Anoche. Cada noche. Muchas noches. Repetición. Placer. Vacío.
La música en directo de IMPULSIVA (Daniel Jumillas y Carlos Gorbe) se apodera de la escena y la pista la ocupa una chica que baila sola, concretamente el 13 de diciembre de 2015. Sin parar, no quiere parar, no puede parar. Hasta que sucede el estallido. ¿Y después qué?
Delcán cuenta la historia del vacío en sus múltiples manifestaciones a través de un texto poético que se acopla perfectamente a los tonos de la electrónica armónica. Sorprende especialmente que la tragedia de una generación -la millenial- que se nos presenta, no deja tras de sí la amargura y desesperación de una era condenada a engullirse a sí misma, sino que emerge en una brizna de esperanza, irradiada por la combinación de ritmo y lirismo de la última noche.
La producción de Bella Batalla sin duda imprime su sello transversalmente, como todo aquello que hace. Una vez más, se nos presenta un ensamble generoso y sin grandes florituras (compuesto por Daniel Jumillas, Marina Esteve, Carlos Gorbe, Kimberley Tell, Pablo Quijano y Guillermo Benet) que huye de las individualidades y que, sin embargo, coloca al ser humano y sus especificidades en primer plano.
El apoyo que sustentan los audiovisuales y puesta en escena de Berta Navas resulta clave respecto a la conformación de las interrelacionadas historias de sus personajes: todo oscila entre lo bello y lo animal que encontramos en nuestro interior.
La obra nos cuestiona si realmente somos tan especiales como nos creemos o si, no obstante, nuestra idiosincrasia es perfectamente intercambiable por otro cuerpo que la ocupe.
Esta es una de esas piezas que te recorren el cuerpo fuera de escena, en los días siguientes, en un palpitar que solo se alcanza a través de la identificación del ser y con un relato perfectamente armado en torno a la empatía, el vacío y la búsqueda de uno mismo.
Anoche. La última noche. Todas las noches. Derroche. Pasión. Vacío.