeres, pero no es importante que sean dos mujeres, aunque que dos mujeres que son pareja sean representadas en una obra sea importante. A menudo los personajes con sexualidades u orientaciones sexuales no normativas tienen tramas centradas exclusivamente en su identidad u orientación sexual. Y aunque reflejar estos procesos es también muy relevante las personas del colectivo LGTBIQ+ son más que personas del colectivo LGTIBQ+. La trama de este espectáculo le da importancia a muchas otras cosas, al qué, al cómo y al porqué, pero no a si Alicia y Julia son lesbianas. Lo son y punto, ello no forma parte de la trama. Podrían ser Alicia y Julia; Carlos y Pablo o María y Mohamed. Sus identidades no eran lo relevante. Lo relevante en esta obra es cómo se procesa la pérdida, la salud mental y como al final lo que echamos de menos es el día día. Lo relevante e impactante de esta obra es... ups, casi hago spoiler, mejor no te la pierdas.

Hasta el viernes que viene es una obra escrita por Antonio Eme y en este caso protagonizada por Fran Abellán y Javier Dut, en la versión que pude ver en la Sala Azarte. Es muy difícil hacer esta opinión sin contar nada de la misma, ya que puedo caer en el spoiler, pero intentaré que no sea así y contaros pinceladas o retales de la obra. Las veces que he visto a Fran en escena me ha dejado sin palabras, también es verdad que sus papeles son siempre oscuros, potentes y con mucha presencia. A Javier, solamente le conocía de teatro musical y de una comedia, así que verle en un papel más dramático, me ha sorprendido mucho y muy gratamente. Es una obra que va de la luz a la oscuridad continuamente, es decir, empieza con una conversación y termina con un giro final que te dejará mudo. Ahora que han pasado unas horas tengo una apreciación de la que no me percaté en su momento, y es que cada vez que salen y entran de escena los personajes para ir del pasado al presente y viceversa, pasamos un capítulo, vemos cosas ocultas,etc. Tiene pequeñas pinceladas de humor, pero constantemente estás conteniendo el aire y mirando con lupa, cada detalle, cada palabra. Esta obra sin Fran y sin Javi no sería lo mismo: cada uno en su rol aportan esa luz y oscuridad, que tienen que estar compensadas y esa frescura que se necesita para sacar adelante un texto como este. Hasta el viernes que viene toca muchos temas, pero siempre en contraposición y eso es lo bonito de ver a Fran y Javi en escena; apreciar cómo luchan con sus miedos internos y externos, cómo debaten, cómo se escuchan o no...Es verdad que en dos ocasiones Fran habla tan rápido que se perdieron sus palabras, pero como volvió a repetir esas frases, todo bien y me enteré. Hablando de la escenografía, que hace que la obra sea redonda, es muy coqueta, está todo muy bien elegido, pero es verdad que yo que estaba en la primera fila pegada a la pared, cuando Javi se ponía hacia el lado del cuadro y pinturas, se perdía de mi campo visual y aunque le escuchaba a él o a Fran, me daba rabia. Defender un texto así y una historia como la de esta obra es difícil y tengo que aplaudir a Javi y a Fran, porque juntos en escena son maravillosos y se complementan a la perfección.