Elvira Lindo: “La bestia de nuestro tiempo es el reaccionarismo”

José Antonio Alba

Elvira Lindo lleva al teatro El niño y la bestia, una “ópera contada” por ella misma y dirigida por María Lindo con música de Jarkko Riihimäki. Este espectáculo supone la primera incursión de la escritora en un escenario con un proyecto personal, innovador y experimental, inspirado en una historia que le contó su padre cuando era niña.

La autora de Los trapos sucios de Manolito gafotas, obra con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura infantil y juvenil en 1988, cuenta con la participación de Linien Ensemble, un sexteto de músicos afincado en Alemania y formado por Laura Ruiz, Rodrigo Bauzá, Lander Echevarría, Ander Perrino, Sacha Rattle y el propio Jarkko Riihimäki.

Este cuento musical, estrenado en noviembre del año pasado en Berlín, llega ahora a la Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez, donde podrá verse hasta el 15 de diciembre. Y es a esa misma sala donde nos hemos acercado para hablar con Elvira sobre este espectáculo tan personal.

T.M.El niño y la bestia está basada en una historia que le contó su padre cuando era niña. ¿Por qué contarla ahora?

E.L.– Pues, la cuento ahora porque creo que no me habría atrevido hacerlo cuando mi padre vivía. Mi padre murió dos años antes de que la directora de este espectáculo, María, viniera a verme para pedirme un texto. Él había contado muchas veces esta historia y en diferentes versiones, pero, en mi imaginación infantil, aparte de que admiraba mucho a mi padre, yo me lo imaginaba como el pequeño héroe de un cuento, un niño valiente que sobrevive a todas las dificultades de una ciudad devastada por la guerra. Para él, sin embargo, este espectáculo habría sido tan emocional que no sé cómo habría reaccionado y, entre otras cosas, no me habría permitido contar ciertos detalles, como que su tía le pegaba. Habría intervenido en la escritura de este texto para no quedar mal con nadie. Por eso, yo me he sentido más libre ahora que ya no está, y precisamente por no estar él, puedo hablar más profundamente de mi padre, de cuáles habrían sido sus sentimientos y sus miedos cuando era niño. Lo que he hecho entonces, es un viaje al pasado para explicar la psicología de una persona a la que conocí mucho.

T.M.¿Cómo fue ese viaje? ¿Cómo fue ese proceso de indagación en los recuerdos de tu padre y la recreación de esta historia?

E.L.– Bueno, los recuerdos son siempre subjetivos, aparte de que la historia empieza en A y termina en C, por lo que tienes que ir con una linterna por un túnel tratando de saber cuál es el camino intermedio, cuál es el camino para llegar al final. Para ello, intenté primero tratar de explicar la psicología de mi padre, eso me sirvió de mucho. Pero también me ayudó leer bastante sobre cómo era Madrid recién acabada la guerra. La ciudad estaba tan desabastecida de todo, que es muy fácil imaginar lo que comía la gente, porque había cosas que hacía todo el mundo, salvo que fueras rico, pero mi padre fue a venir a un barrio como Lavapiés, que era un barrio absolutamente popular. Y luego hay cosas que están documentadas, desde las películas que ponían en la Gran Vía, hasta cómo se quedó el Retiro después de que la gente talara los árboles para calentarse. Todas estas cosas me han servido para hacer una especie de maqueta, preparar el paisaje de la ciudad y hacer que el niño se moviera por allí.

T.M.La obra se estrenó hace un año en Alemania, en español y con subtítulos en alemán. ¿Por qué allí?

E.L.– Bueno, esto tiene que ver con el hecho de que la directora del espectáculo, María, el compositor, Jarkko, así como el resto de los músicos, Laura, Rodrigo, Lander, Ander y Sacha, viven allí, y conocen muy bien el terreno. Y aunque no resultó fácil, para nosotros fue un sueño poder estrenar esta ópera contada en el Admiralspalast de Berlín. Fue un estreno muy emocionante, porque la mitad del público era español y la otra mitad alemán, y tanto Madrid como Berlín habían vivido el desastre de la guerra. Allí nos dimos cuenta de que el espectáculo servía para cualquier sitio, porque la historia del siglo XX de Europa es tan procelosa, que casi todas las comunidades han vivido historias como esta.

T.M.La música es fundamental en este espectáculo. Me gusta, además, ese concepto de “ópera contada”.

E.L.– Sí, Lucía, la clarinetista decía, ¿y si nos hemos inventado un género? Y yo le dije, no sé, pero a lo mejor esto hace que otras personas hagan cosas parecidas. La verdad es que nos hemos entendido muy bien, incluso yo, que no sé leer música. Fue muy bonito ensayar con ellos en Berlín, fue como estar en una burbuja, pero nuestro último sueño era venir a Madrid, por supuesto, porque es aquí donde sucede la acción y donde todos los músicos querían venir para contársela al público de esta ciudad. Las piezas de este espectáculo están compuestas por Jarkko Riihimäki, y son, de verdad, delicadísimas y apropiadísimas para el texto. Él se paseó por Madrid para ver cuáles eran los escenarios de este cuento y cuando escuché la música por primera vez me emocionó mucho, porque los títulos eran muy significativos, había uno que se llamaba Lavapiés, otro Manolo, y me pareció conmovedor que un compositor finlandés hubiera escrito piezas tan cercanas a mi mundo. Pero quiero incidir en la narración oral, en algo que has oído y quieres contar, en este caso por medio de las palabras y la música. Y en este sentido, esta sala es perfecta para ello. La verdad es que estamos nerviosos, pero tenemos que conseguir pensar que estamos contando un cuento, y eso creo que nos va a tranquilizar mucho, estamos contando una historia, como se hacía antes, rodeados de gente, y creo que, de esta forma, podemos llegar al corazón de la gente.

T.M.Ha sido escritora, periodista, locutora de radio y televisión, guionista y actriz de cine. ¿El teatro o el espectáculo en directo era una asignatura pendiente en su carrera o ha llegado por casualidad?

E.L.– La verdad es que, aunque he hecho monólogos, nunca me había propuesto ser actriz de teatro, porque el teatro me da mucho miedo y porque me parece que hay que tener una preparación que, desde luego, yo no tengo. Lo que pasa es que, en este caso, estoy contando una historia que tiene que ver conmigo. Pero, si hay algo a lo que tengo respeto en esta vida, es al teatro.

T.M.El niño de esta historia se llama Manuel. ¿En qué se parece este niño a Manolito o a otros niños del imaginario de Elvira Lindo?

E.L.– Bueno, este es un niño mío también, pero cuenta una historia mucho más trágica, es un personaje completamente distinto porque, entre otras cosas, Manolito se encuentra en un país que no está sometido a ese horror de la guerra. Sin embargo, en esta historia, Manuel llega a Madrid en 1939 y tiene que desenvolverse en un ambiente desolador, vagando por una ciudad deshecha tanto físicamente como anímicamente.

T.M.Y, sin embargo, la tragedia de este niño empieza después de la guerra.

E.L.– Es que la guerra, tal y como yo la planteo en este cuento, no se acaba con la victoria, en este caso, de Franco. No hay paz después de la guerra, porque el país se encuentra en ruinas y porque las heridas todavía no se han cerrado. Hay miseria, Madrid es una ciudad desabastecida, llena de escombros, llena de miedo, llena de enfermedades, con muchas bajas, con muchas viudas y con muchos huérfanos.

T.M.¿Cree que, de alguna manera, esas heridas continúan aún abiertas?

E.L.– Bueno, si quedaran algunas, serían más bien huellas del franquismo. La guerra es un periodo tan traumático y fuerte, que es impensable que pueda quedar algo de todo ese horror.

T.M.¿Cuál sería la bestia de nuestro tiempo?

E.L.– La bestia de nuestro tiempo es el reaccionarismo que, desgraciadamente, y a nivel internacional, se está situando en una posición muy aventajada.

T.M.¿Cree que estamos viviendo un periodo de involución a nivel político, social e incluso cultural?

E.L.– Bueno, a lo que estamos asistiendo desde luego es a la exclusión de parte de las clases populares, a unas diferencias sociales cada vez grandes y a todas esas ideas reaccionarias que se están empezando a alentar desde distintos ámbitos.

T.M.Una representante de un partido político dijo hace unos días que “no hay que defender a los niños homosexuales, si es que existe semejante cosa”. ¿Cómo puede defenderse un niño frente a estas amenazas?

L.M.– Yo creo que ahí tenemos que estar nosotros. Los niños se pueden defender de pequeñas cosas, de pequeñas contrariedades, pero cuando se trata de una discriminación, somos los adultos los que debemos estar ahí dando caña y no permitiendo que estas cosas sucedan. A mí me preocupa mucho que este tipo de cosas se diga, y sobre todo, en una institución pública.

T.M.¿Esta compañía empieza y acaba con este proyecto?

E.L.– No, la compañía Lienen Ensemble se crea para este proyecto, pero no acaba aquí. Habrá más proyectos, seguro. Y, por supuesto, siempre que ellos quieran y yo pueda, volveremos a trabajar juntos.

Telón lento… y final.

Juan Mairena / @Mairena_Juan

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