LA HISTORIA DE LA PRIMERA MUJER QUE GANÓ UN JUICIO POR VIOLENCIA DE GÉNERO

Antonio Lafuente: «La aceptación de la debilidad es el principio del camino que los hombres tenemos que transitar»

'Francisca' estará en el Teatro Galileo Quique San Francisco, y te contamos más sobre esta historia

Luna Paredes

‘Francisca’. Fotografía de David Córdoba

«Soy una mujer en una época en la que nosotras no somos mujeres», se puede leer en el cómic Francisca de Pedraza, mujer y media.

Este cómic es el origen de Francisca, una obra de Producciones 099 y Plexonía Teatro, que pone en escena los juicios a los que se sometió la primera mujer que ganó una sentencia por violencia de género… en 1624. Francisca de Pedraza sufrió abusos por parte de su marido y, tras muchos pleitos y muchas amenazas, consiguió liberarse de él y de la violencia. Fue la primera de muchas. De tantas. De todas las que siguen sufriendo hoy.

Es incomprensible que el nombre de esta mujer no sea reconocido y admirado. Y esa incredulidad fue la que lanzó a este equipo a contar su historia, que se puede disfrutar en el Teatro Galileo Quique San Francisco del 18 de octubre al 12 de noviembre.

Hoy hablamos con dos de sus protagonistas, Anabel Maurín y Antonio Lafuente, que nos desvelan más datos de qué significa poner en escena este espectáculo hoy.

¿Cómo estáis?

Antonio Lafuente: Pues muy bien, muy emocionado ante la posibilidad de tener un teatro en Madrid desde donde contar esta historia.

Anabel Maurín: Muy felices de estar aquí hablando contigo y de tener este espacio en Teatro Madrid, de poder dar voz a este proyecto y a esta mujer, a Francisca de Pedraza.

Anabel, tengo entendido que todo esto surge a partir de tu lectura del cómic Francisca, mujer y media. ¿Cómo llegaste a él?

A. M.: Pues yo compré ese cómic en la Resad, en unas jornadas que había sobre feminismo y oficios del teatro. Me llamaron mucho la atención las ilustraciones, que son de Almudena del Mazo. Ese cómic me llamó. Y mi primera sensación al leerlo fue: «¡Guau! ¿Cómo lo hizo? ¡Lo que consiguió esta mujer!». Y, además: «¿Pero cómo no la conozco?».

Además, tú has investigado mucho el siglo de Oro. Has trabajado y puesto en escena muchos textos clásicos.

A. M.: Claro, yo he estudiado mucho esa época. ¿Cómo no había aparecido nunca esta mujer? Y empecé a investigar y me enteré de que el profesor Ignacio Ruiz, de la Universidad de Alcalá, descubrió por casualidad los legajos de los cinco juicios por los que pasó Francisca. Él convirtió toda esa información en una biografía ficcionada, que está publicada, y en la que cuenta todo su periplo penal y vital. Y pensé que algún día tendría que hablar de esto en teatro.

¿Y cómo se hizo eso? ¿Cómo empezó el viaje para llevar esto al teatro?

A. M.: Pues vi que habían salido unas ayudas que lanzaba el festival de Almagro para compañías de Castilla La Mancha, para poner en pie textos no muy conocidos del siglo de Oro, que tuvieran que ver con mujeres, que en el equipo hubiera muchas mujeres… Y en el anuncio ponía que podían ser textos teatrales, pero también ensayos, textos jurídicos… Y ahí… ¡pam! Fue leerlo y decirle a Borja Rodríguez, el dramaturgo, que teníamos que hacer esto. Y él dijo que sí. Que iba a construir la dramaturgia a partir de los juicios.

¿Cómo se configuró el equipo?

A. M.: Nos pusimos en contacto con Fredeswinda Gijón, la directora, y con Esther Acevedo, una de las actrices. Se sumaron enseguida, y también Aníbal F. Laespada, como productor ejecutivo. Nos dieron la ayuda de Almagro; hablamos con Ignacio Ruiz; con el Instituto Quevedo del Humor; con todos los que conocían el asunto… Se unió también Silvia Nogales, que es compositora y música. Y el resto del equipo: vestuarista, escenógrafa… Y poco a poco también cerramos el casting con el resto de actores.

¿Ahí entraste tú, Antonio, como Jerónimo?

A. L.: No, yo entré más tarde, sustituyendo a Manuel Moya.

¿Y qué fue lo primero que pensaste cuando recibiste el texto?

A. L.: Pues lo primero que te golpea es la dureza de la historia. Recuerdo que lo leí con un nudo en la garganta, olvidándome de que tenía que interpretar a uno de sus personajes. La historia está contada de una forma tan clara y tan inteligente que te facilita meterte de lleno.

¿Y los ensayos? ¿Cómo fue desarrollándose el trabajo?

A. L.: Los ensayos tuvieron la particularidad de que, al sustituir a Manuel, tenía una parte del trabajo de estructura adelantado. Lo que faltaba era poner mi sensibilidad al servicio de esa estructura. Y ahí es donde comenzó un viaje a lugares muy oscuros de uno mismo. Y, ojo, no porque fueran buscados: mi trabajo tiene que ver más con la imaginación y con el juego, más con lo externo que con lo interno.

Pero sé que tanto el dramaturgo como la directora han hecho hincapié en buscar y mostrar la luminosidad de esta mujer, frente a la oscuridad.

A. L.: Es cierto que el texto y la dirección tienen ese denominador común que es esa luminosidad de la que hablas, que parte, sin duda, de la fuerza, la valentía y las ganas de vivir de Francisca, una mujer que encontraba motivos para ser feliz debajo de las piedras, aún en momentos de máxima oscuridad, a pesar de que su vida fue una pesadilla continua. Y esto es lo que se ve reflejado en el sobrecogedor trabajo tanto de Carolina Lapausa como de Elena Rey. Pero el personaje de Jerónimo es la sombra de todo esto. La que arrastra una y otra vez a Francisca al precipicio… Y la barbarie de sus acciones, la mirada de mi compañera… No sé, no puedes ser ajeno a todo eso y te arrastra inevitablemente a transitar emociones complicadas.

'Francisca'. Fotografía de David Córdoba

‘Francisca’. Fotografía de David Córdoba

¿Por qué es importante compartir esta obra con el público de hoy, específicamente?

A. M.: Primero, porque creo que es importante que todo el mundo conozca a Francisca de Pedraza. Debería convertirse en un referente. Segundo, porque la obra de teatro es un viaje del siglo XVII al siglo XXI. Y tercero, porque se siguen repitiendo patrones de violencia, a nivel de sociedad, de relaciones, de trabajo, judicial… a muchos niveles. Cuando salió el pacto de Estado contra la violencia de género de 2022 obtuvimos otra ayuda con un paquete de funciones para que fuéramos por pueblos con la obra.

¿Y qué os habéis encontrado en esos pueblos?

A. M.: Pues muchas mujeres, aunque también algún hombre, o familiares de mujeres que han sufrido violencia se nos han acercado a pie de escenario tras la función para contarnos sus historias. Se sentían reflejadas y, cuando ha habido coloquios, sentían que en ese espacio podían reconocerse y estar validadas.

Qué duro y qué emocionante, ¿no?

A. M.: Era muy emocionante. Recuerdo a una mujer de Jaén que no podía parar de llorar, y decía «Gracias, gracias, yo soy Francisca». Y es que lo que hacemos en la función sigue pasando hoy. Sigue existiendo la violencia de género, como un virus metido entre las costuras de la sociedad. Por eso es importante seguir hablando de esto. En teatro y en todos los formatos.

«Sigue existiendo la violencia de género, como un virus metido entre las costuras de la sociedad»

La sociedad cada vez está más concienciada de esto. Pero hay muchos hombres, sobre todo, y por desgracia, que aún se resisten a verlo. Antonio, ¿crees que Francisca puede contribuir a cambiar la mirada masculina?

A. L.: Yo creo que, en el mejor de los casos, Francisca puede ayudar a que muchos hombres se cuestionen. Jerónimo es un caso extremo, eso está claro. Pero el trabajo que hemos hecho con este personaje, a pesar de la brutalidad de sus actos, tiene que ver con la humanización, con no tratarlo como a un monstruo. Yo quiero que todo el mundo entienda a Jerónimo. No que lo justifique, eso jamás. Pero que se entienda que todo lo que ocurre en el interior de esa persona, ocurre también en cada uno de nosotros.

Claro, porque mucha violencia surge a partir del miedo que tienen esos hombres, entiendo.

A. L.: Miedo, inseguridades, frustración… Debilidad, al fin y al cabo. La aceptación de esa debilidad es, para mí, el principio del camino que los hombres tenemos que transitar. Jerónimo no es un psicópata, como tampoco lo son la mayoría de los maltratadores. Si lo vemos así nos estamos alejando de la solución del problema.

'Francisca'. Fotografía de David Córdoba

‘Francisca’. Fotografía de David Córdoba

Y como actriz, mujer, trabajar con un material como este no tiene que ser fácil de digerir, por muchas tablas que una tenga (y tú las tienes). ¿Qué sientes al representar esta obra, Anabel?

A. M.: Yo me sigo emocionando siempre. Y siempre siento que Francisca nos acompaña y nos da las gracias. Que lo que hacemos está bien. Que es bueno compartir esto. También siento una enorme responsabilidad. Porque ella existió. Porque hay muchas Franciscas hoy y sabes que te están escuchando en el patio de butacas. Pero la obra está dirigida con mucha delicadeza, ¿no? Eso lo dulcifica.

A. L.: Sí, pero aún así, Francisca es dura, porque genera preguntas de digestión lenta, incómodas, que te acompañan durante días, semanas o quizá para siempre.

A. M.: Es verdad, pero también es un canto a la vida, a la valentía, a las cosas de la vida que nos dan fuerza para salir de cualquier dificultad.

¿Con qué frase os quedáis de la obra?

A. M.: Una que, cada vez que la dice uno de mis personajes, una monja, me rebota como un puñetazo en el estómago: «¿Pero qué motivo le diste, vamos a ver?».

A. L.: Yo me quedo con una que dice Francisca después de una de las primeras palizas: «Aunque tenga que regresar a las entrañas de mi madre, no voy a volver, aunque tenga que caminar hacia atrás y tenga que pedir perdón a cada momento… No voy a volver».

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Escrito por
Luna Paredes

Hablo de teatro porque conozco bien sus tripas. Creadora de contenidos editoriales y redactora de la Revista Teatro Madrid.

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