Cartas de amor

Tuve el buen juicio de regalarle a mi pareja entradas para ver este montaje en el Teatro Bellas Artes. No esperen escenografías móviles, un elenco de 30 personas, un juego entramado de luces, cambios y cambios de vestuario. Cartas de amor es mucho más que eso. Es un saco de años de tablas sobre el escenario aderezados con el talento inconmensurable de dos gigantes de la escena, Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rellán (de quien ya escribí cuando vi Novecento).

Cartas de amor es simple y llanamente eso, la lectura de las cartas que sus dos protagonistas se escribieron desde que eran niños; cómo empiezan a relacionarse, cómo afrontan sus diferencias sociales, cómo descubren la vida, cómo ésta les va llevando de un lado a otro sin que esas cartas dejen de ser enviadas y recibidas, contándose lo que fue, lo que podía haber sido y lo que esperan que sea. Y en el medio, nosotros, cual jueces de pista en un partido de tenis, escuchando embelesados y queriendo más.

Cuando la vi la comparé inmediatamente, en cuanto al montaje se refiere, con La Plaza del Diamante que interpretó Lolita. La diferencia estriba en que en lugar de una protagonista sentada en un banco frente a un público ávido de hora y media de entretenimiento, tenemos a dos intérpretes sentados en sendos sofás con el mismo público y el mismo objetivo, sin más armas que su talento.

Concluiré diciendo una cosa: el montaje ya estuvo y ha vuelto. Por algo será…

Cartas de amor regresa a la cartelera madrileña por una nueva temporada en el Teatro Bellas Artes. La producción de Producciones Teatrales Contemporáneas interpretada por Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rellán vuelve a las tablas para deleitar a los espectadores con un montaje escénico escrito y dirigido por David Serrano.

Melissa y Andrew comparten durante casi cincuenta años su amor. Una relación entre dos amigos de infancia que comenzó en su juventud y que se vio marcada por un devenir muy diferente al deseado por los dos jóvenes. De familia rica, sus destinos corren muy distinta suerte, pero su vínculo, pese a los sinsabores de su propia relación, se mantiene vivo.

La epístola es el canal narrativo de un espectáculo que brilla por la solvencia interpretativa de sus protagonistas. Las cartas no son en sí mismas leídas, sino recitadas y apoyadas de un precioso recurso escénico: según las palabras emanan y se desvanecen de los labios de sus creadores, las hojas en las que están escritas caen al suelo. Suaves, delicadas forman un montón de recuerdos, emociones, sueños incumplidos, frustraciones.

La escenografía de Mónica Boromello es sobria y eficaz: solo dos sillones desde los cuales, Mellisa y Andrew, reciben y responden sus cartas de amor. Sentados asisten al desenlace inmóvil de su relación. La luz prácticamente centrada en sus rostros, se muestra tenue al resto del espacio escénico transmitiendo esa oscuridad que rodea sus vidas, y que solo encuentra un hálito de luz en las palabras que atesoran los sentimientos que se profesan el uno al otro.

Cartas de amor es una propuesta escénica bella, sincera que nos entrega pedazos de vida en un magnífico trabajo dramatúrgico desde las entrañas de dos bestias de la escena española.

Más que una obra de teatro, Cartas de amor es una lectura dramatizada. La lectura de dos vidas escrita en el noble lenguaje epistolar. Lo que empieza con una invitación a la celebración de un octavo cumpleaños se convierte en una de las historias de amor más bonitas y a la vez más agridulces. Con humor, dulzura y mucha melancolía. Asistimos a la relación de dos almas que se buscan sin encontrarse y observamos el conjunto de decisiones y circunstancias que les llevan a nunca coincidir.

Lee la crítica completa aquí: www.masteatro.com/critica-cartas-de-amor/