El tándem formado por el dramaturgo Álvaro Tato y el director de escena Yayo Cáceres, junto a la distribuidora Emilia Yagüe, está vuelta con su quinta producción y lo celebra, en el Teatro Reina Victoria, con dos protagonistas de excepción: el burro, animal al que la literatura y la cultura populares más páginas ha dedicado a lo largo de la historia, y Carlos Hipólito, un gran nombre de la escena, que explota en esta pieza tragicómica su comicidad más desconocida para el gran público. Burro es una obra que invita al espectador a realizar un viaje tragicómico, divertido, tierno, poético y profundo, y así explorar los grandes textos clásicos sobre el asno y la intensa relación entre el animal y el ser humano.
Carlos Hipólito protagoniza este espectáculo junto a los intérpretes Fran García e Iballa Rodríguez y el músico Manuel Lavandera. Una producción de Ay Teatro, que podrá verse desde el 17 de enero hasta el 18 de febrero en el Teatro Reina Victoria.
El asno sube a la escena: Carlos Hipólito, un ‘Burro’ con nombre propio
«Tengo un animal totémico de toda la vida que es el burro. Siempre había tenido una relación con los burros de un amor extraño, de esos amores tan bestias que solo los puedes comparar con el amor a un hijo, un hermano o un padre. Un día estábamos de gira con Cervantina, de Ron Lalá, y fuimos a la casa natal de Juan Ramón Jiménez en Moguer y nos regalaron un ejemplar de Platero y yo. Me fui al hotel y no pude dormir de leerlo y llorar. Y me dije: “aquí me pasa algo”. Ni siquiera mi psicólogo alcanzaba a explicarme por qué era tan totémico para mí este animal».
Con esta confesión Álvaro Tato hace una declaración de intenciones sobre la verdadera razón que ha llevado al dramaturgo a crear un espectáculo dedicado al asno. No ha sido hasta que comenzó a crear la dramaturgia de esta nueva obra cuando empezó a descubrir dónde nace el vínculo tan fuerte que le une con el animal. «Lo estoy descubriendo hablando sobre él, dedicándole un espectáculo para darme cuenta de que el asno, el burro, somos nosotros; el ser humano es el burro», declara el dramaturgo.
«Siempre había tenido una relación con los burros de un amor extraño, de esos amores tan bestias que solo los puedes comparar con el amor a un hijo, un hermano o un padre» Álvaro Tato
Y si este motivo resulta profundamente revelador lo es más aún conocer que no es el único. Hay que añadir una cena que se convirtió en obra de teatro con nombre propio. Bien podría ser este el titular de un encuentro de esos que solo la magia escénica es capaz de lograr.
Carlos Hipólito asiste a ver el espectáculo Malvivir, protagonizado por sus amigas actrices Aitana Sánchez-Gijón y Marta Poveda en las Naves del Español, y decide cenar con ellas después de la función. Allí conoce a Álvaro Tato y Yayo Cáceres y en esa reunión se produce un auténtico flechazo escénico. «En ese encuentro descubrimos a un ser humano increíble, a un gran actor. Nosotros conocíamos su parte de gran actor de drama, y la gran sorpresa fue descubrir a una persona muy graciosa. No sabíamos que él era una fuente de risa, con una comicidad increíble. E inmediatamente nos enamoramos mutuamente», afirma Tato.
Por su parte, el veterano actor comparte el mismo recuerdo e impresión del encuentro. «En esa cena hubo una conexión total. Me dijeron: “tenemos que hacer algo juntos”. Yo pensé: “bueno verás, pasarán los años y tal”. Y he de decir que a la semana y media me llamaron para decirme que tenían un proyecto para mí que se llamaba Burro. Y aquí estamos viviéndolo con mucha ilusión, alegría y emoción», confiesa Hipólito.
Y así comenzó la aventura de un espectáculo dispuesto a dejar huella de pezuña.
El asno: el animal más presente en la literatura y cultura populares
Burro es una obra de nueva creación, que está inspirada en numerosas referencias literarias y también populares en torno a la figura del asno. La literatura burresca es muy vasta, pero mucho más limitada que si se quiere abordar un clásico de Lope, Calderón o Cervantes, por ejemplo. «Lo maravilloso para mí con el burro fue darme cuenta de que hay mucho material, pero no hay tanto. Conocemos al animal, hay muchos tratados científicos sobre él muy antiguos y muy interesantes, pero desde el punto de vista literario hemos hecho un gran y fascinante descubrimiento. Esa es, sin duda, la gran baza literaria del espectáculo», afirma Tato.
El público va a emprender un viaje muy revelador desde el punto de vista de la dramaturgia al reencontrarse con grandes textos e historias de conocimiento popular y, sobre todo, al descubrir piezas literarias que no son apenas conocidas. «Al sumergirme en este montaje, me asombró conocer la cantidad de literatura que hay sobre asnos. Curiosamente para los humanos, el perro y el caballo serían los primeros animales de compañía en los que pensaríamos, o el gato. Pero, sin embargo, hay muchísimos más textos clásicos sobre asnos que sobre caballos, perros o gatos. Es muy curioso. No sabía que existían tantos», confiesa Carlos Hipólito.
Sin duda, en el espectáculo no falta la obra española por antonomasia si hablemos de asnos: el montaje brinda un bello homenaje a la inolvidable pieza poética escrita en prosa Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. Tampoco fallan El asno de oro, de Apuleyo, y los grandes burros de la literatura como el rucio de Sancho Panza o muchos que están presentes en las fábulas tradicionales. Puede resultar más desconocida la notable presencia del burro en las fábulas antiguas; está presente en Esopo, Fedro y en el Panchatantra y, por supuesto, en las fábulas orientales. De la cultura medieval se conservan dos piezas fundamentales: El testamentum domini asini y La misa del asno medieval. Además, el asno ha sido asociado también con lo carnavalesco, con el clown, con el fool, tal y como lo mostró Shakespeare en su Sueño de una noche de verano. Y, por supuesto, muchas expresiones coloquiales e incluso canciones infantiles tienen al burro como protagonista.
También es importante señalar que toda la cultura oral se ha nutrido muchísimo de la figura del asno, un animal que ha sido calificado con los adjetivos más extremos: el burro ha sido el rijoso, el lascivo y el casto. Pero también el tonto y el sabio; el imbécil y el astuto; la bondad absoluta y el mal.
«¿Qué es el ser humano, sino, el 99% de la población, el desfavorecido, el olvidado, el abandonado? Esa historia, contada a través de la máscara del burro, es la que intentamos abordar en esta obra» Álvaro Tato
El conocimiento y reflexión sobre el extenso corpus burresco permite incluso llegar al descubrimiento o conclusión de que el asno y el hombre no son, en realidad, tan distintos. «El perro es el gran amigo de hombre; el caballo es el gran siervo; el gato es el aliado, pero siempre está a distancia. El perro tiene dependencia del hombre, es como un hijo, pero el gato es un aliado, con él pactas porque él manda, es emperador. Pero el burro es todo eso: a veces es aliado, a veces es cuidador y, sobre todo, es el gran maltratado. El de nuestro espectáculo es el burro de los palos, el working class de los animales. Pero, ¿qué es el ser humano, sino, el 99% de la población, el desfavorecido, el olvidado, el abandonado? Esa historia, contada a través de la máscara del burro, es la que intentamos abordar en esta obra», explica Tato.
El dramaturgo madrileño, que conserva y potencia siempre desde su escritura su corazón de filólogo, ha contado en esta exhaustiva búsqueda de fuentes con la ayuda de muchos amigos filólogos como Javier Huerta o Rafael Bonilla de la Universidad de Córdoba, entre otros. En este camino de investigación confiesa haberse encontrado con lo que él considera una auténtica perla que «es la joya del espectáculo: La disputa del asno, de Fray Anselmo de Turmeda; una figura medieval que hace una fabulación de una disputa del asno que está literal en el espectáculo. No la he tocado. Es un fragmento de una modernidad y de una defensa de los animales increíble. Está escrita por un monje que se acabó convirtiendo al Islam. Para mí son los cinco minutos más sorprendentes del espectáculo, y es algo que me hace sentir muy feliz como versionista».
‘Burro’: una historia sobre el ser humano
En una finca vacía, un burro atado a una estaca le cuenta su vida a su sombra mientras se acerca un incendio forestal. La música en directo y el teatro más puro acompañan a este asno sin nombre, de 6.000 años de edad, en un recorrido por sus aventuras, desventuras y peripecias a lo largo de la Grecia y la Roma clásicas, la Edad Media festiva y carnavalesca, el Siglo de Oro español e inglés, la Ilustración y la Modernidad.
«Cualquiera que sea amante de los animales o que simplemente tenga algo de sensibilidad va a sentirse concernido por ‘Burro’» Carlos Hipólito
Burro es una tragicomedia con música en directo que combina humor, ternura y reflexión. Al interpretar a un animal, Carlos Hipólito ha tenido que afrontar el trabajo de construcción dramática, otorgándole mucha importancia a la fisicidad, marca de la dirección del argentino Yayo Cáceres. «No hemos querido hacer una imitación del burro, pero sí hacer una evocación del aire que desplaza un burro, de cómo se mueve, de determinados gestos que nos pueden evocar la imagen de un burro. Y el trabajo emocional ha sido muy intenso porque es un burro muy humano», declara Hipólito.
La obra habla de la relación de los seres humanos con los animales y Carlos Hipólito no solo da vida a diferentes asnos, sino también a otros animales y también a humanos. «He abordado el trabajo intentando contar de la manera más sencilla y más limpia posible cada uno de los personajes que tengo que interpretar», afirma Hipólito. El texto, que juega en equilibrio e ingenio con la imagen y la evocación, persigue establecer una comunicación emocional con el espectador muy potente. «Cualquiera que sea amante de los animales o que simplemente tenga algo de sensibilidad va a sentirse concernido por ‘Burro’», confiesa el actor.
El hombre, único animal racional y con sentimiento de superioridad sobre los demás, debe preguntarse: ¿qué dice el burro a lo largo de la historia de la literatura y del acervo popular sobre el ser humano? «La excusa de la dramaturgia es un burro atacado a una estaca, que le cuenta a su sombra los 6.000 años de su vida mientras avanza hacia él un incendio forestal. Le habla de su historia, del significado de la cultura, la civilización, la lealtad, el cariño, la ternura, el abandono, la violencia. Todo el tiempo permanece el mensaje de: ¿qué significa la libertad? ¿A qué estamos atados nosotros?», explica Tato.
El asno es muy conocido por ser un ayudador; y es también un animal que sigue hacia adelante, que no se hace preguntas. La sombra, por otro lado, es el onagro, el burro antiguo, el primitivo. Los burros fueron salvajes, antes de ser el gran animal que ha ayudado al hombre a alcanzar la civilización. El asno vuelve en este espectáculo a esa aurora del mundo para preguntarse si antes vivía mejor que ahora. «¿Vivía mejor cuando, como dice en la obra, cada día duraba una eternidad eterna? ¿O soy mejor ahora que tengo pasto? Ahora tengo agua, pero estoy atado. ¿Estás dispuesto a pagar el precio de la libertad? ¿Eres más el burro o eres más su sombra, el onagro? Esa es la gran pregunta para el espectador», señala Tato.
De este modo, el asno de Burro ofrece un relato que lucha contra el olvido mientras se acerca el fuego. «La obra es una tragicomedia donde espero que el público ría y llore, que toque la esencia del corazón humano», declara Tato. A lo que añade Carlos Hipólito: «La reflexión que hace ‘Burro’ es muy clara: entre el hombre y el asno, ¿quién es la bestia? Yo tengo clarísima la respuesta. Cada uno que responda como quiera».
Ahora solo es necesario acudir al Teatro Reina Victoria y que cada espectador, que se adentre en esta aventura burresca, emita su propio veredicto.
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