Empezó, construye y trabaja desde el margen, pero no es un abanderado de la periferia. Él sólo lo habita, le llama, la visibiliza. Señala una mirada cultural centralizada que despeja las piezas construidas desde los extrarradios. Según su experiencia, no pasar por determinados escaparates te sitúa en la nada. De pequeño no sintió ningún amor por el teatro. Lo observaba desde el rechazo. No se avenían. Y aunque con el tiempo lo acabara pensando como espacio aliado, sus creaciones siempre le han sido infiel. Es cocreador de la compañía Bajotierra y generador de iniciativas como el festival de la escena alternativa de Málaga, El Quirófano o el ciclo Escena Bruta. Ha trabajado con la compañía belga de danza-teatro Peeping Tom y en su currículum figuran propuestas como Yo antes era mejor, Masacre en Nebraska, Ardor, entre otras muchas. Ahora, continuando con una voluntad rebelde y transformadora, el director y dramaturgo malagueño Alberto Cortés presenta el 19 y 20 de enero en el Condeduque One night at the golden bar, un montaje transversal y provocador que se erige en un canto visceral en el amor cursi, romántico y sacrificado.
“La historia llegó a mí por un delirio amoroso. Me encapriché de una persona, la soñé y la deseé mucho. Todo lo que no le dije, lo escribí”, explica Cortés. La prenda atraviesa el cuerpo. Uno que se encuentra terriblemente enamorado, que supura romanticismo a través de movimientos asilvestrados e infantiles. “Toda la propuesta es una declaración de amor muy adolescente. Responde al impulso de sentir ese deseo que te arrastra por otro hombre. Me coloco en un espacio que, en cierto modo, me dio vergüenza acercarme a él por su cursilería. En la entrega absoluta a alguien había algo que me interesaba porque me incomodaba”.
Alberto Cortés: «Es importante aprender a medir y pensar nuestras relaciones»
Para Cortés, entrar en el mundo adulto implica pasar a entender las relaciones desde un librito que diferencia entre el bien y el mal en el campo del amor. “Cuando somos adultos entra en juego la lógica, la teoría sobre cómo deberían ser las relaciones, lo que debería hacerse y lo que no. Mientras que en la adolescencia todo lo que ocurre se siente desde la pureza. Se produce una entrega absoluta sin que exista un cuestionamiento de si es correcto o no. Por otra parte, creo que es importante aprender a medir y pensar nuestras relaciones”.
A través de un alter ego convertido en ángel, Alberto Cortés nos sitúa en una atmósfera onírica cargada de belleza y poesía. De fondo, suena Mecano. El título de la obra remite a su canción La fuerza del destino. “Me crié con ellos. Son el top del cursi”, explica. Sobre el escenario, aparece sentado sobre un potro. “Este elemento simboliza al hombre rudo, masculino, vasto, el punto opuesto a la fragilidad. Con él hago referencia a ese elemento temido, el enemigo, sobre todo, de las maricas y las mujeres cuando éramos pequeños”. Allí arriba, bajo una mirada llamativa y queera, Cortés invoca la pasión irreprimible, el amor políticamente incorrecto. Un auténtico cataclismo.
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