Canción del primer deseo, la obra de Andrew Bovell que cierra la trilogía sobre las herencias familiares junto a Cuando deje de llover —Premio Max a Mejor director y Mejor espectáculo— y Las cosas que sé que son verdad —Premio Max a Mejor actriz para Verónica Forqué— tomará el escenario del Teatro de la Abadía hasta el 14 de mayo.
El director Julián Fuentes Reta, junto a los actores y actrices Jorge Muriel, Consuelo Trujillo, Pilar Gómez y Borja Maestre, han trabajado de forma colaborativa durante cinco años para levantar este proyecto que, en palabras de Juan Mayorga, fotografía la familia «como espacio de cuidado y de peligro».
En la mañana verde,
quería ser corazón.
Corazón.
Y en la tarde madura
quería ser ruiseñor.
Ruiseñor.
Estos son los primeros versos de Cancioncilla del primer deseo, poema de Federico García Lorca que da nombre a la pieza. El dramaturgo Andrew Bovell confiesa que se enamoró de «la simpleza y la belleza de este poema» y quiso utilizarlo a partir de un momento en que la obra aborda la primera experiencia sexual de Alejandro, uno de sus protagonistas.
Un joven colombiano, hijo de migrante español que marchó de Madrid en el 68 bajo el régimen de Franco, regresa a España. Tiene una idea de lo que significa este país a través de las historias de su abuela. Hay muchas capas entre las que tiene que navegar este joven para encontrar la verdad. La manera en que estas dos familias están vinculadas es la revelación de la pieza, la catarsis.
El recuerdo como acto subversivo
Este relato ficticio construido comunitariamente teje una historia transgeneracional dando lugar a un potente retrato de la guerra de nuestro país, con el objetivo de reivindicar la memoria y la herencia de una tierra y unos testimonios condenados al olvido.
Andrew Bovell aclara que la obra retrata «el impacto del pasado que no ha sido resuelto», que puede dar lugar a la «fracturación de las familias» debido a que hay «secretos por descubrir». La pieza presenta «la idea de que el hecho de recordar es en sí subversivo. En un país donde se nos ha dicho que nos mantengamos callados y no hablemos de esto». La metáfora central de la obra es «el hecho de recordar».
Una obra con herencias de Goya, Buñuel y Saura
Para crear esta fábula, Julián Fuentes Reta reconoce que «todos hemos tenido que volver a casa». El equipo habló de sus ancestros y ahí «la guerra estaba implícita, es una parte de nuestra historia». Y como buen maño, el director no pudo dejar de lado el legado de los aragoneses más ilustres: las Pinturas negras de Goya, el onirismo de Buñuel y el color de Saura.
Estas imágenes servirán al equipo artístico para dar voz a toda esa gente «que no puede hablar porque está muy dañada». Atendiendo al significado de la palabra ‘trauma’ como ‘sueño’, «un sueño común hay que desmenuzarlo hablando», concluye Julián Fuentes Reta.
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