Tuve el buen juicio de regalarle a mi pareja entradas para ver este montaje en el Teatro Bellas Artes. No esperen escenografías móviles, un elenco de 30 personas, un juego entramado de luces, cambios y cambios de vestuario. Cartas de amor es mucho más que eso. Es un saco de años de tablas sobre el escenario aderezados con el talento inconmensurable de dos gigantes de la escena, Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rellán (de quien ya escribí cuando vi Novecento).
Cartas de amor es simple y llanamente eso, la lectura de las cartas que sus dos protagonistas se escribieron desde que eran niños; cómo empiezan a relacionarse, cómo afrontan sus diferencias sociales, cómo descubren la vida, cómo ésta les va llevando de un lado a otro sin que esas cartas dejen de ser enviadas y recibidas, contándose lo que fue, lo que podía haber sido y lo que esperan que sea. Y en el medio, nosotros, cual jueces de pista en un partido de tenis, escuchando embelesados y queriendo más.
Cuando la vi la comparé inmediatamente, en cuanto al montaje se refiere, con La Plaza del Diamante que interpretó Lolita. La diferencia estriba en que en lugar de una protagonista sentada en un banco frente a un público ávido de hora y media de entretenimiento, tenemos a dos intérpretes sentados en sendos sofás con el mismo público y el mismo objetivo, sin más armas que su talento.
Concluiré diciendo una cosa: el montaje ya estuvo y ha vuelto. Por algo será…