Cinco payasas haciendo teatro clandestino. Básicamente, este es el argumento. Es el fondo de la cuestión que sostiene esta obra de teatro. Ellas representan libérrimamente tres dramas de Shakespeare y, durante la representación, los espectadores somos sus cómplices, ¡jugando al bingo!, para justificar nuestra presencia (¿ilegal?) en ese teatro y, de paso, naturalmente, también la suya.
El responsable de esta sorprendente locura es Hernán Gené. Idea, como es habitual en sus producciones, un trabajo teatral muy físico: las actrices se mueven continuamente, saltan, bailan, cambian de traje y de personaje y hasta realizan números circenses en un trapecio y en unos cortinajes colgantes,
Todo está barnizado por el humor, que es la piedra angular de la representación. Continuamente se producen gags cómicos, algunos básicos, otros inteligentes y muchos preñados de nuestra actualidad más reconocible que hacen reír al público de buena gana. Es destacable, al lado del humor, una evidente mirada de género, empezando por su reivindicación de mujeres haciendo papeles de mujeres… y de hombres (¿por qué no si en tiempos pretéritos todos los actores eran hombres haciendo, también, papeles femeninos?).
Las trágicas payasas de Shakespeare es, en definitiva, una presentación muy completa en que los espectadores pasan una hora y media muy entretenida, en la que ríes y piensas (buena combinación). Nos identificamos con las chicas que hacen de todo: Esther Acevedo, Lidia Navarro, Georgina Rey, Maribel Vitar y Maite Esteban. Es de justicia destacar a las cinco, puesto que es un trabajo coral… A las cinco y al palomo de Romeo y Julieta que, antes de morir, modifica sustancialmente esta obra.