Adaptar a un escenario una obra tan monumental como Los pilares de la Tierra, de Ken Follett —con más de 27 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo— parecía una empresa casi imposible. Y, sin embargo, el resultado en Madrid no solo está a la altura del reto, sino que lo supera con una propuesta que va mucho más allá de lo que entendemos por un musical tradicional.
Confieso que no he leído la novela. Precisamente por eso, la experiencia resulta aún más reveladora: sin conocer la historia ni a sus personajes, la función consigue mantenerme en tensión y con una atención absoluta durante todo el espectáculo. La narrativa es clara, envolvente y emocionalmente eficaz, demostrando que no es necesario ser lector de la obra para disfrutarla intensamente.
Más que un musical, estamos ante una obra inmersiva en toda regla. El teatro Gran Via se transforma por completo en una catedral medieval: desde la decoración hasta una iluminación espectacular que modela el espacio como si fuera piedra viva. Antes del descanso, una sorpresa hace pegar un pequeño salto de la butaca al público de forma inesperada, reforzando la sensación de estar dentro del relato, al final la gran vidriera de la catedral se convierte en un elemento visual tan icónico como emocionante.
El reparto está sencillamente inconmensurable. Destaca con fuerza Jana Gómez en el papel de Aliena, dotando al personaje de una intensidad y una vulnerabilidad memorables. Abel García, como Waleran, compone un antagonista magnético y perturbador, mientras que Rodrigo Blanco, en la piel de Jack Jackson, aporta carisma, emoción y verdad a uno de los pilares emocionales de la historia.
En conjunto, Los pilares de la Tierra es una experiencia teatral de gran formato, ambiciosa y profundamente cuidada. Diez estrellas, absolutamente recomendable tanto para adictos al libro como para completos neófitos del universo de Ken Follett. Una catedral escénica que merece ser vivida.