Nos encontramos en la sala de ensayos del Centro Dramático Nacional. Un espacio con restos de escenografías, con sillas sobre las mesas y mesas sobre otras mesas. Con restos de vestuarios sobre las tarimas. Con pedacitos de cinta de carrocero aferrados al suelo marcando cosas quién sabe de qué montajes. Un lugar que se llena de emociones, de historias y de memoria colectiva de todo lo que sucede. Un lugar perfecto para hablar de 1936.
1936 es una de esas fechas que los españoles tenemos marcada a fuego. Y nunca mejor dicho, porque el 18 de julio de aquel año, nuestro país se llenó de fuego, bombas, tiroteos y mucho, mucho dolor. Nuestra guerra civil nos dejó una cicatriz de esas que nos sigue asustando mirar. No queremos verla, no sea que vuelva a abrirse. Pero la cicatriz está ahí, no se ha curado bien y hay que ocuparse de ella.
Andrés Lima monta 1936 para ocuparse de esa cicatriz nuestra: este espectáculo recrea la guerra civil española. Nuestros tres años de guerra. La obra es heredera de Shock 1 y Shock 2: repite el mismo equipo dramatúrgico, repiten casi los mismos actores, repite casi el resto del equipo técnico y artístico. Es así porque la guerra civil supuso un gran shock para España.
Escuchar a Lima hablar sobre nuestra historia es atender a una clase magistral, amable, divertida y muy pedagógica. Es ver a un hombre apasionado por nuestra historia. Es charlar con una persona que cree profundamente en el poder del teatro. Por eso, invito al lector a ver la entrevista completa en vídeo (grabado y editado por Antía Goyene).
El texto que aquí se transcribe recoge lo esencial (y lo esencial es mucho, por eso es un texto largo) de una charla en la que me hubiera quedado mucho, pero mucho más rato, si no fuera porque los actores iban a entrar a ese espacio de ensayo para seguir llenándolo de historia. De nuestra historia.
¿Cómo estás?
Muy bien. Trabajando. Es complicado, los ensayos son complicados y suponen muchas horas de trabajo y muy meticulosas, pero bien, vamos bien.
Bueno, la primera pregunta que te voy a hacer, y la más importante, es: ¿por qué te metes en este berenjenal?
Bueno, pensé que era necesario. Para mí. El relato en sí de la guerra civil española es algo que yo no he visto antes en teatro. Y me meto en ello por varias razones.
Primero, esta función es hija de Shock 1 y Shock 2, que trataban sobre el avance del neoliberalismo y la doctrina del shock. Y en Shock 2 hay una escena sobre la devastación de Mosul, y pensé: «Esto es por lo que pasó Barcelona, por lo que pasó Madrid, por lo que pasó Badajoz. Es nuestra historia y creo que deberíamos ocuparnos de ella». Es curioso que venga de hacer un montaje de algo que ha sucedido más recientemente, pero más lejos, y eso me lleve a nuestra historia. A veces la distancia te deja ver más claras las cosas. Esta fue una de las razones: tenemos que contar nuestra guerra civil porque lo que somos hoy viene de lo que fuimos.
Por otro lado, creo que había que dedicarle tiempo para saber qué pasó y cómo pasó del golpe de Estado que sucedió el 18 de julio de 1936. Lo creo necesario por la situación del mundo actual, con el retorno de los fascismos y la ultraderecha.
En tercer lugar, se trata de una cuestión histórica educativa. En los planes educativos no se toca suficiente la guerra. Es un tema del que resulta incómodo hablar, porque parece que hay que posicionarse. Pero es que es un hecho histórico objetivo. Gran parte del maltrato que está teniendo la memoria histórica viene de ahí, y creía que era necesario ocuparse de ello.
Es un tema del que resulta incómodo hablar, porque parece que hay que posicionarse.
En la sinopsis del espectáculo decís que la historia de España se ha contado a través del relato de los vencedores, «qué triste palabra», ponéis. ¿Por qué crees que nos cuesta tanto, en España, llamar, sin ningún atisbo de dudas, dictador a Franco?
Pues porque la derecha sigue todavía ocupando puestos de poder importantes. Porque el franquismo y la dictadura duraron demasiado tiempo. Franco dijo en uno de sus últimos discursos que quedaba todo «atado y bien atado». Y es cierto. La guerra se produjo con el apoyo de la oligarquía (es decir, la clase aristocrática que quería el retorno de la monarquía), parte del ejército y de los poderes fácticos, y con el apoyo de la iglesia. Todos estos estamentos se hicieron fortísimos durante cuarenta años, y siguen teniendo mucho poder. En España hubo una devastación entre la guerra y la posguerra enorme, y los ecos de eso siguen estando todavía.
En España hubo una devastación entre la guerra y la posguerra enorme, y los ecos de eso siguen estando todavía.
Decías antes que este espectáculo es hijo de Shock1 y Shock 2. ¿Tú crees que la guerra civil es el gran shock que hemos sufrido en este país?
Sí. Lo es, y estaba muy planificado por las clases dominantes. En nuestro proceso de investigación, los historiadores nos dicen que la conspiración que da lugar al golpe de Estado del 36 no es fruto del malestar después de las elecciones de ese año. No. Todo empieza desde el 14 de abril del 31. Y lo que hay detrás son intereses económicos, como siempre.
Durante la República, el intento de la reforma agraria, la reforma del ejército, quitar la educación a la Iglesia… todo eso fue motivo del levantamiento del 18 de julio. Porque todo eso suponía quitarle privilegios a quienes tenían demasiados.
O todos.
O todos. Todo eso significa mucho poder y mucho dinero en sus manos. Y todos esos privilegios todavía siguen en manos de muy poca gente.
Cada vez hay más divulgación histórica y se dice la verdad con todas sus letras.
¿Cómo podemos hacer para que esta obra de teatro llegue a todo el mundo? Porque parece que solamente los afines ideológicamente van a estar a favor de ver esto.
Bueno, cada vez hay más divulgación histórica y se dice la verdad con todas sus letras. Y a mí me pareció idóneo plantearle este espectáculo al Centro Dramático Nacional: a un teatro público, que es quien debe coproducir este tipo de montajes. El equipo llevamos dos años investigando este tema. Recibiendo talleres impartidos por historiadores. Se ha hecho un esfuerzo muy grande para documentarnos y sumergirnos en la guerra, para poder hablar con causa y con conocimiento de ella.
¿Y cómo se sumerge uno en la guerra? ¿Cómo se encarna una guerra?
¡Pues poco a poco! [Risas]. Yo intento hacerlo con toda humildad. Tenemos la misma estructura escénica que en los Shocks: teatro circular con pantallas alrededor, para que el público no solamente se entere de lo que pasa, sino que viva lo que pasa. Hay miles de libros y documentales que explican muy bien lo que pasó en la guerra; pero a todo eso le falta lo que es el teatro: la emoción de vivirlo en el momento.
He intentado, sobre todo, ir a la esencia, a lo esencial para contar las causas y efectos de lo que fue la guerra civil. He cribado un montón de datos y hechos, pero he intentado reflejar lo más fielmente la esencia de la guerra.
Tenía muchas ganas de enfrentarme a lo violenta que fue la guerra. Una de las cosas que más miedo y rechazo me sugieren es la violencia. Pero nuestra historia es tan violenta que creo que era bueno reflejarlo. Una guerra civil es más violenta, si cabe, que cualquier otra, porque estás enfrentando no solamente dos bandos, sino que tu hermano está en el otro bando. Hubo familias rotas. Y eso supone miseria no solamente real, sino también mental: el hambre y el terror inundaron España. Y eso desembocó en silencio. Eso es lo que más puede traumatizar a un pueblo entero. El silencio es algo tremendo. Mucha gente prefiere sepultar lo que vivió, o porque no le conviene o porque le es demasiado traumático. Y eso se refleja en la cantidad de gente que hay enterrada en cualquier cuneta o en fosas comunes, olvidadas absolutamente.
He intentado, sobre todo, ir a la esencia, a lo esencial para contar las causas y efectos de lo que fue la guerra civil.
Hablas del silencio. ¿Crees que es justo que se destape ese silencio?
Yo creo que es justo porque quien no quiere hablar, que siga sin hablar. Pero nuestra historia, si no la conocemos, estamos condenados a repetirla. Y el teatro y la historia van de la mano. La representación de lo que hemos sido es fundamental para saber quién somos y lo que podemos llegar a ser.
Hace un tiempo entrevisté a Mariano Llorente, de Micomicón, y él me hablaba de tus Shocks y me decía: «Es que Andrés estaba avisando de lo que podía pasar». ¿Crees que 1936 nos puede servir para avisarnos de lo que podría volver a suceder?
No sé si esta función sirve para avisar, pero por lo menos sí para ser conscientes de lo que somos. Y de lo que pasó. En España había una república que tenía unos derechos: la gente podía debatir lo que quisiera en el Parlamento y pegarse verbalmente, pero no desencadenar una guerra civil. Una democracia necesita debate y diferentes puntos de vista, incluso contrarios. Ahora, eso no puede provocar que de repente alguien dé un golpe en la mesa (‘golpe’, traducción de shock). Eso es muy grave. Y está muy claro quién dio el golpe de Estado: fueron los sublevados, fue Franco, los militares africanistas y toda una serie de gente que le interesaba que acabara ese gobierno de la República. Y hoy seguimos viendo los símbolos falangistas en la calle.
¿Ha habido algún tipo de censura o autocensura, dentro del equipo, para contar esto?
No, no. Yo siempre he trabajado aquí con mucha libertad. Sería una aberración si hubiera que censurar lo que pasó de verdad. Yo he intentado ponerme en el lugar del conflicto, digamos. Yo tengo mi punto de vista claro, ¿de acuerdo? Pero lo que pasó, pasó. Y hay muchas cosas en escena que recreamos tal y como sucedieron: el discurso de Azaña, el discurso de Franco, los informes que hay sobre el bombardeo de Guernica… Hemos convertido el material historiográfico en texto dramático.
Sería una aberración si hubiera que censurar lo que pasó de verdad.
Antes decías, fuera de cámara, que este era el montaje más difícil, más que Shock 1 y Shock 2, que ya eran montajes complejos. Pero aquellos montajes recreaban muchos años de la historia mundial, y este solo se centra en tres. ¿Cómo puede ser el más complejo?
Es que es un poco una droga la historia sobre la guerra civil. Empiezas a leer y yo llevo tres, cuatro años… y tengo una sobredosis de guerra civil. Pero porque engancha, porque ves todo lo que reconoces de tu cultura, de dónde vienen incluso cosas que tú haces o cómo te comportas. ¡Es que en mi colegio se cantaba el «Cara al sol»! Cuanto más dentro estás de algo más matices tiene y más difícil es ver el conjunto.
Además, pensé: «No puedo dividir la Guerra Civil en dos. Es absurdo hacer hasta el 37 y el año que viene hasta el 39. Y a ver si lo puedo hacer y a ver si puedo reunir otra vez a todo este gran reparto». Son ocho actores y actrices, maestros en el cambio, en el poder ir de un personaje a otro y con pocos recursos hacer un mundo de cada uno. Para eso se necesita un elenco tan bueno como el que tenemos. Los voy a nombrar: Blanca Portillo, Alba Flores, Natalia Hernández, Guillermo Toledo, María Morales, Juan Vinuesa, Paco Ochoa y Antonio Durán «Morris». Es como tener una paleta de los mejores colores. Pero, además, y esa es la innovación con respecto a los Shocks, tenemos al Coro de voces jóvenes de Madrid, que dirige Juan Pablo de Juan, y que son maravillosos. La música es lo que hace que todo eso que está lleno de datos, de información, se convierta en emoción.
Es la música del cancionero de aquel momento, me imagino.
Hay de todo. Tan pronto cantamos «Mi jaca» como «Spanish Bombs» de los Clash o «La novena» de Beethoven. Y todo tiene su razón de ser.
Por ejemplo: el espectáculo empieza con «La novena» porque en 1931 se desarrollaron las Olimpiadas de Berlín, y Goebbels dijo que en la apertura de las Olimpiadas, aparte del himno olímpico, debía sonar «La novena» de Beethoven como símbolo de la Alemania que nacía de nuevo.
Como respuesta a las Olimpiadas nazis de Hitler, en España se organizaron unas Olimpiadas Populares en Montjuic, en Barcelona. Pau Casals, que era el comisario cultural, dijo que de ninguna manera iban a convertir a Beethoven en símbolo del nazismo. Y que esa música también sonaría en la inauguración. Pero las Olimpiadas Populares estaban planeadas para el 19 de julio, y el 18 ocurrió el «alzamiento», como lo llaman los franquistas. Aun así, Pau Casals y el coro cantaron «La novena». Me parecía que todos los puntos de vista estaban muy bien resumidos al cantar esto.
Viendo Shock 1 y Shock 2 me reí mucho, dentro de todo lo violento que era. Me parece fundamental el sentido del humor.
El sentido del humor es muy importante porque otorga distancia ante las cosas. Para mirar la historia se necesita distancia. Y la distancia te la da también el sentido del humor, que es un síntoma de sanidad. Cuando tú te ríes, de tu historia y de ti mismo, quiere decir que algunas heridas ya están curadas.
Tú recuerdas que te reíste mucho, pero seguramente no te reíste tanto: te reíste en momentos determinados. Y ese es el contraste interesante. Incluso, a veces, lo trágico resulta más trágico por contraste. El sentido del humor no es hacer una comedia fácil: es tener distancia para poder ver las cosas de una manera objetiva. Y esto no quiere decir neutra. Yo tengo mi punto de vista y sé entre Azaña y Franco a quién defiendo y a quién critico, pero no intento hacer la crítica, sino que ellos hablen y que tú tengas esa distancia para entender qué es lo que sucede cuando ellos hablan. Hay que dejarles que hablen como hablan, porque ellos solos se retratan.
El sentido del humor es muy importante porque otorga distancia ante las cosas.
¿Cómo te gustaría que saliera la gente?
Pues, no lo sé. Nunca pienso en eso…
El público saldrá como le dé la gana.
Por supuesto. No me preocupa tanto cómo salga, sino cómo estén. Y conseguir tener la atención y la emoción del público para mí es algo importante. Hay tanta historia de cada uno de nosotros metida en este montaje, que traemos ya como prejuicio o de la transmisión de lo que nos han contado nuestros padres, tíos o abuelos, que eso ya chocará o se hermanará con lo que mostramos aquí. Lo que sí espero es que esto mueva algo, o conmueva. Que la cabeza del espectador se desplace de un lado a otro y se pueda poner en el lugar de lo que ha visto y darle vueltas a eso.
Para acabar, quiero que me digas una frase de la obra.
Es que son tantas… A mí me emocionan mucho los discursos de Azaña. Pero ahora de memoria no me sé ninguno. Hay un discurso muy famoso lleno de amargura, porque sabía que se perdía la guerra, y pedía «paz, piedad y perdón».
También hay frases maravillosas del diario de una niña que vivió la guerra y da su visión desde la inocencia de una chica de 15 o 16 años. Increíble cómo cuenta la guerra.
Y luego está el «cuaderno pardo» de Franco. Él escribía cosas en ese cuaderno que tienen una frialdad y una indolencia tremendas. Él decide llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias hasta lograr, como él dice, «la consunción total del enemigo», es decir, la derrota absoluta, hasta que quede absolutamente aplastado el contrario. «Hay que desinfectar el solar patrio», decía. Y eso tiene que ver con la doctrina del shock: trató de hacer una lobotomía profunda a España y cargarse a todo el mundo que tuviera cualquier tipo de respuesta. Partir de un terreno baldío, arrasado, para construir de nuevo en base a sus intereses.
Pues menos mal que no lo consiguió del todo.
Hombre, un poco sí.
Ya, pero aquí estás tú haciendo 1936. Así que, afortunadamente no lo logró.
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