Imposible no recomendar Mamma Mia a todos quienes quieran pasar un muy buen rato y, más barato que terapia, salir más alegres de como entraron. Uno de los pocos musicales jukebox (a partir de canciones ya existentes, habitualmente de intérpretes de éxito) donde el libreto, de Catherine Johnson, no está metido con calzador y encaja con las conocidísimas e imbatibles canciones -más complejas de lo que parecen-.
Es la primera vez que se permite una adaptación nueva, diferente de la franquicia -musicales que se representan exactamente de igual manera en diferentes lugares- que tiee ya 25 años. Para què negarlo, como muy fan de ABBA, me costó entrar, resistencia al cambio ante detalles sin importancia, como las nuevas letras y vestuario final, lejano del icónico de ABBA (en cambio, el resto del vestuario y la escenografía del hotel, nos trasladan perfectmente a una isla griega donde querríamos estar y formar parte de ese lugar), o los arreglos, demasiados rockeros para mi memoria musical de décadas de ABBA:
Pero son detalles menores en una propuesta que funciona, y mucho: si no, no repetiría y repetiría hasta sentir cierto vergüenza.
Por qué esta repetición? Fascinantes coreografías de Iker Karrera, un espectáculo por sí mismo, perfectamente interpretadas -más que ejecutadas- por todos los excelsos bailarines, refuerzan la narrativa, brillando con luz propia. Números como el final del primer acto donde cuesta no levantase de la butaca, no para bailar y dar palmas, sino de la energía que te arrastra al escenario, o la pesadilla expresionsta o …
Y por primera vez he visto y vivido el viaje de Donna, magníficamente interrpetado por Verónica Ronda. Fuerza y vulnerabilidad, Interpretación que conmueve, con matices, humorísticos, dramáticos, una voz e interpetación musical de las de inclinarte en la butaca para acercarte. El resto del elenco notable, 24 artistas en escena, destacan Gina Gonfaus (Sophia), su momento donde pregunta a uno de los candiatos a padre qué le interesaba de la isla, esperando ser ella la respuesta, es de una tristeza sutil preciosa), Joan Oliver y su simpatía, el descaro de Marilola Peña…
En resumen, una lnueva producción que funciona y mucho y no sólo, ahí el mérito, por las canciones de ABBA, que es lo que hasta ahora me llamaba del musical. Ahora, voy por lo que trasnmite. Por sentir, por emocionarme y no solo sonreir.
Lo menos mejor: el público, que se comporta como en un concierto tributo o karaoke en vez de en el teatro.
Disclaimer: ABBA me acompaña en mi día a día desde hace más de 40 años, incluyendo aquellos donde decir que te gustaban generaba miradas de desprecio.
