Clara Ingold es la humorista mallorquina que triunfa con Paloma de parque. La artista rompe estereotipos con un nuevo formato de stand-up, codirigido por Josep Orfila, que combina monólogos con actuaciones musicales -compuestas por sí misma- llenos de humor absurdo, ironía y autoparodia, a través de los cuales reflexiona sobre el autoboicot, las relaciones, el canon estético, ser mujer… Para descubrir la relación del artista con los pájaros urbanos mal llamados «ratas voladoras», tendrás que ver el espectáculo, que está en el Teatro del Barrio hasta el 8 de junio.
TeatroMadrid: Has ganado el Festival Insomnia y has formado parte del festival de comedia La Llama Fest, donde Paloma de parque fue una de las propuestas más aplaudidas de entre muchas donde había algunos de los mejores cómics del país.
Clara Ingold: Después de ver que fue bien, estoy mejor. Estaba muy nerviosa, ahí el público es muy exigente. Mucha gente de comedia que vino a verme decía, «tía, tienes un lenguaje muy especial».
«Currar sola es un infierno»
No suelen verse one woman shows que hibriden tantos lenguajes: stand up, interacción con el público, música, incluso títeres.
Como actriz de comedia es cuando más cómoda me he sentido siempre. Además compongo mis cancioncillas… Pero nunca había hecho un espectáculo propio, así que creé Peajes, mi primer espectáculo, donde quise mezclarlo todo. Esta mezcla me permitió encontrar un lenguaje personal, pero por culpa de mi timidez y de un síndrome de la impostora como una catedral, me quedé a medias. Le veía muchas carencias, e intuía que podía llegar más lejos. Con Paloma de parque me he quitado esta espina y me ha servido para comunicar más.
Habías dicho que no volverías a trabajar sola, y vas y haces un monólogo.
Currar sola es un infierno. Le recomiendo a cualquier persona que se rodee de un equipo que le ayude, como a mí me ayuda Josep (Orfila). Tengo suerte de haber encontrado a alguien con quien realmente me entiendo. Interfiere y hace crecer todo lo que se te ocurre, pero mantiene las esencias de lo que tú estás haciendo. Esto no lo hace todo el mundo. Trabajar con Josep me ayuda a centrarme en la creación y que me crea lo que hago, porque soy bastante insoportable con esto. Cuando yo escribo, paralelamente, estoy dirigiendo cómo será el montaje. Es aburridísimo y trastorna. En este caso he podido escribir sin tener en cuenta cómo acabaría, simplemente he vomitado las cosas que yo tenía ganas de contar. Juntos hemos conseguido ir más lejos y hacer una pieza más explosiva.
«Hay temas de los que más difícil hacer humor, por ejemplo el cambio climático»
La visión sobre temas como la presión estética, el porno o la salud mental, es uno de los platos fuertes de Paloma de parque.
Es un espectáculo bastante cañero en cuanto a temática. Me parecen temas super actuales, pero me daba miedo pensar que quizás ya está hablando todo el mundo y no podría añadir nada. Hay tantos podcasts, tanta información diaria… Se genera muchísimo contenido en internet, pero yo no puedo crear un espectáculo cada semana. O haces impro, o los temas que eliges deben ser realmente importantes para ti para que los quieras continuar diciendo y no quede caducado.
Es muy generacional, a la vez que muy transversal.
Yo hago humor de lo que he mamado de cerca, de gente que conozco, o de cosas que me han pasado directamente a mí. La presión estética o la salud mental son temas que atraviesan mi generación, pero también que implican al resto de la sociedad de alguna forma. Me he dado cuenta de que las cosas que me preocupan a mí, a una mujer de 70 años también le han afectado o le siguen afectando. Con Paloma de parque veo un rango de edad muy extenso de gente que disfruta y que se siente muy reflejada en cada una de las historias que cuento.
Pero también te ríes mucho de ti misma.
Yo hago humor riéndome de mí misma. Esto funciona muy bien siempre: no puedes herir a nadie.
A ti.
De todo lo que me río, mío, ya está muy asumido. Ya sé de qué hablar y qué no. Cuando charlo de mi nariz, de mis judías, son cosas que ya tengo superadas. Si no, no podría estar poniéndolo en un escenario. Luego está toda una parte social, más oscura, de la que quiero hablar, pero no sabía cómo puñeta hacerlo. Hay temas de los que es más difícil hacer humor, por ejemplo el cambio climático. No es lo mismo que charlar mis propias mierdas. Mucha gente vive muy afectada y que tampoco pueden hacer nada. Por eso hago aparecer un títere, como «yo no estoy diciendo esto».
«Hay gente que dice que mi espectáculo es cómo hacer 70 minutos de scroll de Tik Tok, pero en directo»
Ahora hay una ola de cómics y cómicas, como Hannah Gadsby, que están en contra del self-shaming, de reírse de uno mismo para hacer humor, porque lo consideran una autoagresión.
Para mí no es self-shaming. Yo estoy superorgullosa de todas las partes que conforman mi cuerpo y está muy bien también hablar de ello. Realmente pienso que yo creo que ayudas a mucha gente normalizando las inseguridades. Tampoco he venido aquí a hacer autoayuda en la peña, ¿sabes? Lo importante es reír. Si algo he descubierto en mi vida es que todo es mucho mejor que tragar con su comedia filtrada de por medio. Además, es entrenable. Si puedes entender esto, chapó.
Haces avanzar el espectáculo como si el ritmo lo escogiera un algoritmo.
Yo soy muy nerviosa. Hay gente que dice que mi espectáculo es cómo hacer 70 minutos de scroll de Tik Tok, pero en directo. La gente está muy mal acostumbrada a ser paciente. Yo soy la primera que me plantas una hora y media en ver una obra de teatro y no sé si lo aguanto, ¿sabes? La comedia: «rapidito».
¿Te ha influido haber empezado a crear comedia directamente en las redes sociales?
Yo he utilizado las redes desde el inicio como un laboratorio del humor, para probar cosas. Me permite investigar, aunque últimamente no hago mucho vídeos. Es muy difícil crear un espectáculo y tener que asumir todos los cargos: la de marketing, la de ventas… Me sigue gente en redes por lo que estoy haciendo, por las clases agresivas de alemán, no para que le haga spam de entradas de Paloma de parque. Tengo un amor-odio muy grande en las redes, te facilitan la vida, pero es pura esclavitud.
¿Dónde nace la inquietud de escribir tus propias historias?
He descubierto relativamente tarde lo que quería hacer. Desde pequeña siempre he escrito historias y supongo que la creatividad había estado ahí. Después de estudiar arte dramático yo pensaba que iba a cambiar de carrera y haría cualquier otra cosa. Sabía que tenía vis cómica, pero la inquietud de crear te llega el día en que te das cuenta de que tienes un montón de material que te gustaría comunicar, pero necesitas un lugar donde ponerlo. Yo tenía muchos cuadernos con cosas apuntadas que quería aprovechar. Medio trabajo ya estaba hecho.
No debe ser un camino fácil.
En Peajes, mi primer espectáculo, hice mis primeras composiciones. Lo movía sola, venía yo con la maleta, tenía que pedir favores a colegas y no me salía nada a cuenta. Era un suicidio que hice en condiciones infrahumanas y cuando ideé Paloma de parque quería que fuera fácil, que se pudiera interpretar en una cochera. Pero al final no estamos cediendo, queremos que la gente salga sorprendida y utilizamos un montón de recursos para conseguirlo.
Empezando por una puesta en escena absolutamente kitsch.
C.I: Esto pregúntaselo a Josep.
Josep Orfila: La inspiración venía que en ese momento estábamos obsesionadas con el tema de los números de hoteles. Un día estábamos cenando en verano en Menorca y había un señor con un teclado, la letra en el móvil… y dijimos: «es eso, jugaremos al máximo máximo». Pero es un cutro que luce y que se reconoce.
¿Estáis en Mallorca?
Sí, muy tranquilos. Bien, en verano muy tranquilos, no.
¿Cómo está la movida teatral en Baleares?
Parece que ahora se mueve más, pero está como antes. Siempre hemos tenido unas ayudas por aislados, por desplazamientos… nada ha cambiado. Pero quizás sí que la gente se está quitando un poco el miedo que hemos tenido en Mallorca de actuar más allá del mar. Como si en la Península la gente te fuera a morder. Mallorca es doloroso y hay mucho boca a boca, tienes que conocer a la gente. Es un pequeño mundo en el que no se dejan de hacer cosas. Y para crear es un espacio impresionante, aunque para la comedia el público es durísimo, islote, muy seco. La risa es escasa.
Tu familia ha sido una de las dinamizadoras culturales de Palma.
Con mi hermano, Diego Ingold, hemos trabajado juntos. A él le cuesta mucho salir de la impro, entonces tengo que ser yo quien entre dentro de su universo. Yo empecé estudiando arte dramático, después montamos una compañía de improvisación con él y Germán Conde, pero en la segunda semana vi que a mí la impro… no. Pero me quedé a hacer de técnica. Un año y medio más tarde estaba bien enmerdada: habíamos abierto un teatro en Palma con otro colectivo de impro. Todo esto es un gran tema: él tiene un empujón que yo de natural no tengo, y para encontrar mi camino necesité separarme un poco. Me había cogido en el carro de mi hermano, pero descubrí que no me gustaba la gestión. Bastantes años después he entendido lo que me gusta hacer a mí: escribir, crear.